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domingo, abril 6, 2025
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Presentan “Peninsular” en BC

Después de presentarse en el Centro Cultural Santo Tomás de Ensenada y en la Casa de la Cultura Tijuana, el libro “Peninsular” (Desliz Ediciones, 2024) es presentado en la Feria Internacional del Libro de la Universidad Autónoma de Baja California (FIL UABC), este domingo 6 de abril, a las 13:00 horas, en la Sala de Lectura del la UABC Campus Tijuana.

Se trata de un volumen que reúne poesía de Jorge Ruiz Dueñas, Rosina Conde y Jorge Ortega, con fotografías de Carlos Lazcano, sobre la península de Baja California, además de un prólogo de Adriana Jiménez García y epílogo de Omar Millán.

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Las presentaciones iniciaron el pasado jueves 3 de abril, donde los autores dieron a conocer la obra en el Centro Cultural San Tomás de Ensenada; e hicieron lo propio el sábado 5 en la Casa de la Cultura Tijuana dependiente de la Secretaría de Cultura de Tijuana, en la Biblioteca del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Tijuana.

En “Peninsular”, los poetas Jorge Ruiz Dueñas, Rosina Conde y Jorge Ortega comparten poemas publicados previamente en otros libros o inéditos sobre la montaña, el mar, el desierto, la cordillera, incluso su flora y fauna, el valle y en general el paisaje de la lengua de piedra; mientras que el historiador Carlos Lazcano comparte 11 fotografías del paisaje bajacaliforniano.

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“Este libro es un objeto incandescente; un artefacto para gestionar el extravío y el encuentro con las aguas que mecen y que ahogan, con las arenas que arden, deslumbran y confunden en ese insoportable, dédalo perfecto al que Borges alude en “Los dos reyes y los dos laberintos. ‘Peninsular’ es un todo orgánico; y en este todo es mucho más que la suma de sus partes, más que el encuentro y el extravío de las voces poéticas de Jorge Ruiz Dueñas, Rosina Conde y Jorge Ortega, y las imágenes de Carlos Lazcano -artista de la lente- en el océano inmemorial y en el más perfecto laberinto, el dédalo de arena con sus dunas implacables; ese al que se refiere Borges como el más aterrador, perfeto y cruel, el que se muestra reticente y, al mismo tiempo, se prodiga en un escándalo de hermosuras que amenazan y seducen por igual a quien se atreve a penetrar en sus secretos, en sus estimulantes imposibilidades”, tal como escribe Adriana Jiménez García en el prólogo de la edición.

Durante la presentación editorial en el Centro Cultural Santo Tomás de Ensenada, la poeta Ruth Vargas Leyva leyó un texto titulado “Peninsular”, mismo que ZETA a continuación comparte íntegro, previa autorización de su autora:

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“LA PENÍNSULA DE BAJA CALIFORNIA LO HA SIDO Y SERÁ SIEMPRE UN MITO”: RUTH VARGAS

“La deriva continental dio origen a una península que millones de años después de su aparición se llamaría Baja California. Entre los períodos del Oligoceno Tardío, y el Mioceno Temprano, es decir, hace entre 20 y 30 millones de años, apareció la península de Baja California, en el borde de la placa tectónica del Pacifico, a ello se debe que la península ‘viaje’ en la deriva continental. Surgió en el mioceno tardío, entre 3 y 13 millones de años, cuando debido a la falla de San Andrés, se dio la separación de la corteza terrestre entre la actual Sonora y península de Baja california. Debido a esa misma falla, algún día la península será isla, a la deriva, sobre los lomos de la placa tectónica a la que pertenece”.

“Hay un corpus historiográfico de relatos, historias, biografías y memorias, sobre la península de los jesuitas Miguel Venegas, Juan Jacobo Baegert, Francisco Xavier Clavijero y Miguel del Barco, León Portilla, entre otros. En ‘El otro México’, Jordán describió el desconcierto y en el amor por ese territorio, después de haber recorrido 7,000 kilómetros por los desiertos, la cordillera y los mares. Federico Campbell en los últimos días de Jordán, recreados en ‘Transpeninsular’, describe a Jordán perdido en una historia y una geografía solitaria. Javier Hernández Quezada describe la península ‘ese espacio extraño y lejano para el resto de México, donde la sensación de soledad y vacío se multiplican con creces y obligan a cualquiera a fundirse ––constantemente–– con el paisaje’.

“Su nombre refiere a una geografía imaginaria de los libros de caballerías. ‘Una isla situada a la diestra mano de las India’. Aún hoy, la península, en algunas regiones, mantiene su condición de impoluta, no pisada por el hombre. La península de Baja California continúa siendo un mito, donde el mar es sonoro y fugitivo, ‘…oleaje de la sangre’, ‘agua y sal que fluye en mares interiores’. El poema ‘Mar que me habita’ de Jorge Ruiz Dueñas, nos conduce al retorno de Odiseo, camino hacia Ítaca. Todo en este poema es una corriente interior que nos conduce como una nave, del Egeo al golfo Californio. Un mar Jano con el doble rostro que evidencia la doble naturaleza de cada uno: de la puerta (adentro/afuera), desierto y mar, y del comienzo (inicio/final) desierto e isla. Cito:

“Para vivir en ti,
Cada mañana hay que saber de tus desvelos,
De tus naufragios y tribulaciones,
De tus llantos ahogados,
De tus suicidas arropados por los rayos matinales,
De tus especies extraviadas en los ritos fértiles
De tus resacas que femeninas llaman y rechazan”.

“Y después, áspero desierto triangular sobre la costa oeste del centro de la península de Baja California, que incluye el Valle de los Cirios, la Sierra de San Borja, la población de Guerrero Negro, el Desierto del Vizcaíno, y Sierra San Francisco hasta San Ignacio. Desierto jubiloso que se manifiesta con signos exteriores, ‘arroyo de lajas, clamor de piedras, desierto místico’. Cito:

“Como bestia deforme
Abrázanos si somos tuyos
No vaciles ante los desdichados,
Y tú
También tú
Sepulta a los buscadores de la verdad
Bajo capas de tiza…”.

“No hay otro cuerpo latiendo que el del desierto, y al hacerse uno con él, late el poema. Jorge Ruiz Dueñas nos dice que una revelación de la imaginación es recrear el paisaje, fundirse con él en una corriente subterránea de conciencia, volverse profeta, habitarlo como se habita el propio cuerpo, ser uno con el paisaje peninsular”.

“En Rosina Conde todo verso se vuelve paisaje peninsular. La planta olorosa del orégano, que toma su forma de arbusto con diminutas flores, de color blanco o rosa, que nacen en apretadas inflorescencias terminales; la choya, con usos culinarios y medicinales; la longeva biznaga; la playa y el horizonte. Todo el paisaje es un desierto florecido, espíritu en polvo donde nace el frescor del agua. Cada uno de los diez poemas de Rosina Conde son descripciones íntimas de un paisaje de cordillera, desierto y mar; memoria de ‘cazadores silvestres / de berrendos creídos / en un parco esplendor de los sentidos’. Cito:

“Testigo del desierto
El tiempo permanece suspendido,
Ante ese mar abierto,
exento de sonido,
Mas lleno de silencio y estallido”.

“Siempre es un mérito la concreción, la mirada retenida en un instante que sea aproxima y se aleja, la síntesis de una extensa península que nos resume su misterio en un órgano, cactus que sobrevive a la sequía, que es alimento y es cura, donde plantas cactáceas se acercan reverentes hasta la arena. Ahí, en esa extraña tierra de cactus, sal, ballenas y borregos cimarrones. Cito:

“Despojado de flores
el órgano se yergue misterioso,
frente al mar de colores
bajo el sol silencioso
en medios de cactáceas, luminoso”.

“Para Rubén Vizcaíno, toda la California cabe en tres palabras: cielo, mar, desierto. En su poemario ‘Peninsular’, referido al desierto, escribe:

“La aridez es un reto.
Conquistarla
es domar los desiertos…
y la muerte”.

“El desierto de Baja California se extiende, incluyendo el Valle de los Cirios, la Sierra de San Borja, Guerrero Negro, el Desierto del Vizcaíno (una las áreas protegidas más grandes de México) hasta San Ignacio, abarcando 77, 700 kilómetros cuadrados. Formando parte del Gran Desierto Americano se encuentra Mexicali, once metros bajo el nivel del mar. En ‘Peninsular’, Jorge Ortega describe: ‘La vegetación es inversa, crece hacia dentro de nosotros mismos con el peso de una entidad puramente melancólica’. Sus textos destilan el recorrido por una ciudad que se descubre como una revelación en La Chinesca, como un estallido de rumores y voces, como una memoria corporal del desierto, de la ciudad que ‘denuncia la pequeñez del hombre’ castigado por el sol; de la memoria que redescubre lo complejo de la aparente sencillez, la resistencia frente al paisaje que se vuelve polvo, imagen desleída, mancha de agua sobre el papel que exhibe su presencia de transeúnte en calles pobladas de polvo y fantasmas”.

“Quizás sea este espejismo donde parten todas las huellas, esta tierra donde la península sigue su destino viajando en la deriva continental. Este mito que se convierte en imaginación y en imagen visual en las fotografías de Carlos Lazcano que son mirada y homenaje silencioso, testimonio de sus pasos por la península que ama. Cactus centenarios que se elevan al cielo, mar cuyas aguas, en la playa, permiten ver una arena luminosa, golfo que inició hace 130 millones de años. Si un ‘mito’ es un relato, a menudo sagrado, que explica el origen del mundo, la naturaleza o los seres humanos, la península de Baja California lo ha sido y será siempre un mito. No solo es ‘el otro México’, sino también el otro territorio de encuentros, de deslumbramiento y de imaginación; un páramo donde la experiencia poética reconcilia el poder de naturaleza con la vulnerabilidad del hombre, de ello da cuenta ‘Peninsular’”.

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Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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