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lunes, marzo 3, 2025
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  Pragmatismo tóxico 

Cuando el candidato a la Presidencia de la República en 2018, Andrés Manuel López Obrador, alcanzó la titularidad del Poder Ejecutivo federal mediante Morena y sus aliados, se dio cuenta que para gobernar un país, tenía que construir un partido de la nada.

El voto popular de más de 30 millones de personas no le garantizaba una gobernabilidad de facto, por ello decidió no cometer los errores del pasado, por lo que en lugar de cerrar su “movimiento”, el tabasqueño fue pragmático y, a cambio de fidelidad absoluta en temas coyunturales, negoció con cacicazgos y poderes regionales, además de políticos que anteriormente estaban del lado maligno de la historia.

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Fue así que López Obrador abrió la puerta a impresentables como Manuel Bartlett, Manuel Velasco, Félix Salgado Macedonio, Elba Esther Gordillo, Napoleón Gómez Urrutia, entre otros tantos personajes que la historia se preparaba para condenar, pero fueron rescatados por el fundador de Morena.

Crear un partido con tanto poder tenía consecuencias severas, pero logró contrarrestar el desorden a través del pragmatismo político. Ojo, no digo que fue algo bueno para el país, sino una maniobra que logró equilibrar los grandes problemas que el vacío de autoridad regional y de sectores pudo generar.

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AMLO lo sabía y pagó el precio, pues gobernadores replicaron esta acción. Así, Jaime Bonilla Valdez reclutó a otros impresentables en Baja California, como Amador Rodríguez Lozano, Fernando Castro Trenti, Humberto “Pato” Valdez – a quien intentó hacer fiscal Anticorrupción-, incluso panistas que promovieron la Ley Bonilla, como el propio Carlos Torres Torres, ex funcionarios de Genaro García Luna -como Carlos Alberto Flores-, entre otros.

Han pasado casi siete años desde que el ahora ex Presidente López Obrador ganó la elección. Para este momento y bajo la premisa ideológica que planteó al autoproclamar a su movimiento como Cuarta Transformación, crear una nueva generación de políticos afines al Movimiento, con pensamiento crítico, de izquierda y de conciencia de clase, tendrían que estar asumiendo los roles de poder dentro del partido y de los gobiernos.

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Sin embargo, hoy más que nunca, Morena ha decidido reconstruir al jurásico partido tricolor con la aglomeración de grupos de poder, de sectores como los sindicatos de maestros, del IMSS, de la radio y la televisión; de las organizaciones populares, de sus propios grupos empresariales que han sabido como encontrar coincidencias en lo financiero y evitan caer en coyunturas.

El Morena de hoy no tendría por qué abogar al pragmatismo político o pragmatismo tóxico, donde se permite la llegada de cualquier arribista que se une a la poderosa ola vinotinto por querer ser parte del poder o con una intención de robustecer sus bolsillos.

En BC vemos cómo personajes como Francisco Pérez Tejada ahora asumen liderazgos gubernamentales como el Comité de Desarrollo Industrial de Mexicali; o Arnulfo “Fufo” Guerrero en la Secretaría de Gobierno de Tijuana, cuando fueron lo más oscuro dentro del gobierno de Francisco Vega de Lamadrid.

Pero también vemos a nivel nacional a la familia Yunes o a cualquier otro arribista que se ha sumado para ocupar los espacios de aquellos que coinciden con la filosofía proclamada por su mesías, quien endulzó los oídos de muchos, pero cuyo movimiento terminó siendo la máxima expresión del gatopardismo: cambiar para seguir igual.

El Morena de Claudia Sheinbaum, de Ricardo Monreal, de Adán Augusto López Hernández, de Mario Delgado; pero también de Marina del Pilar Ávila Olmeda, de Ismael Burgueño, de Norma Bustamante y todos aquellos que ostentan el poder y prefirieron rodearse de amigos o de tecnócratas del viejo régimen, por encima de quienes impulsaron de forma idealista el Movimiento. Son la clara evidencia del pragmatismo injustificado, que sólo está causando entropía dentro del movimiento y frustración por todos aquellos que creyeron en un cambio.

Los siete años en los que Morena no moldeó nuevas generaciones afines al Movimiento y no sólo simuladores corrientes con discursos prosaicos en redes sociales, van a costar caro a un partido que ya no camina, que no recorre las calles; un partido obeso y cupular, que pese a tener una Presidenta que ha jugado bien sus cartas como jefa de Estado, está recibiendo el costo político de la indolencia de AMLO y la voracidad de sus amigos, a quienes acomodó en el poder.

 

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Autor(a)

Eduardo Villa
Eduardo Villa
Periodista desde 2011 y corresponsal en Mexicali del Semanario Zeta. Participante del Border Hub del International Center for Journalists y coautor del libro “Periodismo de Investigación en el ámbito local: transparencia, Acceso a la Información y Libertad de Expresión”
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