“Detrás de la mafia y de la policía. Detrás del Mesías y de Wall Street. Detrás del Columbia y de la heroína. Detrás de Goliat y de David. Cada uno a su manera, cada quien con sus modos, detrás estamos todos, usted, yo y el de enfrente”.
Joan Manuel Serrat, “Detrás, está la gente” (1987).
En todas las ciudades del mundo, todos los días, en Estados Unidos y en México, se tiran a la basura miles de toneladas de alimentos en buen estado. Porque así son las “normas” del mercado, o porque no hay quien organice instituciones para recibir y distribuir esos alimentos aprovechables.
En la gran nación que es Estados Unidos de Norteamérica (USA), pueblo democrático y generoso, ya desde 1997 existía Second Harvest (Segunda Cosecha), una asociación de Foods Banks o Bancos de Alimentos. Una mediación entre el que tiene y el que no tiene. La segunda cosecha consiste en cosechar todo aquel alimento en el campo rural, que ya no tiene mercado en la economía, pero sí sirve para alimentar a la gente a través de infinidad de orfanatorios, asilos, comedores comunitarios, casas hogar, para enfermos o migrantes.
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Second Harvest, institución mediadora entre agricultores y necesitados, administra y distribuye millones de toneladas que de otra forma servirían de abono o composta, en beneficio de próximas cosechas y productos de la tierra. Con la Segunda Cosecha millones de personas necesitadas o incluso no necesitadas se benefician de alimentos frescos y buenos.
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En México como en Estados Unidos, los Bancos de Alimentos son mediadores entre el que tiene y el que no tiene. Así nació el primer Banco de Alimentos gracias al sinaloense Ricardo Bon Echeverría y el de Navojoa Enrique Torres. Al observar a la gente cómo recoge de la basura alimentos en buen estado, pero considerado desperdicio.
En nuestro mundo, lo que sobra es alimento. Desafortunadamente en México -regla en USA- , los comercios de comida rápida o restaurantes, ya están optando por destruir o mezclar la comida buena con la basura. Los legisladores podrían considerar el tema para que ese alimento se aproveche para quien lo necesite. Tener una regulación legal para que se pudiera recoger y distribuir ese alimento, como para alimentar a centros de rehabilitación o comedores comunitarios. Es reciente que las pollerías o hamburgueserías ahora obligan a sus trabajadores a mezclar la comida sobrante entre las bolsas de basura para cumplir con las “normas” del mercado. Desperdiciar lo aprovechable.
En México existe la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos (AMBA), Second Harvest en USA, y la Federación Europea de Bancos de Alimentos. En caso de desastres naturales, los bancos de alimentos locales se unen en apoyo de todo un país o a nivel internacional. En realidad los bancos de alimentos son católicos en el sentido original de katholicos: están al servicio universal de toda la comunidad que necesita alimento y ayuda. Y no de una manera sectaria o ególatra.
En el caso de ciudades como Tijuana, Mexicali, Nogales, Hermosillo, Chihuahua, Guadalajara, y muchas otras, si se cuenta con un funcional Banco de Alimentos, se puede resolver con más sencillez las contingencias como la movilidad humana, o sea las migraciones, e incluso las deportaciones masivas o las caravanas de migrantes.
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La Madre Teresa de Calcuta expresaba en Tijuana, que hiciéramos sacrificios y oración para abrir una de sus 500 casas para ayuda de los pobres, en Rusia, y aquello se logró. Algunos políticos, como el de Nicaragua, desafortunadamente lo primero que hicieron fue expulsar a las hermanas de la Caridad de la Madre Teresa, cuando servían a los nicaragüenses en pobreza.
Con oración y sacrificios, entre las cosas que se sabe de la Santa de Calcuta, recibía generosamente los excedentes de la Sopa Campbell, que para no pagar impuestos debía desecharse como sea, sin embargo, los misioneros de la caridad a través de su humildad recibían esos excedentes en Estados Unidos y los hacían llegar a gente necesitada de todo el mundo a través de sus más 500 casas, como en Tijuana, o Ciudad de México.
Se lamentaba el jesuita San Pedro Claver, que “en Colombia, la pasan mejor los perros, que los negros”. Él lo sabía porque no les hablaba de Dios, sino primero les curaba y alimentaba. Bautizó a más de 300 mil de ellos.
Hay hambre en el mundo, y suficiente alimento. Falta organizarse, al menos en cada capital del generoso México y no andar con tanto brinco, estando el suelo tan parejo. Cuando pasaban hambruna en la Nación Yuma, los cucapah de la parte baja del Río Colorado, por mediación del padre Kino, les daban tanto melón, sandía, maíz, calabazas y trigo que se les iba “cayendo” en su travesía a casa.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali, B.C.