A partir de 2024 se concretó al 100 por ciento la entrega de los Hospitales Generales, antes en facultad y presupuesto (aun mixto) de los gobiernos de los estados, para integrarlos plenamente al sector salud del Gobierno de México, en lo que tuvieron a mal llamar IMSS Bienestar, porque básicamente se ha convertido en un fatal malestar para pacientes y médicos tratantes ante el criminal desabasto de medicamentos, de insumos y de personal para brindar cuidados médicos a todos aquellos mexicanos que no cuentan con algún tipo de seguridad social, sea del Seguro Social, ISSSTE, en el caso de Baja California del Issstecali, y que tampoco tienen seguros de gastos médicos privados.
En Tijuana, el Hospital General, hoy IMSS Bienestar, atraviesa por su mayor crisis en los últimos 20 años. Médicos que solicitaron el anonimato, pues están advertidos desde el centro del país de no hablar con la prensa sobre lo que sucede al interior de los hospitales, confiaron a esta columnista que están funcionando bajo una gravísima presión, al tener un 50% de desabasto en medicamentos, un 50% de desabasto en insumos y un peligroso déficit de médicos, enfermeras, camilleros, químicos, entre otras especialidades requeridas para prestar la atención médica.
Si los servicios prestados tienen resultados exitosos, es por la contribución directa de los familiares del enfermo. Por ejemplo, si una persona ingresa para someterse a una cesárea se le entrega una lista de lo que debe aportar/llevar para la realización de la misma: “… una caja de cubrebocas, dos agujas espinales, un bulto cesárea, cubre zapatos, un cístoflo (bolsa recolectora de orina), una sonda Foley #14 y #16, un circuito de anestesia, una bolsa de aspiración de 3000 ml, mascarilla con reservorio, una perilla, una sonda gástrica #8, dos piezas de clamp umbilical, una bolsa para válvula neonatal, solución Hartman 1000 ml, dos piezas de sutura crómico 2.0, sutura vicryl 1.0, puntillas nasales para adulto, puntillas nasales neonatales, cánula endotraqueal 3, cánula endotraqueal 7”.
Los médicos orientan a los familiares sobre dónde comprar los insumos, en qué sitios los pueden adquirir a mejor precio y de mejor calidad, y sólo cuando la lista está abastecida, se lleva a cabo la intervención.
Como esta lista para la realización de una cesárea, se entrega una para cada una de las intervenciones que se realizan en el Hospital General IMSS Bienestar, porque no hay medicamentos disponibles para los usuarios y pacientes y tampoco hay insumos suficientes para todos, “ni siquiera tenemos sueros”, dice en medio de la frustración un médico.
Y complementa: “Sucede todos los días, para procedimientos, para punciones lumbares, catéteres, tubos pleurales, funciones de todos los días, para salvar la vida a la gente hay que estar pidiendo externos, medicamentos, insumos, suturas, otros hospitales nos prestan”.
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Efectivamente, desde que este sector médico fue transferido al Gobierno de México, sobrevive gracias a la aportación de familias de pacientes y de la caridad de otros hospitales, como Cruz Roja, o en Tijuana, Florence o Excel, hospitales privados que donan al General IMSS Bienestar. “En 20 años, no habíamos tenido este nivel de desabasto”, confiaría otro de los médicos.
Cuando desde su experiencia de más de 20 años al servicio del sector salud público, se les pregunta a qué creen que se deba esa desatención, tal desabasto de medicamentos e insumos, reflexionan un poco y dicen que a una “transición de un sistema de salud a uno diferente, que se hizo sin planeación”.
Complementan:
“No hubo planeación de qué se va a hacer con el personal, con la infraestructura, con los sindicatos, no fue planeado, primero con un Insabi que las personas que lo manejaron, no conocían el sistema de salud; después con IMSS Bienestar sin visión, sin planeación, sin objetivo, solo por el capricho. El día de hoy quieres ver el organigrama a nivel nacional, existen muchos huecos por todos lados, lo crearon a finales de un sexenio, cuando se modifican los presupuestos, fue el acabose y pagan los platos los médicos y los pacientes”.
Tras políticas públicas del pasado sexenio sostenidas en el presente, el IMSS Bienestar fue un capricho del ex Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al final de su administración, para tener control sobre la prestación del servicio de salud a los ciudadanos sin afiliación a la seguridad social, y con ello, del presupuesto que era trasladado a las entidades federativas para que atendieran la salud pública en los estados.
Sin embargo, pese a tener más hospitales para atender, proveer y mantener con personal y herramientas suficientes, el Gobierno de México redujo en un 11% el presupuesto para la salud, destinando únicamente el 2.5% del Producto Interno Bruto al sector de salud pública, cuando la norma internacional es que se debe invertir el 6% del PIB a la salud de la población.
El presupuesto que se destina a los estados de la República tuvo un recorte de 60 mil 134 millones de pesos, mientras que el recorte para la población sin seguridad social fue de 34%, equivalente a 34 mil 420.9 millones de pesos. Con estos números se entiende por qué el Hospital General sufre el peor desabasto en su historia, y pareciera que el sector salud federal se lo adjudicó para liquidarlo y trasladar ese gasto a la sociedad, pues sin recursos, medicamentos o insumos, los ciudadanos que llevan a un paciente deben pagar el criminal desabasto.
Y no todas las familias están en condiciones económicas de surtir una extensa lista de materiales y medicamentos. Sus pacientes se agravan o mueren por el abandono institucional del Gobierno de México por el capricho de eliminar el Seguro Popular, por el capricho de crear el fallido Insabi, y por la necedad de instaurar el IMSS Bienestar sin planeación, estudios ni consensos, y ahora, sin presupuesto, sin médicos, sin medicinas y sin materiales. Sobre todo, sin un sentido de responsabilidad y humanidad con la ciudadanía.