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viernes, diciembre 6, 2024
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“Mi lenguaje es universal”: Francisco Morales

Tres décadas después, Ediciones Cuarentena 20-20 reeditó el libro “El día moridor” del reconocido poeta tijuanense. “El problema más grande que hay en el mundo es la comunicación. Si nos comunicáramos, el mundo iría mejor”, expresó a ZETA

 

Uno de los libros más celebrados del poeta tijuanense Francisco Morales es “El día moridor”, diario publicado en 1993 por el Instituto de Cultura de Baja California (actualmente Secretaría de Cultura de Baja California), mismo que tres décadas después reeditó afortunadamente Ediciones Cuarentena 20-20.

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“Durante un período de quince meses y a lo largo de tres años, Francisco Morales tomó la ruta de autores como Cesare Pavese, Henry Miller y Jules Renard, al construir un diario que mostrara su ideología personal y que incluyera reflexiones de varia invención acerca de la vida, la creatividad y el contraste entre la verdad propia y la de otros. El resultado es uno de los testimonios más lúcidos que ha surgido en las últimas décadas, formado por meditaciones, poemas, aforismos y una íntegra exploración de lo que significa dedicar la vida al arte. Un texto ameno, filosófico, existencialista, profundamente humano”, reza la cuarta de forros del libro editado por Ediciones Cuarentena 20-20, editorial que dirigen Luis Humberto Crosthwaite y Karla Rojas Arellano.

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DEL DIARIO COMO GÉNERO LITERARIO

En “El día moridor” de Francisco Morales comulgan poesía, prosa poética, aforismo, reseña, ensayo, diario, escritura fragmentaria, biografía, crónica y relato. Se trata de un diario que, tres décadas después, no pierde vigencia por sus textos atemporales sobre Tijuana y la cotidianidad de la ciudad fronteriza, por sus reflexiones en torno al oficio del escritor, sobre poesía y literatura en general.

Desde su estudio localizado en el Kilómetro 38 de la Carretera Libre de Tijuana a Ensenada, a unos cuantos metros de la estatua del Cristo del Sagrado Corazón de Jesús que se ubica frente al frío mar del Pacífico, Morales respondió a las preguntas de ZETA en torno a “El día moridor”.

Para empezar, reveló que originalmente los textos de “El día moridor” fueron publicados como columna periodística, entre 1987 y 1992:

“Hacía una entrega al periódico Diario 29 cada semana; cada semana entregaba yo una parte de lo que hoy es ‘El día moridor’”.

¿De dónde viene tu idea de cómo escribir un diario?

“Primero escribí un libro de poesía de Tijuana, ‘La ciudad que recorro’ (Panfleto y Pantomima, 1986); luego escribí los cuentos de ‘¡Es el adiós, Johnny Weismuller!’ (La Mar Mitad Alucinada, 2015). Entonces dije: ¿qué más puedo hacer? Ah, puedo hacer un diario. Eran los tiempos en que descubrí a Cesare Pavese en su libro ‘El oficio de vivir’, y aprovechándolo de otra manera me sirvió para contar muchas cosas, pero también para echar fuera el pensamiento interior, lo que cruzaba por mi cerebro: los amores, desamores, fracasos, éxitos, los momentos de optimismo o pesimismo, las depresiones, las angustias, los miedos, los amigos, las mujeres, los estados de ánimo, en pocas palabras”.

¿Qué es el diario como género literario?

“El diario es el género más personal. El ser humano siempre está pensando, cruzan por su cerebro un montón de ideas porque está mirando el mar, la montaña, las nubes; está escuchando una canción de Bob Dylan, de José Alfredo o de Joaquín Sabina, está oliendo los tacos, es un proceso donde todo está trabajando. Entonces, lo más fácil a la hora del diario es atrapar una idea especial para que no se vaya, porque ya no va a volver. Ciertas ideas llegan y ya no vuelven, las tienes que atrapar en el aire. ‘El día moridor’ es un montón de temas en tres o cuatro renglones, en pocas palabras, que fueron atrapados a lo largo de cuatro años”.

¿No es tan valorado el diario como género literario?, o por qué casi nadie publica diarios, antes se publicaban más…

“Nadie lo hace porque no es tan fácil ser escritor, no es tan fácil ser narrador. Hay escritores que sufren con la hoja en blanco, no saben qué van a escribir, no sé por qué, pero tienen el problema de la hoja en blanco que los está esperando. No es tan fácil escribir diarios y tampoco es fácil organizarse, tener ese plan de aprovechar en el día, en cierto momento, ese tema. Esperas a llegar a tu casa o a tu computadora para sentarte a escribir, pero mientras llegas a tu casa o al escritorio, muchas de las ideas que se te ocurrieron ya se fueron, ya se escaparon, ya no volverán nunca. Lo más fácil para un escritor de diarios es sacar la libreta y hacer una anotación ahí, que va a ir al diario”.

 

“EL MONÓLOGO INTERIOR TODOS LO LLEVAMOS”

“El diario que le esclavizaría… / Que le esterilizaría…/ Un palabrerío queriendo decir todo, y a veces lográndolo. La sarta de cosas… del monólogo sin respuesta”, se lee por “El día moridor”.

¿Por qué “El día moridor” tiene también la forma del monólogo en segunda persona?

“Es como una manera de tutear, a veces, al lector. El monólogo interior va en letras cursivas y se utiliza como un pensamiento o como un recuerdo que llegó en cierto momento y estás contando en voz alta a alguien, pero al tiempo que estás contando algo a alguien en voz alta, al mismo tiempo estás acordándote de Guadalajara, Ciudad de México, Tecate, Valle de las Palmas. No sé de qué manera se recuerda, con el cerebro o con las orejas, no sé con qué se recuerda, pero con la boca estás hablando y estás sosteniendo la conversación con la boca, pero al mismo tiempo tu cerebro está trabajando por otros lados, y supongo que la piel también, o supongo que la nariz también porque está olfateando, o los oídos que están escuchando los ladridos de los perros. Es muy complicado, que no te lo puedo explicar”.

En cualquier caso, planteó: “El monólogo interior todos lo llevamos, incluso cuando estamos hablando, nos estamos acordando. Cuando estamos hablando con alguien de alguna cosa, te estás acordando de tu abuelita, pero no la mencionas. En el papel, el monólogo interior yo lo pongo en cursivas muchas veces”.

 

LA TIJUANA DE FRANCISCO MORALES

Tijuana deambula por la obra de Francisco Morales, sobre todo en títulos como “La ciudad que recorro” (Panfleto y Pantomima, 1986), “San Ysidro Zone” (Premio Nacional de Poesía Tijuana 1999; Instituto Municipal de Arte y Cultura, 2002), “¡Es el adiós, Johnny Weismuller!” (La Mar Mitad Alucinada, 2015), “Póker del hombre triste en la tarde azul” (Aldamar Ediciones, 2012) y, por supuesto, “El día moridor” (Ediciones Cuarentena 20-20, 2024), por citar algunos títulos. De hecho, confiesa al reportero: “No creo que otro autor haya escrito más sobre Tijuana”.

“La otra ciudad, la vieja, por allá va, alejándose; perdiéndose más y más; volteando ocasionalmente hacia nosotros; volviendo entre vislumbres”, se lee por “El día moridor”.

“Y por esta lluvia que cae sobre los cerros pelones que nos acompañan desde siempre, un poquito de alcohol, por favor. Por esa bella, que se derrama sobre las cáscaras de pavimento de tantas calles de la ciudad, enfermas de baches y basura”, se lee en alguna otra parte del diario de Francisco Morales.

“Arroyos de la ciudad, como venas abiertas, que nos muestran las miasmas, la pus de un cuerpo enfermo”, escribe en algún otro fragmento.

¿Por qué Tijuana ha sido uno de tus temas no sólo en “El día moridor”, sino en tu obra en general?

“Porque a Tijuana llegué muy joven. Ahí me casé, fui padre, fui maestro, me jubilé. Toda mi vida la hice en Tijuana, es el territorio que me rodea, donde yo vivo. Es lo más natural que hable sobre Tijuana, en lugar de Mexicali, que no conozco más que de pasada. De Tijuana conozco las calles, callejones, avenidas, recovecos, cantinas, tiendas, personas, etcétera. Hablo de lo que conozco, casi siempre.

“Tijuana es la ciudad que más quiero; es mi ciudad preferida, es la madre gallina tanto para mí como para los migrantes y los que ya estaban ahí. Tijuana es un lugar muy apreciado y para muchos una ciudad peligrosa, maldita o cruel; tiene de todo, pero es mi ciudad. He estado en muchas ciudades: Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Ciudad de México, Hermosillo, La Paz, pero más me gusta Tijuana”.

 

EL OFICIO DE ESCRIBIR

Además de Tijuana, por “El día moridor” es posible encontrar las ideas de Francisco Morales sobre poesía, el oficio de escribir y, en general, sobre literatura.

“No tiene caso y aquí estás, otra vez, tratando de decir lo que no tiene nombre ni adjetivo, aquello que percibes vagamente, una aproximación con lo que llamas la escritura”, se lee en la obra literaria.

O bien: “Escribir contra todo, como una protesta, quizás; porque no se pudo hacer otra cosa con la vida. Escribir –contra reloj, contra el tema mismo- diciendo lo que no dañe, lo que no se piensa en verdad, lo que no se desea decir, lo que no… Escribir contra el estilo propio: a la manera que la pluma ha impuesto, exigido”.

¿Por qué es importante para ti reflexionar sobre el oficio de escribir?

“Porque fui maestro de literatura, maestro de español y tenía que estar hablando de los libros de los distintos autores españoles, franceses, italianos, rusos, en mis clases. Era mi oficio hablar de la literatura, en eso trabajaba, como el plomero habla de los tubos y el albañil de los ladrillos; el material del que yo hablaba era el de escribir y leer”.

En “El día moridor”, Morales sentencia: “Sigo aquí, luchando, tratando de llenar la página; en una de esas lograré pescar, atrapar, cazar una buena idea… Escribirla”.

¿El poeta nace, o se hace escribiendo constantemente?

“Al escritor lo hace la disciplina; al doctor lo hace la disciplina, al contador lo hace la disciplina. Hay mucha gente que no tiene disciplina, no se ordena. Vivimos en un caos y tenemos que ordenarlo, si no, nos devora. Tenemos que tener un orden en la mañana, en la tarde, en la noche, entre semana, los domingos, en el verano, en el invierno, en la juventud, en la vejez; necesitamos un orden o nos vamos a enfrentar a lo poderoso que nos va a dominar, nos va a hacer pedazos. Si no tienes un método, orden, organización, vas a tener muchos problemas. El poeta se va haciendo. Todo mundo tiene posibilidades de ser poeta, el asunto es que le guste, que quiera y que trabaje, porque no con los buenos deseos yo voy a ser pintor”.

“MI LENGUAJE ES UNIVERSAL”

En la obra de Francisco Morales prevalece un español legible o entendible en cualquier lugar de Hispanoamérica, no usa modismos o vocabulario propios o exclusivos de Tijuana o del Norte de México.

¿Por qué en “El día moridor” y en general en tu obra no está presente el vocabulario tijuanense?

“Porque yo quiero que en Japón, Villahermosa o en Acapulco, quien me lea, me entienda; no que entiendan el lenguaje de la colonia Pancho Villa, el lenguaje de los cholos o de los pachucos. Mi lenguaje es universal, porque mi escritura no es para los del Barrio Logan de San Diego, es para que el libro comunique”.

Por eso planteó firmemente: “El problema más grande que hay en el mundo es la comunicación. Si nos comunicáramos, el mundo iría mejor. No hay tiempo para que yo te cuente mis conflictos de amor, mi tristeza, mi alegría, no hay tiempo; antes había más posibilidades. No hablamos con nadie. En la fila del hospital, hace muy poco tiempo, estaba el montón de señoras y señores chismeando, contándose cosas; decías, ‘¡cómo hablan!’, ¿de qué hablan?’. Ahora, en la misma hilera, están con un celular cada uno, no hablan con nadie, todo mundo tiene un celular. Es un problema, tenemos que comunicarnos, pero no podemos. Ahí está la guerra en Palestina e Israel, todo es incomunicación, por eso estamos así”.

 

ANTOLOGÍA PERSONAL O “UNA SUERTE DE HERENCIA LITERARIA”

Al concluir la entrevista, Francisco Morales reveló algunos de sus planes. Para empezar, reconoció: “Por mis años, soy el abuelo de los escritores de Baja California, no hay nadie con más años que yo, considero que todo lo que escriba, poesía o narrativa, tiene la madurez del lenguaje que he alcanzado. Así me siento, en ese paso”.

Fotos: Ramón T. Blanco Villalón

Fue entonces cuando confesó su intención de hacer una antología personal: “Acabo de llegar de Ciudad de México y en las librerías de viejo, ahí por Tacuba, encontré la ‘Nueva antología personal’ de Jorge Luis Borges; me gustaría hacer una antología personal de Francisco Morales al estilo de la antología de Jorge Luis Borges. O sea, yo seleccionaría de mi mismo material textos para formar una antología, porque no seleccioné la antología de ‘La desalmada palabra’ (FORCA Noroeste, ICBC, 2015)”.

Para concluir, sentenció: “Esa antología tendría que hacerla yo, empezaría con mis primeras publicaciones hasta la última, de cada una de ellas seleccionaría dos o tres textos. Si no la edita alguien, la editaría yo mismo. Esa antología personal sería una suerte de herencia literaria”.

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Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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