Muere un mexicano y va al cielo. Un día, mientras pasea por los alrededores, se topa con una casa muy pintoresca y decide visitarla. Ahí se encuentra con San Pedro, quien lo saluda y lo invita a un café. Mientras San Pedro trae el café, el mexicano observa la casa y ve que hay relojes por todas partes, y en cada reloj figura el nombre de un país. Intrigado le pregunta a San Pedro:
— Dígame, por curiosidad… ¿para qué sirven estos relojes?
— ¡Aaah!, pues verás… Estos relojes miden las idioteces que se cometen en cada país. Por cada idiotez avanzan un minuto.
— Muy interesante —contesta el mexicano—. Veo que está el reloj de Alemania, Francia, Estados Unidos… y un sin fin de países.
De repente el mexicano se detiene con una duda.
— Esteee… disculpe que lo interrumpa otra vez San Pedro… ¿y el de México por qué no está?
— No te fijaste bien; México sí está, lo que pasa es que su reloj lo pusimos en el techo.
— ¿En el techo? —pregunta asombrado.
— Si, es que lo usamos de ventilador.
Autor: Un opositor.
Absurdo
Un borracho entra a un bar y se sienta frente al cantinero.
— Dame una cerveza.
— ¿La quiere sin alcohol?
— No, la quiero sin lactosa.
— Pero… eso es absurdo.
— Tú empezaste.
Autor: Un cantinero.
Clase de religión
En clase de religión, el profesor pregunta a Jaimito:
— A ver Jaimito, explícanos quién es Satanás.
— Pues… teniendo en cuenta lo que he descubierto del ratoncito de los dientes, Santa Claus y los Reyes Magos, yo diría que Satanás son los padres.
Autor: Un adulto sin hijos.
Hotel de mujeres
Un grupo de mujeres jóvenes está de vacaciones y de pronto encuentran un hotel de cinco pisos, con un cartel que dice “Exclusivamente para mujeres”.
Como están sin sus parejas, deciden entrar para ver si vale la pena alojarse allí. El recepcionista, un hombre muy atractivo, les explica cómo es el hotel.
— Tenemos cinco pisos: vayan piso por piso, y cuando encuentren lo que buscan, vienen a registrarse. Es fácil decidir, porque en cada piso hay avisos que indican qué contiene.
Así que entran y, en el primer piso, en el aviso se lee “Aquí, todos los hombres son pésimos para ya saben qué, pero son muy sensibles y amables”. Las amigas se ríen a carcajadas y sin dudar suben al piso siguiente.
El aviso del segundo piso dice “Aquí, todos los hombres son maravillosos cuando se apaga la luz, pero generalmente tratan mal a las mujeres”.
Esto no les parece aceptable, así que las mujeres siguen al tercer piso, donde en el aviso se lee “Aquí, todos los hombres son excelentes, y son sensibles a las necesidades de las mujeres”. Esto se ve bueno, pero todavía faltan dos pisos.
En el cuarto piso el aviso es sorprendente:
“Aquí todos los hombres tienen cuerpos perfectos; son muy sensibles y atentos con las mujeres; son perfectos; todos son solteros, con mucho dinero y dispuestos a casarse”.
Definitivamente es perfecto, pero antes de quedarse en ese piso, las mujeres están intrigadas por ver qué hay en el último.
Cuando ellas llegan al quinto piso, en el aviso dice “Aquí no hay hombres. Este piso se construyó sólo para probar que es imposible complacer a una mujer”.
Autor: Un hombre, claro.
Pepitoria en clase de español
Estamos a la mitad del ciclo escolar. Una maestra, delicada ella, trata de que a los niños no les resulte muy traumática la lección y que no sueñen con las próximas vacaciones.
— Y ahora me van a hacer un dictado de las frases que yo ponga en el pizarrón, corrigiendo las faltas que yo ponga.
La maestra escribe: ‘En estas vacaciones me he havurrido mucho’.
— A ver Pepito, ¿qué faltas ves tú?
— Te faltó un novio, seguro —contesta.
Autor: Jaimito.
Responsabilidad en duda
La esposa llama desesperada y molesta a la recepción del hotel:
— Por favor vengan rápido porque estoy teniendo una discusión con mi esposo y él dice que va a saltar por la ventana.
De la recepción le responden:
— Señora, ese es un asunto personal.
Y la esposa contesta:
— Sí, señor, pero la ventana no se abre, y eso ya es un problema de mantenimiento de ustedes.
Autor: Jefe de mantenimiento.
Vaya pregunta
– Cariño, ¿playa o montaña?
– ¡Montaña!
– ¡Pues toma la plancha y dale a esa montaña de ropa!
Autor: Otro hombre, qué más.