La gobernadora Marina Ávila Olmeda debe analizar que al inicio del segundo trienio de su administración, comenzará un descenso, algo que no ha tenido que enfrentar en su flamante carrera
Desde 2018, cuando la cachanilla Marina del Pilar Ávila Olmeda alcanzó la diputación federal, pocos esperaban que su joven perfil le diera suficiente empuje para buscar la gubernatura de Baja California dos años después, sobre todo cuando sus intenciones -en el mejor de los escenarios- eran competir por la alcaldía de Mexicali.
Muchos dudaban de ella y la cuestionaban por intentar un perfil más fresco, pero las conexiones políticas que logró en pocos meses que estuvo como diputada federal, la respaldaron para alcanzar primero la alcaldía de Mexicali en 2019, y en 2021 para imponerse en la carrera por el Gobierno del Estado, por encima de perfiles como el empresario Arturo González Cruz, o el entonces delfín del bonillismo, Armando Ayala Robles.
Supo aprovechar los tiempos políticos y armó una alianza con quien “la veía bien”, como lo es el senador y luego gobernador Jaime Bonilla Valdez, el cual intentó “frenarla” en sus intenciones políticas, y al no lograrlo, rompió con ella al ver que no podría “manipular” a la mandataria.
Desde 2018 su carrera política sólo ha sido ascendente, jugando su tiempo de manera hábil, descansando el perfil cuando debía hacerlo y acelerando cuando era oportuno, siempre comprendiendo que su juventud le permitía jugársela, pues siempre podría haber otra elección.
Pero el 3 de junio de 2024 podría determinarse como la fecha del inicio del declive político de la gobernadora. A partir del carro completo que Morena obtuvo en el proceso, comienzan los trabajos para su sucesión, y la próxima elección en la que podría competir, será hasta 2030, si acaso el Senado de la República está en sus planes.
Ninguno de sus antecesores logró imponer a su sucesor. José Guadalupe Osuna Millán no quería como candidato a Francisco Vega de Lamadrid, y este tampoco quería a Óscar Vega Marín (hoy convertido en el más morenista de todos) y Jaime Bonilla no pudo colocar a Armando Ayala, quien finalmente lo traicionó.
La historia revela que ningún candidato a gobernador coloca a su sucesor, y las tendencias tienen más que ver con las determinaciones de la Presidencia que en las simpatías de los locales. Ahora, todas las alianzas que tejió la gobernadora para obtener gobernabilidad, comenzarán a desgastarse, debido a que poco a poco, los aspirantes a sucederla trabajarán para hacerse de grupos políticos en su beneficio.
En los próximos tres años, paso a paso, Ávila Olmeda se irá quedando sola, tiempo en que deberá reflexionar sobre su salida del poder público, considerando, como lo inscribiría Carlos Fuentes en su libro La Silla del Águila: la parte más difícil de ser un gobernante, es la de convertirte en un ex gobernante. Un lento proceso que no se vislumbra hasta que ya no lo tienen en las manos.
Las alianzas de Ávila con traidores políticos y oportunistas como Jorge Ramos Hernández, la familia Hank, Armando Ayala, Alejandro Arregui y otros “pragmáticos” aliados al PT, a Fuerza por México, al PVEM o al propio PAN, que la ha apoyado, abandonarán el barco en cuando la ingobernabilidad comience a sufrirse en el gabinete.
Del mismo modo, sus operadores políticos como Netzahualcóyotl Jáuregui Santillán entenderán la realidad cuando se den cuenta que la operación política de los últimos años ha sido irrelevante. Despertarán de la realidad al darse cuenta que ganaron no por su capacidad política, sino porque estaban bajo el cobijo de una marca que a partir del 2 de junio comenzó a desgastarse por la ausencia del fundador, Andrés Manuel López Obrador.
La gobernadora debe entender que entra, a su muy joven edad, a su primer declive político natural en su carrera, y afrontarlo con la pausa y serenidad que no ha necesitado durante su crecimiento y desarrollo en el sector público.
Aquí la pregunta es si su equipo cercano, a los que ella está impulsando, como sus dos ex particulares Julieta Ramírez Padilla y Jaime Cantón, Netza, Juan Manuel Molina u otros, serán afines a su causa hasta el final. O bien, aprovecharán la coyuntura y escalarán en su carrera, dejando a un lado a la mandataria estatal.