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viernes, julio 5, 2024
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El trágico final de una campaña violenta

En una administración federal como la del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que, en las proyecciones con números oficiales, podría concluir su mandato con 190 mil asesinatos dolosos en cinco años y diez meses, superando por mucho a sus dos antecesores inmediatos, encaja de manera terrible con que también se haya celebrado la campaña más violenta que México ha tenido en tiempos modernos.

El miércoles 29 de mayo (el último día marcado por la Ley para hacer proselitismo político, pedir el voto y dirigirse a los electores), en un mitin al que había convocado para cerrar su campaña, el candidato priista de la alianza PRI, PAN y PRD para la alcaldía de Coyuca de Benítez Guerrero, José Alfredo Cabrera Barrientos, fue asesinado.


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El crimen, crudo, fuerte, a sangre fría, quedó videograbado a través de los celulares de los seguidores de Cabrera que le saludaban en medio de la algarabía en el acto político. Reflejo de lo que se vive en el país, una grabación es la más impactante. Al candidato se le ve sonriente, feliz, saludando a sus simpatizantes mientras camina hacia el lugar donde dirigirá un mensaje. Da la espalda y en la imagen aparece una mano empuñando un arma que acciona, asestando los disparos a la cabeza del priista.

Una imagen que recuerda otro momento difícil para México, cuando el 23 de marzo de 1994, en un video quedó registrada la mano de Mario Aburto Martínez cuando mató a Luis Donaldo Colosio Murrieta, el candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Al verdugo de Cabrera Barrientos en Coyuca de Benítez, Guerrero, lo abatieron ahí mismo los Guardias Nacionales que resguardaban tanto al candidato como el acto. Después de dispersarse los seguidores del candidato, en la explanada se ve -también en videos colgados en redes sociales- los dos cuerpos. El del asesino cubierto con una lona, donde se alcanza a leer las siglas del PRI, y el de Cabrera bajo una manta negra.


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El candidato opositor en Coyuca de Benítez, era el puntero para ganar la elección. Una población severamente afectada por el huracán Otis, y que fue abandonada por el Gobierno Federal, de Morena; el estatal, de Morena; el municipal, de Morena; se había volcado hacia el ingeniero de profesión que, junto a otros ciudadanos, hizo lo que pudo para apoyar a quien lo requería.

Mes y medio antes, el 19 de abril, Noé Ramos Ferretiz, alcalde con licencia de Mante, Tamaulipas y candidato a reelegirse por la alianza PAN, PRI, PRD, empezó su día de campaña con un almuerzo en la casa de una lideresa de sección panista. Transmitió un video en sus redes sociales comiendo tamales y frijoles. Fue lo último que grabó. Terminó de comer y se fue a recorrer las calles circundantes para tocar puertas y pedir el voto.

Entre los seguidores que le acuerpaban se acercó uno para supuestamente hacerle una petición, pero, contrario a ello, ante la amabilidad del político, sacó un cuchillo de entre sus pertenencias y en repetidas ocasiones lo asestó contra el cuerpo de Noé hasta matarlo.

18 días antes, el 1 de abril, en Celaya, Guanajuato, la candidata del partido oficial Morena, Gisela Gaytán, dio una conferencia en la que presentó su plan de seguridad para una de las ciudades más violentas del País. Terminado el acto, recorrió las calles de San Miguel Octopan, Celaya, pero no por mucho tiempo. Hombres armados se le acercaron y dispararon contra su humanidad. En el acto, fue asesinada.

Estos son sólo tres de más de 30 asesinatos contra candidatos en la contienda electoral de 2024, que culmina el próximo domingo 2 de junio, cuando los mexicanos tienen una cita en las urnas. Otras decenas de candidatos y políticos han sido heridos, secuestrados, amenazados, y en terribles casos, desmembrados. En México ya nadie está a salvo, ni la clase política que se pensaba privilegiada.

Mientras Alfredo Cabrera y Noé Ramos pertenecían a la alianza opositora, Gisela Gaytán representaba  (aunque ciertamente en un estado dominado por el PAN, Guanajuato) al partido oficial, al del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

La violencia en la campaña es algo insólito que sólo pudo imperar en un clima ya de suyo inseguro y violento como el que vive México. La política de abrazos y no balazos del Presidente López Obrador sólo abonó a la impunidad y trajo más muertes y violencia en todo el País. La presencia de la Guardia Nacional en las calles de México, sin investigación, sin inteligencia, es evidente que no sirve de mucho. La disuasión, cuando se ha dado, es menor.

Hoy muchos hogares de políticos están vacíos. Cientos renunciaron a sus candidaturas ante las amenazas. El crimen organizado, los cárteles impunes que se apropian de los territorios de los mexicanos, entraron a la elección a fuerza de balazos y amenazas. Participan con sangre para inhibir el voto, lo del crimen ya es terrorismo.

Pero el Presidente nada dice. Todo justifica. Si hay muertos, es para afectarlo a él. Si se da a conocer el asesinato de un niño de doce años, es para hacerle daño a él. Sobre el asesinato del candidato en Coyuca de Benítez, Guerrero, ya no se pronunció, porque convenientemente ahora sí decidió respetar las reglas electorales y durante dos días no realizará su conferencia matutina.

De los candidatos presidenciales, únicamente la opositora Xóchitl Gálvez emitió un posicionamiento y envió condolencias a Coyuca de Benítez, Guerrero. Claudia Sheinbaum no lo hizo. Ni siquiera el cruento video del asesinato la sensibilizó para dirigir un mensaje al respecto. Tampoco Jorge Álvarez Máynez tocó el tema, ni se dolió por la inseguridad hacia los políticos candidatos como él.

Cuando el templete en el que participaba en un cierre de campaña Jorge Álvarez colapsó, provocando muertes y heridos, Claudia Sheinbaum sí lamentó el hecho; también lo hizo Xóchitl Gálvez y el propio Presidente de la República. Pero a José Alfredo Cabrera Barrientos no le dedicaron ni un pésame, menos un llamado a la justicia.

Es terrible y trágico el ambiente en el que se desarrollaron las campañas en 2024, pero peor es la actitud insensible de un Presidente que, en la postrimería de su administración, siga arengando contra el pasado, culpándolo de la violencia del presente, que era su responsabilidad combatir.

Ojalá la violencia no ahuyente a los electores el domingo 2 de junio. Ahora es más importante salir a votar y participar para definir el futuro de este país.

Autor(a)

Adela Navarro Bello
Adela Navarro Bello
Directora general del semanario ZETA, Consejero de Artículo 19 y del CPJ para las Américas, entre otros reconocimientos, tiene el Maria Moors Cabot 2021 de la Universidad de Columbia.
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