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jueves, noviembre 21, 2024
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El loro del peluquero

El loro de un peluquero fastidiaba a una mujer que pasaba por la calle:

“¡Buenos días, mujerzuela!”.

Y otro día:

“¡Buenas tardes, mujer de nadie!”.
Hasta que un día la mujer reclama al dueño, pidiéndole que castigue al loro pintándolo de negro. Al día siguiente estaba el loro pintado de negro, y al pasar la mujer, el ave se quedó en silencio.
Con aires de victoria, ella se acerca y le pregunta:

“¿Por qué tan calladito, loro infeliz?”.

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Y con aires de grandeza, el loro responde:

“Cuando estoy de esmoquin no hablo con mujeres baratas”.

Autor: El peluquero.

El marido regresa a casa

Medio dormida en su cama, una señora escucha a su marido llegar del trabajo y siente cómo él la acaricia suavemente, casi de manera furtiva, como recorriendo la periferia de su cuerpo. Ella siente cómo su cuerpo reacciona inmediatamente a las caricias. El marido toma sus manos y las recoge, mete una de sus manos por su espalda y llega atrevidamente hasta sus redondeces.
A ese momento, la señora está que arde. Siente que la pasión perdida por años ha regresado y le encanta sentir cómo su hombre apoya sobre ella todo su peso. La enerva sentir en su nuca el cálido aliento de su marido. Ella se dispone cuando de pronto su marido suelta sus piernas, gira sobre sí mismo y se acomoda en su lado de la cama.
Asombrada y respirando hondamente, la esposa pregunta:

¿Qué pasó?

“Ya”.

¿Ya qué, grandísimo canijo?

“Ya duérmete, mi cielo. Ya encontré el control de la tele”.

Autora: Esposa frustrada.

El indio y el vaquero

Un vaquero encuentra a un indio acostado a la orilla del camino con la oreja pegada a tierra. Curioso por esta costumbre india le pregunta qué pasa. El indio le contesta:

“Carreta grande, cuatro ruedas, cuatro caballos; carreta llevar hombre blanco, rifle en brazos, al lado hombre blanco, mujer bonita, pelo largo; mujer llevar niño recién nacido en brazos”.
El vaquero exclama:

“¡Caramba! Yo había escuchado de la habilidad de los indios para detectar si vienen caballos o carretas con sólo pegar el oído a tierra, pero usted me ha sorprendido. ¿Cómo puede dar tantos detalles con sólo pegar su oído a tierra?”.

El indio responde:

“Es que ¡acaba de pasarme encima!”.

Autor: Un taxista.

La consulta

Un hombre va al otorrinolaringólogo y en consulta explica:

Mi problema es que mi mujer se está quedando sorda.

“Y ¿dónde está su mujer?”.

Es que es muy orgullosa y no va a querer venir, pero necesito que me dé una solución porque ya no puedo más con ella. La quiero mucho, pero esta falta de comunicación me está matando.

“Vamos a hacer una cosa. Usted háblele a ella desde una distancia prudencial, y vaya acercándose hasta que le conteste. Luego mide la distancia, me lo dice y ya determino el grado de sordera que tiene. Entonces le podré ayudar”.

El hombre va a casa y al entrar grita:

“¡AMPARO!”.
Nada. Se acerca hasta el recibidor y vuelve a gritar:

“¡AMPAROOO!”.

Nada. Entonces va hasta el salón y vuelve a gritar:
“¡¡¡AMPAAAAROOO!!!”.

Y nada. Ya desesperado, Piensa que su mujer está sorda como una tapia, se acerca hasta la cocina y allí la ve, lavando los platos. Se pone detrás de ella y vuelve a gritarle:

“¡AMPARO!”.

Ella responde furiosa:

“¿Qué quieres, hijo de la Chilindrina? ¡Ya te lo pregunté cuatro veces!”.

Autor: El doctor.

El pastor y su rebaño

Un pastor tenía un rebaño de ovejas, pero no un macho para crecer su inversión. Le comenta el problema a un colega, quien sugiere:

No pasa nada, llévatelas al monte y déjalas correr a su suerte. Ya verás que se las arreglan por ahí. Y no estaría nada mal que las estimularas, ya sabes, con un baile sensual y pues… seductor. Las ovejas entenderán y sabrán que hacer. Si al día siguiente se ponen al sol, es que están preñadas, y si se ponen a la sombra, vuelves a intentarlo.

“¿Me estás viendo la cara de idiota, o qué?”.

Para nada, ¿cómo crees que logré crecer un rebaño tan grande como el que tengo? Sólo hay que darles y empujoncito y listo, seguro encontrarán a su macho.

Al día siguiente, un tanto dudoso, el pastor sube a las ovejas a la camioneta, se las lleva al monte y… ¡dale! Gran espectáculo que les da en la soledad de la montaña. Después ve a las ovejas buscar su camino y regresar al cabo de un rato.

A la mañana siguiente, el pastor despierta y pregunta a su mujer:

María, ¿las ovejas están al sol o a la sombra?

“Están a la sombra”.
El pastor vuelve a subir a las ovejas a la camioneta y repite la operación. A la mañana siguiente:

María, ¿las ovejas están al sol o a la sombra?

“A la sombra”.

El pastor vuelve a cargar sus ovejas en la camioneta, y así sucesivamente durante varios días, hasta que una mañana:

María, ¿las ovejas están al sol o a la sombra?
“Ni al sol ni a la sombra. Desde las seis de la mañana están todas subidas en la camioneta, tocando el claxon…”.

Autora: La mujer del pastor.

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Autor(a)

Gabriela Olivares
Gabriela Olivares
gabriela@zeta.com
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