Hoy compartiré en lo personal sobre la vida de un hombre que disfrutó de 86 años, los últimos 49 compartidos con esta servidora.
Javier Prieto Aceves nació en la Ciudad de México; e inmediatamente después de titularse en la UNAM como abogado, decidió labrarse un porvenir y construir un futuro no económico, sino de experiencias y servicio.
Llegó a B.C. en Tijuana; estuvo brevemente, pues Ensenada era su destino. Ahí inició actividad como profesor en la Preparatoria de la UABC. Durante algunos años fue docente y litigante, especialmente en las cooperativas pesqueras. Fundó en el puerto la Asociación Caballeros de Colón e incursionó en el PAN, donde hizo grandes amistades que le dejaron enseñanzas definitivas: Salvador Rosas Magallón y Efraín González Morfín, ambos abogados y extraordinarios seres humanos.
Lo sobresaliente en su vivir fue la congruencia. Sus alumnos, amigos, contertulios coinciden en que Javier fue un hombre que vivió para servir al único Dios: Jesucristo. Demostró que desde la laicidad se podía vivir, disfrutar de este mundo, caer y levantarse, portarse mal e inmediatamente pedir perdón; corregir para finalmente construir a base de servicio, el camino para la Vida Eterna. La docencia fue su pasión durante muchos años.
De años atrás venía su relación con la literatura, como hombre culto y de fe. Al cumplir 80 años publicó ya en libro, esas experiencias en El Sitial de las Almas; y sin proyectarlos, cada año presentaba uno. Así siguieron Llovizna (poesía), El Mundo ha progresado una Barbaridad (cuentos, aventuras y proclamas), Curvatura que Cura la Locura… Un último que ya no alcanzó a terminar, y al que consideraba “el mejor”; eran reflexiones sobre el vivir a plenitud el servicio a sus semejantes.
Dar clases en México (Universidad Lasalle y Universidad Iberoamericana) y en Tijuana desde inicios de “la Ibero” en el antiguo Hospital y luego en el edificio nuevo, fue una gran experiencia. Hay cientos de hombres y mujeres que recibieron enseñanzas y testimonios de vida. Hoy extraordinarios profesionistas. Los nueve años como profesor en el Seminario Mayor, le permitieron contribuir con su grano de arena a la formación de sacerdotes comprometidos y fieles de la doctrina. Todos ellos dan testimonios que lo enorgullecían. Me gustaba leer algunos de esos comentarios de fin de curso; el más terrible que me impactó: “es un profesor demasiado exigente”.
Recordaremos a Javier por sus cosas positivas; disculpemos faltas porque el saldo a su favor es increíble. Dios seguro que lo perdonó y recibió con amor.
Nota 1. Habrá tiempo para cumplir con su deseo de presentar y compartir sus libros.
Nota 2. En el corazón de Javier siempre tuvo un lugar especial para su familia. Con eso nos quedamos.
Nota 3. Celebremos su vida.
Luz Elena Picos es directora de Red Social de Tijuana.
Correo electrónico: redsocialtijuana@hotmail.com www.lagacetaredsocial.com