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sábado, febrero 17, 2024
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“No hay que separar ficción y realidad”: David Toscana

El narrador mexicano ganó el V Premio de Novela Mario Vargas Llosa con la obra “El peso de vivir en la tierra”, publicada por Alfaguara en 2022

Es como un elogio a la ficción o a la locura (parafraseando a Erasmo de Rotterdam) la novela “El peso de vivir en la tierra”, de David Toscana, publicada en 2022 por el sello Alfaguara de Penguin Random House Grupo Editorial, misma que este año acaba de obtener el V Premio de Novela Mario Vargas Llosa; la obra también ganó el Premio Mazatlán de Literatura 2023.


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De hecho, el jueves 25 de mayo, en el Conjunto Santander de Artes Escénicas, durante la V Bienal Vargas Llosa, la escritora Rosa María Palacios se refirió atinadamente a “El peso de vivir en la tierra” como “el triunfo de la ficción”.

Mario Vargas Llosa y David Toscana. Foto: Cortesía FIL Guadalajara / Josué Nando

En el Paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara (UdeG), el domingo 28 de mayo, la escritora dominicana Soledad Álvarez, integrante del Jurado del Premio, fue la encargada de leer el acta dictaminadora:

“La novela que el Jurado ha decidido distinguir después de intensas deliberaciones, es una obra de gran fuerza innovadora en el panorama de las letras hispánicas. Construida con una notable variedad de recursos narrativos, la novela ganadora ha creado un puñado de personajes inmensamente conmovedores, pero sobre todo nos propone a sus lectores una profunda meditación de orgullosa estirpe cervantina sobre el poder de la imaginación en nuestras vidas, la imaginación como arma para luchar contra la adversidad, para darle unidad y riqueza a la existencia, para enfrentarnos a los autoritarismos y defendernos de las fuerzas que limitan nuestra libertad; su mirada o destreza formal, su reivindicación del humor y la ironía, su mirada compasiva sobre el ser humano y su fértil triángulo con la mejor tradición literaria. El Jurado otorga por mayoría el V Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa a ‘El peso de vivir en la tierra’ de David Toscana”.


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LA LOCURA

Lector de la literatura rusa de los siglos XVIII, XIX y XX y desempleado, borracho y soñador, Nicolás se inventa a sí mismo como personaje ruso con el nombre de Nikolái Nikoláievich Pseldónimov. Transcurre principios de la década de los 70, en un bar de Monterrey, y en su cuerda locura, Nikolái no sólo recluta, sino que contagia de su locura a otros borrachos para prepararse como cosmonauta y viajar al espacio, tal como el ruso Yuri Gagarin. En el trayecto, Nikolái y demás locos personifican y recorren la gran literatura rusa con autores como Dostoyevski, Tolstói, Gogol, Chéjov, Ajmátova, Pushkin. Pero viajar al espacio puede tener su encanto o desencanto.

Nikolái es finalmente como un loco que contagia a otros borrachos de su locura y de esa pasión por la literatura rusa, como Don Quijote en su pasión por la aventura a Sancho Panza. ¿Te planteaste hacer este paralelismo?, planteó ZETA a David Toscana.

“Sí, pero más que paralelismo es el punto de partida, y a partir de este punto pues lo demás se da por añadidura. Por supuesto que hay muchas cosas que caen en paralelo. Mi personaje no le ofrece a Sancho Panza o a sus Sancho Panza una ínsula que puedan gobernar, sino que les da el cuento que van a volar al espacio; pero a diferencia de Sancho, que parece que se cree las cosas, aquí el juego al que entran todos es al de vivir otra vida, que no es la propia, se dan cuenta de que sus vidas son un poco normales, ordinarias, aburridas y alguien les viene a ofrecer un juego en el que pueden de pronto ser alcohólicos, tuberculosos, asesinos o ser otros escritores y vivir en otro mundo. Entonces, todo esto es lo que finalmente les interesa, vivir otras vidas”.

¿En qué sentido reconoces una influencia de Dostoyevski en tu novela?

“La primera vida que quiere explorar el personaje Nikolái parte sobre todo de personajes de ‘Crimen y castigo’: está el alcohólico, está el asesino, está la tuberculosa y está la prostituta. Entonces, esos cuatro arranques que tiene la novela vienen completamente de ‘Crimen y castigo’, después se empiezan a ver otras cosas, pero ahí hay un eje de Dostoyevski”.

RUSIA EN LOS SIGLOS XVIII AL XX

Leer “El peso de vivir en la tierra” es también como un viaje por la literatura rusa de los siglos XVIII, XIX y principios del XX. En torno a la libertad coartada en la Rusia zarista en el Siglo XIX y comunista después, en el Siglo XX, Toscana planteó a ZETA:

“En Rusia nunca ha habido libertad. Entonces, cuando vemos todos estos escritores que trabajaron durante el zarismo los vemos, a la mayoría, que fueron perseguidos, desterrados, encarcelados. A Dostoyevski sabemos que lo mandaron a un campo de trabajos forzados; a veces podemos decir ‘qué bueno, porque en ese lugar reflexionó y aprendió tantas cosas de la condición humana que al regresar era un monstruo literario’, pero finalmente fue un hombre perseguido que estuvieron a punto de ejecutar, y cuando ya le tenían la cabeza cubierta para dispararle el pelotón de fusilamiento, llegó una orden del zar para que lo perdone y solamente le den cinco años de trabajos forzados en Siberia.

“Dostoyevski era el hombre más feliz del mundo, porque Siberia era un premio; imagínate lo que tienes que pasar para que sientas que es un premio ir a Siberia a estas condiciones de hambre, bajo cero y hacinamiento. Tolstói era un gran noble, de grandes familias, pero también lo persiguieron, la iglesia lo excomulgó, la gente del Premio Nobel estaba asustada porque era un hombre demasiado poco ortodoxo y nunca le dieron el Premio Nobel, les daba miedo ese personaje, pero también fue perseguido”.

Cortesía

Toscana no dudó a la hora de homenajear:

“Sabemos de todos los escritores que fueron ejecutados: Boris Pilniak, Isaak Bábel. Hay un libro que se llama ‘La palabra arrestada’ y habla de miles de escritores muertos. Ana Ajmátova sufrió lo que hoy llamaríamos la cancelación; siendo la gran poeta, le matan al marido, al hijo lo mandan a trabajos forzados y ella tenía que estar en las oficinas de la policía y de los servicios secretos tratando de encontrar información, porque el asunto es que se llevaban a tu hijo y no decían ni a dónde; la gente no sabía si estaban vivos o muertos, no tenías información de nada.

“A Isaac Bábel lo ajustician en los sótanos de la Lubianka, le pegan un tiro y la mujer vivió siempre creyendo que él estaba viviendo en Siberia, en trabajos forzados; hasta años después se entera que lo habían ejecutado. Entonces, tenías esta persecución que fue mucho más dura durante el comunismo, durante la época de Stalin, todavía de Nikita Khrushchev se supone que abrió un poco, le llamaban el deshielo porque retiró un poco la censura, pero solamente un rato y un poquito; Khrushchev siguió siendo un persecutor de escritores”.

No obstante a la censura en la Rusia zarista y comunista, “estas malas condiciones de algún modo también generaron esta buena literatura, pero los escritores pagaron un precio por generar esta literatura, incluso escritores con obras maestras como Vasili Grossman nunca vio publicada su novela. Mijaíl Bulgákov, autor de ‘El maestro y Margarita’, murió; iba una y otra vez a la oficina de la censura a decir ‘por favor, publiquen mi libro’. ‘Pues no, no te lo vamos a publicar’. Y para un escritor es muy duro que no te publiquen el libro. Tampoco se lo quisieron publicar a Pásternak, pero Pásternak tuvo el modo de echarlo fuera a través de un agente italiano y pues se publicó en Italia. Entonces, estas malas condiciones crearon buena literatura. Por ahí queda la fantasía de que quizás haya alguna obra maestra que ya nunca llegamos a conocer, se destruyó o que todavía está por ahí guardada en algún archivo, pero eso son especulaciones”, reflexionó el autor.

EL HUMOR A LA TOSCANA

David Toscana (Monterrey, 1961) es autor de “Estación Tula”(Joaquín Mortiz, 1995), “Historias de Lontananza” (Joaquín Mortiz, 1997), “Santa María del Circo” (Plaza & Janés, 1998), “Duelo por Miguel Pruneda” (Plaza & Janés, 2002), “Los puentes de Königsberg” (Alfaguara, 2009), “El último lector” (Alfaguara, 2010), “La ciudad que el diablo se llevó” (Alfaguara, 2012), “El ejército iluminado” (Alfaguara, 2013), “Evangelia (Alfaguara, 2016) y “Olegaroy” (Alfaguara, 2017). La ironía recorre la obra de David Toscana, incluida por supuesto en la novela “El peso de vivir en la tierra”.

“El humor se tiene que dar por las situaciones y no por buscar el chiste, tener ciertos elementos, manejar la ironía. El absurdo es el ambiente en el que se tiene que mover una novela donde están ocurriendo estas cosas, ni modo de ser serios cuando tienes estos borrachos diciendo que van al espacio y que ‘ahora yo soy Ana Ajmátova’ y ‘ahora yo soy Valentina Tereshkova’, pues no creo que haya modo de tratarlo seriamente. Sin embargo, el humor no tiene que ser el chiste. Nosotros sabemos que en México hay una tradición larguísima de los moneros que apenas terminas de sonreír y te cae el peso de lo que están dibujando; o sea, a veces te hacen sonreír con la tragedia, y yo creo que esa cultura de los moneros, de humor con lo trágico, el humor con los problemas políticos y cotidianos, es lo que más o menos prevalece en la novela, porque finalmente habla de tragedias, de falta de libertad, de persecución, de muerte, de ejecuciones; de tantas cosas terribles también está hablando la novela, pero ahí tienes el guiño del humor”.

¿Qué tanto influye el humor de Chéjov en tu obra?

“Te puedo decir que mucho. Son cosas que yo a veces me pregunto, si el humor es algo que aprendes o asimilas, o si simplemente te reconoces como que tienes un mismo ADN, y claro que me gusta mucho Chéjov, porque tiene este humor inteligente; tampoco es que haga el chiste y lo mismo lo tiene a veces en la tragedia, en la desgracia. Y claro que tiene cuentos que no tienen humor, hay unos que son perfectamente trágicos”.

En alguna parte de la novela se lee: “Se reía y se reía y le daba palmadas a Prascovia en la espalda y le brotaban lágrimas de la risa. ¡La idiota! Él mismo se avergonzaba de su risa…”; y en otro pasaje: “Y por más contagiosa que pudiera ser la risa, esta vez no contagió a nadie, ni hubiera podido contagiar a nadie en la época en que Matrioscha se ahorcó, ni a los borrachos de cualquier pasado en que el humor fuera vulgar y torcido…”. ¿Te planteas algún límite en el humor?, o en todo caso, ¿qué es lo que no querías que fuera tu novela?

“No quería que fuera vulgar, porque uno se pone a pensar y, cuando lees muchas historias de lo que era chistoso para los rusos, de lo que era el humor para Pedro el Grande, Pedro el Grande se la pasaba riéndose, pero era el tipo más vulgar del mundo, o sea, le hacían cada cosa que yo no le encuentro la menor gracia, pero para ellos era muy simpático. Te cuento una escena donde se están riendo mucho y uno de los personajes trata de ser prudente y decir no se rían de eso, pero te cuenta de un policía que amarran a un oso y lo tiran al río; entonces será chistoso o no será chistoso. Por supuesto que para el policía no es chistoso, pero aun así, si yo me entero que hacen estas bromas, pues a lo mejor me parecen vulgares. El humor es una cuerda floja, te puedes caer y entonces hay que estar bien equilibrado. ¿Cómo mido el equilibrio?, pues con mi criterio, habrá quien lo mida de otra forma y habrá quien piense que se me fue alguna vulgaridad; puede que sí, puede que no, pero yo trato que no”.

LA CELEBRACIÓN DE LA FICCIÓN

Con “El peso de vivir en la tierra” se celebra “el triunfo de la ficción”, tal como diría la escritora Rosa María Palacios al referirse a la obra de David Toscana.

¿Cuál es tu idea de la ficción en relación con la realidad?

“Hay una frase muy común que dice que ‘la realidad supera a la ficción’, y eso puede ocurrir porque la realidad no necesita ninguna coherencia y la ficción tiene que ser verosímil, ordenada, tiene que tener un sentido, estética, tiene que tener una serie de requisitos, pero a partir de ahí no tenemos que tomar como verdadera esa frase. Creo que la ficción tiene grandísimas posibilidades para superar la realidad, tanto así que por eso la celebramos y por eso celebramos más una ficción que contó Tolstói hace 200 años que una realidad que le pudo haber sucedido a cualquier persona en Rusia.

“Al final realidad o ficción, una vez que pasa lo que tenemos es el recuerdo o el relato de lo que haya pasado. Para mucha gente, los evangelios son realidad, para otros son ficción, pero sea como sea, lo único que tenemos es ese relato. Entonces, pon tú que eres un cristiano convencido, pues por más real que sea, lo que tienes es un relato. Entonces hay que darle al relato esta estatura que se le puede dar en los evangelios como una realidad, como una verdad. Siempre he dicho que cuando leemos una buena novela estamos teniendo una experiencia, es algo real, los sueños también. Dice Calderón: ‘Los sueños, sueños son’; sí, pero tienen una dosis de realidad”.

El ganador del V Premio de Novela Mario Vargas Llosa sentenció:

“No hay que separar el mundo en ficción y realidad, en imaginación y algo concreto, creo que todo es parte de nuestra realidad. Lo grandioso del ser humano es que sabe vivir en el relato, en la imaginación. Esto es lo que nos diferencia mucho más de cualquier otro ser y, entonces, eso es lo que quiero celebrar, entre otras cosas, con esta novela”.

Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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