Tiste el día será en que el ser humano macho alfa,
empoderado, no se preocupe por su salud renal.
Cuántas veces no habrá pensado en
su pobre vejiga
y todo lo que ésta hace por sus partecillas,
agobiado por cargar con el peso monumental
de ser la figura dominante en la sociedad.
Pobre criatura el hombre,
que ante la disyuntiva de mantener el porte
o caminar al interior del sanitario,
quitando la oportunidad a otro símil macho
de usar el mingitorio santo,
se convierte en Duchamp robándole a Elsa,
y mejor hace uso de la esquina más expuesta.
Y entonces la saludable y misericordiosa
persona del género masculino,
se vuelve Mesías
de las buenas costumbres y cortesías,
ejemplificando todas las maneras posibles
de derramar en miles
el líquido almacenado en los riñones
antes de -ni lo mande dios-
generar arena en sus frijoles,
conmiserándose de los pobres
que tampoco logran controlar la micción.
(Ante todo, solidaridad).
Por eso agradezcamos cada esquina pública
de cuyas paredes y pisos emanan odoríficas virutas
orgullosamente úricas;
requisito indispensable para toda gran ciudad.
Andrea López.
Tijuana, B.C.