En 2022 se cumple el Centenario del natalicio de José Saramago (Portugal, 16 de noviembre de 1922-España, 18 de junio de 2010) y el mundo celebra al Premio Nobel de Literatura 1998.
Y para conmemorar a Saramago, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) iniciará el 23 de abril, Día Mundial del Libro, sus actividades del programa “Guadalajara, Capital Mundial del Libro 2022” con una lectura colectiva de “Ensayo sobre la ceguera”, en el emblemático Paseo Fray Antonio Alcalde del Centro Histórico de Guadalajara, desde las 10:00 hasta las 17:00 horas.
Durante el maratón de lectura en voz alta, cada participante recibirá, como marca la tradición de Saint Jordi que inspira el festejo del Día Mundial del Libro, una rosa y un libro, en este caso de “Ensayo sobre la ceguera”, como obsequio de la FIL, con apoyo de Penguin Random House, editorial que publica la obra maestra de Saramago en el sello Alfaguara.
En “Ensayo sobre la ceguera” (Alfaguara, 1995), Saramago cuenta la historia de cómo súbitamente algunas personas empiezan a quedarse ciegas, y debido a que inexplicablemente cada vez son más los invidentes, éstos son puestos en cuarentena para evitar la propagación de la epidemia de ceguera blanca.
Más allá de las reflexiones, aforismos y otras sentencias en torno a la ceguera, en “Ensayo sobre la ceguera” el Nobel lleva al lector hasta el hacinamiento adonde los invidentes son confinados para evitar que la epidemia se propague; es ahí donde el narrador portugués explora las condiciones humanas extremas, a través de los ciegos, al contar cómo tendrán que resolver sus necesidades fisiológicas y problemas más inmediatos sin la vista. Basta decir que en la caótica cuarentena sucede de todo y el instinto animal de las personas sale a flote con tal de sobrevivir o salvar el pellejo, o por puro placer, aunque la humanidad siempre se asoma.
En las ediciones recientes de “Ensayo sobre la ceguera” publicadas por Alfaguara (de 2020, por ejemplo, editadas durante la pandemia por COVID-19), a manera de epílogo (en sí mismo otra obra dentro de una obra), el libro incluye una recopilación de los secretos de Saramago sobre el proceso de gestación de su celebérrima novela, revelaciones por cierto contenidas en “Cuadernos de Lanzarote (1993-1995)” (Alfaguara, 1997), título publicado originalmente un año antes de que ganara el Premio Nobel de Literatura en 1998 y que incluye los tres primeros cuadernos del añorado autor portugués: los de 1993, 1994 y 1995, que en sí mismos son todo un agasajo imperdible.
“Esta mañana, cuando me desperté, me vino la idea del ‘Ensayo sobre la ceguera’ y, durante unos minutos, todo me pareció claro excepto que del tema pueda llegar a salir alguna vez una novela, en el sentido más o menos consensual de la palabra y del objeto. Por ejemplo, ¿cómo meter en el relato personajes que perseveren en el dilatadísimo lapso de tiempo narrativo del que voy a necesitar? ¿Cuántos años serán necesarios para que se encuentren sustituidos por otras, todas las personas vivas en un momento dado? Un siglo, digamos que un poco más, creo que será bastante…”, reveló Saramago el 20 de abril de 1993; más adelante, el 21 de junio del mismo año, resolvió mientras escribía su citado diario:
“Dificultad resuelta. No es necesario que los personajes del ‘Ensayo sobre la ceguera’ tengan que ir naciendo ciegos, unos tras otros, hasta sustituir por completo a las que tienen vista: pueden cegar en cualquier momento. De esta manera queda recortado el tiempo narrativo”.
Una de las dudas más comunes de los lectores de “Ensayo sobre la ceguera” es cómo se refiere o nombra el narrador a los personajes ciegos (“la chica de las gafas oscuras”, “el niño estrábico”, “el viejo de la venda negra”, “la mujer del médico”, por citar algunos), incógnita que José Saramago reveló el 24 de julio de 1994:
“Una cosa sería hacer una novela sin personajes, otra pensar que es posible hacerla sin gente. Ésa fue mi gran equivocación cuando imaginé el ‘Ensayo sobre la ceguera’. Tan grande fue que me costó meses de desesperante impotencia. Tardé demasiado tiempo en comprender que mis ciegos podían pasar sin nombre, pero no podían vivir sin humanidad. Resultado: Una buena porción de páginas para la basura”.
Y así sucesivamente, el epílogo de las ediciones recientes de “Ensayo sobre la ceguera” rescata cronológicamente los secretos que Saramago confiesa sobre cómo escribió su obra maestra a la que hay que volver.