“Dios existe. Y si no existe, debería existir. Existe en cada uno de nosotros, como aspiración, como necesidad y, también como último fondo, intocable de nuestro ser”.
-Octavio Paz
En el marco del 42 aniversario del Semanario ZETA de Tijuana y de la edición XXIII de la Feria Internacional del Libro (FIL) UABC, entrevistado por Enrique Mendoza en la sección Cultura, el poeta Javier Sicilia evoca al premio nobel de literatura (1990) Octavio Paz: “Cuando las lenguas se corrompen, las sociedades se pierden y se prostituyen”.
Muchos deberíamos evocar aquella expresión de Wittgenstein, pensador europeo que aconsejaba: “De lo que no se sabe, es mejor no hablar”. Popularmente, en boca cerrada no entra mosca. Eran las elecciones para 2012 cuando el licenciado Enrique Peña Nieto, candidato presidencial, se paseaba por la FIL de Guadalajara y al preguntarle sobre sus libros preferidos mencionó “El Principito” de Nicolás Maquiavelo. Falta de ignorancia, decía el Chavo del Ocho. A don Vicente Fox nunca le perdonaron aquello de no saber si José Luis Borges va con “v minúscula” o “b de burro”.
El problemón o reto para quienes escriben o hablan de religión o de Dios, no es la expresión en sí, sino si nuestra religión no sirve para nada porque no ayudamos a los huérfanos o a las viudas en sus necesidades. “Muéstrame tu Fe sin obras, que yo por mis obras de mostraré mi Fe”. De lengua me como un taco, dice el pueblo; pura lengua; pura retórica, pura palabrería; no hay relación entre el hablar y el actuar. En las tesis tomistas. La Verdad es la adecuación de la mente a las cosas. La veracidad es hacer lo que se dice.
Las letras son parte del lenguaje humano. Al que no habla, Dios no lo oye. Javier Sicilia considera las palabras como el sonido musical: si no hubiera espacios o silencios, aquello no se entendería; el sonido sin silencio es ruido. Las palabras sin silencio o espacios no se entienden.
Octavio Paz, acostumbrado al silencio por la poesía y la lectura, expresaba “Yo solo sé que hay alguien más grande que yo, que me deletrea”. Por ahí en la FIL, entre los libros usados estaba la colección del sobreviviente de Auschwitz y profesor de la Universidad de San Diego Viktor E. Frankl: “La Presencia ignorada de Dios”.
Cerca de 15 mil personas por día asistieron a la FIL de Mexicali; mientras, este año al parecer no habrá Feria en Tijuana. Recuerdo cuando la FIL de Guadalajara se realizaba en 1980 a las afueras del palacio municipal en Avenida Alcalde cerca de Catedral; ahora es un evento de carácter mundial. En 2021, la FIL en Jalisco otorgó, a través de la Universidad de Guadalajara (UdeG), el premio Bibliófilo al padre y jurista Tomás de Híjar, empedernido coleccionista y rescatador de libros, quien donó más de 20 mil obras a su Alma Mater. Es una tristeza que por ahí anden rodando los tres mil 200 libros de la biblioteca de uno de los más grandes literatos mexicanos en el mundo, el mexicalense Daniel Sada, merecedor del premio español Príncipe de Asturias.
Los juglares como Joan Manuel Serrat han musicalizado a poetas como León Felipe, Manuel y Antonio Machado, a Miguel Hernández, Mario Benedetti y Sabina, hombres de letras perseguidos por los regímenes autoritarios de Europa y América (los inefables generales Franco y Pinochet, entre otros).
Más de uno sostiene que “A Serrat le deberían dar el Nobel de la Paz o de Literatura”; a lo mejor algún día el Comité de Oslo, Noruega, instituye el Nobel de Música. Hace unos años premiaron a Bob Dylan, el autor de “Blowing in the Wind”, que tanto se canta, hasta en las misas solemnes. “Saber que vendrás, saber que estarás partiendo a los pobres su pan”. The answer my friends is blowing in the wind, the answer is blowing in the wind.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com