Conzultoría Matrimonial y Familiar
Explorar la propia sexualidad, aumentar el placer, añadir variedad, romper la monotonía o simple curiosidad, son algunas de las razones por las que las personas, ya sea a solas o en pareja, utilizan los juguetes sexuales. Pero para que el juego no tenga consecuencias negativas, como infecciones, lesiones o exposición a materiales tóxicos, es necesario tomar algunas medidas preventivas.
Nada con exceso, todo con medida, dice un dicho popular, y en el sexo esto no es la excepción. Si bien el uso de los juguetes sexuales es un plus en la relación de pareja, en la exploración de la sexualidad en solitario y en ciertas situaciones un buen recurso terapéutico cuando hay problemas para alcanzar el orgasmo, el uso exagerado de ellos empieza a aparecer y se le ha denominado síndrome de la vagina muerta. Y no se trata de que este órgano sexual textualmente muera, no; el término hace referencia a un problema de insensibilidad temporal en la zona de la vulva y la vagina debido al uso excesivo de los vibradores.
El asunto comenzó cuando se empezaron a reportar casos en el aumento de mujeres que después de usar vibradores dejaban de tener sensibilidad en la zona genital, lo que en un primer momento los sexólogos y médicos atribuían a la amnesia vaginal, que es cuando a pesar de sentir excitación, no se puede tener el placer de llegar al clímax producido por el coito u otras formas de masturbación; pero en estos casos, todas la mujeres con ese problema tenían en común haber hecho uso en forma excesiva de los vibradores. La función de estos aparatos es lograr diversos ritmos e intensidades de estimulación que permitan a la mujer llegar al orgasmo, pese a que pueda tener o no dificultades de cualquier tipo para lograrlo.
Y es que a lo largo de la historia el orgasmo femenino ha sido llevado y traído, menospreciado, ignorado y difamado. La famosa “histeria” fue considerada hasta ya entrado el siglo XX como una enfermedad (inventada) que afectaba solo a las mujeres; sus síntomas incluían insomnio, irritabilidad, nerviosismo, infelicidad, desobediencia e impertinencia, de acuerdo con los médicos, y solo se curaba con el orgasmo o también llamado en ese entonces paroxismo histérico (que no era más que la masturbación asistida).
Fue Joseph Mortimer Granville quien, usando la tecnología de la época, creó en 1880 un aparato para facilitar el paroxismo, creando así el primer vibrador; pero en realidad se hizo popular en los años 50 al aparecer en los catálogos de labores de aguja de tejer, donde se anunciaban modelos para mujeres que desearan probar el tratamiento en casa (para la histeria), con lo que el vibrador se convirtió en el quinto aparato electrodoméstico de los hogares, después de la máquina de coser, el ventilador, la tetera y la tostadora.
Durante décadas se hizo común escuchar que las mujeres, a diferencia de los hombres, tenían más problemas para logar el orgasmo y que requerían de mayor tiempo y mucha más estimulación; de manera tal que una condición nuevamente se vio como un problema. Más si situamos el asunto en un momento histórico donde la rapidez, la prontitud y la intensidad en el sexo están sobrevalorados.
Hoy los vibradores aparecen (de nuevo) para aliviar la preocupación femenina y, en el mundo de los juguetes sexuales, el vibrador es el rey. Modelos, tipos, tamaños y estilos hay por cientos, pero esta vez el problema comienza cuando no se saben usar y este conocimiento va más allá de seguir las instrucciones de uso: ahora se trata de aprender el cómo sí de los juguetes eróticos.
El problema de fondo es que las mujeres han generado, por una parte, una dependencia, y por el otro, la imposibilidad de lograr el orgasmo por otras vías; o si lo logran son menos intensos, lo que se traduce erróneamente como malos. Algunas señalan que, al no lograr alcanzar un orgasmo con su pareja, en algunas ya es costumbre usar vibradores en la vida diaria, pues eso calma la ansiedad que les genera dicha frustración. Los juguetes sexuales no son cosa de juego.
El Lic. Roberto Bautista es terapeuta de parejas con maestría en Mediación.
Correo: bautista46@hotmail.com