La Navidad es el cumpleaños de Cristo y los cristianos.
Pareciera inconcebible que hubiere asesinatos el 24 o 25 de diciembre. La Navidad, o nacimiento de Jesucristo el Hijo de Dios, se nos olvida que ocurrió en una noche de invierno en una cueva de Belén, Palestina.
Recién nacido el Niño, sus padres José y María, deben emprender nuevamente la huida al desierto porque la autoridad, el rey Herodes, enloqueció y quiere asesinar al infante; se salvará Él, por el aviso del Ángel. La aldea donde nace Jesús, será regada con la sangre de todos los niños menores de dos años sacrificados por el poder. Es un rey judío que no quiere reemplazo, mas Jesús no busca el poder a la manera del mundo. Como hoy en nuestras familias sus deseos son de paz, concordia, alegría.
Prácticamente en nuestro tiempo hemos reemplazado al Dios de la Navidad. Hace unos años la propuesta en parte de Europa fue que la Navidad no haría más referencia a una festividad religiosa. No, simplemente una época de consumo, diversión, “felicidad”.
Para los mexicanos y latinos o hispanoamericanos. La Navidad -en la frontera- es una mezcla de cosas. Toda la escenografía American Way of Life, pero comida: tamales, pozole, champurrado, calientito, frijoles refritos, y quizá jamón.
Entre Jingle Bell o The Little Drummer Boy (el niño del tambor), la Navidad es un encuentro de familia, amigos, hermanos, vecinos, desconocidos.
En la tierra del Niño Dios, hace 2021 hubo una conjunción de planetas que dieron origen a la Estrella de Belén; quizá en el mundo que vivimos, lo más necesario siga siendo esa estrella en donde coinciden las grandes religiones monoteístas, que adoran a un solo Dios: nuestros hermanos judíos, musulmanes y cristianos.
Hay tres mujeres que ofrecen mutuamente ayuda y alimentos a los más pobres, y son cada una de diferente raza y religión. Pero como la estrella, se conjugan para hacer el bien; en un mundo donde precisamente uno de los muros más gigantescos es el que divide Israel de Palestina. Jesús nació en Belén aunque murió en Jerusalén.
A estas alturas de la humanidad, nos urge ser cristianos, o judíos, o musulmanes; practicantes, no solo parlantes. De lengua me como un taco, dice la raza.
Es lo que nos está pidiendo Dios, diría San Pablo, Caritatis urget; urge la caridad entre nosotros.
La Navidad está posicionada en buena parte de la humanidad. Es una fiesta esencialmente religiosa. Como la familia de Nazaret, a la puerta de nuestras ciudades seguirán llegando los migrantes a la frontera; vivimos entre naciones pobres y naciones ricas. Ellos buscan vivir para vivir.
En estos días decembrinos y de nuevo año, las lecturas bíblicas, en especial San Juan el Evangelista, insistirá en que quien dice que ama a Dios y no ama al prójimo, es un mentiroso. Porque nadie puede amar a Dios a quien no ve, sino ama al prójimo, a quien sí ve. San Mateo, siguiendo a Jesús Nuestro Señor le pondrá nombre al prójimo: hambrientos, encarcelados, migrantes, sin techo, sin casa, enfermos, los que están tristes.
Desde la pobreza de su vida, el Dios de Jesucristo quiere “enriquecer” nuestra pobre vida con su nacimiento y su entrega diaria. Hay que darle posada en nuestro espíritu, en el corazón.
La persona humana se equivoca, falla, es pecadora. Por eso San Juan dirá que quien dice que no ha cometido pecado es un mentiroso y la verdad no está en él. Para eso nació Cristo, y con él nosotros los cristianos. Aunque no seamos tan buenos cristianos. Dios nos siga concediendo la oportunidad de vivir, y aunque sea imperfectamente imitarlo. Cene usted lo que cene es Nochebuena, rece un Padre Nuestro y un Ave María, e incluso con cubrebocas, demos gracias a Dios por todo.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com