Le miré por la mañana
volando de flor en flor
y me emocioné todita
como una niña de trenzas.
Esta primavera triste
no me había dado el placer
de contemplar el milagro
de la seda en su abanico.
Un amarillo discreto
sus alitas me mostró
y acarició mi mirada
con presencia angelical.
Quise brincar de alegría
y volar cual mariposa,
bajo el sol de la mañana
en las plantas del jardín.
Su danza quedé admirando
en las flores del romero,
las violetas y geranios
pensamientos y petunias.
Hoy un óleo contemplé
de artista desconocido,
con sus pinceles de seda
le dio vida a mi jardín.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California