“Toma una galleta, Potter”
-Minerva McGonagall a Harry Potter, en Harry Potter y la Orden del Fénix
Fue en 2007 cuando para varias generaciones se marcó un antes y un después con la publicación del último libro en la saga de Harry Potter. Viene a mí la memoria de la pubertad, leyendo traducciones no autorizadas en blogs de fans, quienes con ímpetu y sin fines de lucro se dedicaron a traducir capítulo tras capítulo (ante la previsible y larga espera de la versión oficial en español, disponible hasta un año después).
En ese verano de mis 12 años, cuando justa y casi simultáneamente apenas se iba estrenando la quinta parte fílmica, sentí el fin; y sin embargo, podía esperar que la magia del universo creado por J. K. Rowling se extendiera todavía por más tiempo, gracias a los filmes que restaban.
Sería en años posteriores cuando, de nueva cuenta, se marcaría otro precedente con la entrega de la última parte cinematográfica de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (que de hecho, sentó las bases para otras sagas juveniles, con la división del libro en dos largometrajes, tendencia que continuaría por años). Cual Cannes, en diversas salas en todo el mundo, esa madrugada de estreno suscitaría aplausos y ovaciones infinitas; de las que desafortunadamente no fui partícipe, pero que sentiría por igual. Porque hay algo sumamente especial y melancólico en formar parte de quienes quisimos recibir nuestra carta para Hogwarts.
Las generaciones de niños y jóvenes marcados por una saga literaria europea no son algo nuevo. Para muestra, aquellos bisabuelos que se forjaron junto con Christopher Tolkien en la escuela del Señor de los Anillos; o los abuelos crecidos pensando en encontrar un portal a otra tierra, gracias a Las Crónicas de Narnia. Sin embargo, cada una de ellas sentimos esas lecturas cual primer momento histórico.
Pasan los años y quizás muchos no volvimos a releer el set de siete aventuras “potterescas” de la misma forma, ni a mirar nuevamente las ocho películas con el mismo ímpetu, tras los maratones infinitos de TNT, las polémicas -y constantes- declaraciones de Rowling, así como nuevas perspectivas y entendimiento de la trama, los personajes, actuaciones en específico y demás cuestiones (sin contar -o descontando a propósito- la publicación de un “octavo” libro que no tiene nada de chispa)…
Pero así como ese ficticio 31 de julio de 1989 iniciaría la historia del “niño que vivió”, este julio se cumplió ya una década desde que oficialmente dijéramos nuestro último adiós al trío dorado, ahí en la estación de King’s Cross, en el andén 9 ¾. Y ahora, tantos adultos podremos retornar ante el espejo de Oesed y entender que es muy cierto su grabado: Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse. “Esto no es tu cara, sino de tu corazón el deseo”.
Atentamente,
Andrea López González.
Tijuana, B.C.