Un hombre a una cantina y, mientras se dirige a la barra, todos lo observan asombrados.
Llega aquel tipo, pide una cerveza y el cantinero pregunta:
— Usted es bombero, ¿verdad?
“¿Y cómo lo supo?”.
— Me di cuenta por la forma de caminar, la forma de abrir la puerta, la forma en que levanta la barbilla, las botas, el casco y el extinguidor.
Autor: Un observador.
Guitarrista va a un país africano
Resulta que a un famoso guitarrista le propusieron ofrecer un concierto en algún país de África, y aceptó. A tiempo tomó el avión y, cuando sobrevolaba la selva, se estrelló en medio de la selva. Solo sobrevivieron el guitarrista y su guitarra. Al rato, se le acercó un león con cara de hambriento, luego otro y otro. En ese momento se acordó que había leído que la música calmaba a los animales, y muy nervioso se puso a tocar una canción. Los leones se calmaron y acostaron a su alrededor. El músico se tranquilizó al pensar que se había salvado de morir, cuando de repente, de entre los árboles salió un león furioso y se comió al guitarrista. Uno de los primeros leones le dijo a otro:
“¿Ves? ¡Te dije que el sordo nos iba a arruinar el concierto!”.
Autor: León sordo y satisfecho.
Llamadas
¡Ring, ring!
Suena el teléfono a las cuatro de la mañana y al descolgar se oye una voz que pregunta:
“Aló, aló. ¿La familia Silva?”.
Y una voz dormilona contesta:
“No, tarado, ¡la familia duerme!”.
* * *
— Hola, ¿está el señor Johnny Bravo?
“No, yo creo que está feliz, ¡se acaba de divorciar!”.
Autor: Anónimo de Telnor.
El diario de Ella y de Él
El diario de Ella:
El sábado por la noche lo encontré raro. Habíamos quedado en encontrarnos en un bar para tomar una copa. Estuve toda la tarde de compras con unas amigas y pensé que era culpa mía porque llegué con un poco de retraso a mi cita, pero él no hizo comentario alguno. La conversación no era muy animada, así que le propuse ir a un lugar más íntimo para charlar más tranquilamente. Fuimos a un restaurante y él seguía portándose de forma extraña. Estaba como ausente, intenté que se animara y empecé a pensar si sería por culpa mía o por cualquier otra cosa. Le pregunté y me dijo que no tenía nada que ver conmigo… pero no me quedé muy convencida.
En el camino a casa, en el auto, le dije que lo quería mucho y se limitó a pasarme el brazo por los hombros, sin contestarme. No sé cómo explicar su actitud, porque no me dijo que él también me quería y estaba yo cada vez más preocupada.
Llegamos por fin a casa y en ese momento pensé que quería dejarme. Traté de hacerle hablar, pero encendió la tele y se puso a mirarla con aire distante, como haciéndome ver que todo había terminado entre nosotros.
Por fin desistí y le dije que me iba a la cama. Más o menos diez minutos más tarde, él vino también y, para mi sorpresa, correspondió a mis caricias y pasó lo que quería que sucediera, pero seguía teniendo un aire distraído que me dejó intranquila.
Después quise afrontar la situación, hablar con él cuanto antes, pero se quedó dormido. Empecé a llorar hasta quedar adormecida. Ya no sé qué hacer, estoy casi segura de que sus pensamientos están con otra. Mi vida es un auténtico desastre.
El diario de Él:
Perdió el América. Al menos la pasé bien con Lorena, tan preguntona, pero está como quiere, la condenada.
Autor: Terapeuta matrimonial.
El sordo y la abogada
Un jefe de la mafia descubrió que su contador había desviado 10 millones de
dólares de la caja. Como era sordo, fue admitido en el trabajo, ya que no podía oír nada y, en caso de una eventual detención y proceso, no podría actuar como testigo.
Cuando el jefe le fue a preguntar por los 20 millones de pesos, llevó consigo a
su abogada, que conocía el lenguaje de señas de los sordomudos.
El jefe preguntó al contador:
“¿Dónde están los 10 millones que te llevaste?”.
La abogada interpretó la pregunta al contador, quien a su vez respondió con señales:
“No sé de qué están hablando”.
La abogada tradujo para el jefe:
“Él dice que no sabe de qué hablamos”.
El mafioso sacó una pistola calibre 45 y apuntó a la cabeza del contador, gritando:
“¡Pregúntale de nuevo!”.
A señas, la abogada advirtió al contador:
“Él te va a matar si no le cuentas dónde está el dinero”.
El contador respondió con señas:
“Okey, ustedes ganaron. El dinero está en una maleta café de cuero, enterrada en el jardín de la casa de mi primo Enzo, en el número 400 de la calle 26, bloque 6 del barrio de Santa Marta”.
El mafioso preguntó a la abogada:
— ¿Qué dice?
“Que usted es un bruto y un bravucón. Que él no tiene miedo de morir y que a usted le falta valor para apretar el maldito gatillo”.
Autor: El marido de la abogada.