Con un conteo de votos sumamente minucioso en cuatro estados clave en el proceso electoral norteamericano 2020, los futuros claroscuros de la relación entre los países vecinos del Norte ya se avizoran
Son cuatro estados convertidos en el verdadero campo de batalla del proceso electoral 2020 en Estados Unidos, donde tanto el actual Presidente, Donald Trump por el lado republicano, manifestó que será el ganador; al igual que el ex vicepresidente, el demócrata Joe Biden.
Con un sistema que suma sufragios electorales por estados, según el partido favorecido en cada entidad en vez de sumar el voto popular a nivel nacional, la ruta a la Casa Blanca nunca es directa, pese a que esta vez las encuestas siempre colocaron a Biden por arriba de Trump, sin dejar de lado el hecho que el empresario neoyorquino sabe moverse mejor cuando tiene todo en contra.
Georgia, Arizona, Nevada y Pensilvania son y seguirán siendo desde el 3 de noviembre y hasta el 20 de enero, el escenario de una verdadera guerra legal que parece inevitable y hasta fue anunciada cuando el martes por la tarde, Trump se dirigió a la nación para proclamarse victorioso y advertir que llevaría el asunto hasta la Suprema Corte, además de manifestar su intención de detener el conteo de votos por correo y a distancia.
El mensaje críptico, característico del magnate, dejó entrever lo que ya había reiterado sobre todo en la recta final de su campaña: su descrédito del voto a distancia y por correo, contrariamente tan recomendado por el partido demócrata en voz de Biden, quien tomó todas las medidas de salud necesarias para efectuar mítines a distancia, desde autos y con cubre bocas, a diferencia de Trump, el promotor de la idea de un contagio de COVID mucho menos preocupante, pese a haber padecido la infección en octubre.
Varios factores obstaculizan el proceso para quien busca la reelección: buena parte de la comunidad hispana agraviada por una política migratoria de mano dura que promete ser aún más severa si Trump y su asesor en el tema, Stephen Miller, permanecen en Washington; la empatía con expresiones de odio y racismo como QAnon y el grupo que promueve la teoría de conspiración de la extrema derecha norteamericana, la marginalización homicida que dio pauta al movimiento “Black Lives Matter” tras la trágica muerte de George Floyd en manos de policías blancos, e incluso el insulto a los veteranos que en Arizona se resintió particularmente por el desprecio que abiertamente el republicano expresó hacia el extinto John McCain.
A esto se suma el peor manejo de la pandemia en el mundo, que para estas fechas alcanza un ritmo de 100 mil casos del novel coronavirus por día en el vecino país, y en ese juego de posturas alienantes, el voto anticipado y por correo se ha ido tornando azul conforme transcurrió la primera semana de noviembre. Eso fue lo que claramente puso nervioso a Trump, que adjetivó de ilegales los votos que no se hicieron de manera presencial, para marcar así el inicio de una lluvia de demandas a los estados.
El dramático desenlace por supuesto que tendrá su impacto en México, por un lado porque Donald Trump ya parece haberle dictado a Andrés Manuel López Obrador lo que busca en el país y lo que quiere de los mexicanos, a quienes insulta a su antojo mientras el Presidente mexicano mejor le reclama a España y no voltea a ver al Norte. Esto fortalece al mandatario norteamericano ante su base, y a cambio parece cimentar un Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) donde ambos van en contra de las energías limpias.
Caso contrario, si Biden asume la presidencia, su pronunciamiento a favor de las energías renovables es explícito, y, por consiguiente, se prevé un primer punto de desencuentro importante. Sin embargo, y aunque tardará mucho tiempo revertir las modificaciones que en materia migratoria la administración Trump implementó encaminadas a cerrar su frontera con el sur, la posición del demócrata hacia estos grupos minoritarios será mucho más benévola e incluso, prometedora para los beneficiarios del DACA programa que el ex mandatario Barack Obama diseñó para los jóvenes extranjeros que fueron llevados ilegalmente a Estados Unidos siendo niños y se han forjado una vida de bien en dicha nación.
En pocas palabras, la victoria de uno u otro candidato podrá significar la noche y el día para México y un gobierno morenista que forzosamente tendrá que acoplarse y buscar la manera de negociar para resarcir los estragos ahora sí que económicos de la pandemia, que aún no se terminan de avizorar. De ese tamaño es la importancia del futuro presidencial de un país que sigue siendo nuestro principal socio comercial, que en estos momentos no tiene prisa para contar voto por voto y así mitigar la ira de Donald Trump.