Nadie en el mundo pensaría en apostar en estos momentos por el Partido Revolucionario Institucional, sobre todo porque es evidente que enfrenta a la peor crisis de su historia, tanto en imagen ante la sociedad, como en estructuras de partido, las cuales ellos mismos se encargaron de destruir.
No es descabellado pensar que debido al declive electoral que padecen, en la próxima elección de 2021 puedan perder las prerrogativas si es que no alcanzan el mínimo de votos en la entidad, pues ante esa situación, el único interesado en apoderarse del esqueleto del ex partido más poderoso de México, es el casinero Jorge Hank Rhon, el cual aprovecha que actualmente nadie se interesa en el organismo político para ocupar todos los espacios posibles, y con ello, obtener alguna ventaja.
Con la llegada de Carlos Jiménez a la dirigencia del PRI, su intervención se ha vuelto más evidente y ha comenzado a remover y ocupar los cargos de los sectores populares con “galgos” pertenecientes al Hipódromo de Aguacaliente. Aunque es poco lo que se ha respetado, el objetivo original de las dirigencias de sectores funge como contrapeso dentro del partido.
En esas remociones, comenzó por el encargado del Movimiento Territorial del PRI, Karim Chalita, ubicado abiertamente como “xolo”, por su cercanía con el hankismo; posteriormente nombraron al regidor tecatense Román Cota como encargado de la Red de Jóvenes -otro hankista-; luego a Claudia Sánchez como encargada del Organismo Nacional de Mujeres -también “xola”- y finalmente pretende ubicar a ex delegado de La Mesa en Tijuana, Ranier Falcón, como representante de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), lo cual se hará oficial en próximos días.
No conforme con ello, intentó remover a Joel Blas Ramos de la dirección del Instituto “Jesús Reyes Heroles”, pero este último -dicen las malas lenguas dentro del partido- terminó por increparlo de frente y ante testigos, al grado que lo amenazó con recurrir ante tribunales electorales si se atreve a removerlo.
Curiosamente, el único organismo al que los hankistas no quieren tocar es el que quizá merecería ser removido. Me refiero al secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Eligio Valencia Roque, el cual descarada y sistemáticamente opera temas en favor del actual gobernador Jaime Bonilla Valdez, con quien tiene una estrecha relación, al grado de considerarlo uno de sus incondicionales en los temas de trascendencia mediática.
MORENOS INQUIETOS
Tal parece que el “pinochetazo” del gobernador de Baja California el domingo 13 de septiembre, en el que la mayoría del Consejo Político de Morena -conformado por un gran número de afines al mandatario- no está volando a nivel nacional como originalmente pensaban, por lo que ahora buscan una nueva estrategia de carácter jurídico para dar el segundo golpe a Ismael Burgueño Ruiz, quien -hasta el momento- sigue siendo el delegado con funciones de presidente ante la dirigencia nacional -no ante el Instituto Estatal Electoral de Baja California, ya que ni siquiera han tenido la decencia de culminar con los trámites pertinentes-.
Tal parece que el proceso de la asamblea no cumplió con todos los requisitos y analizan cómo arreglar su desastre por la vía legal, cuando el Comité Ejecutivo Nacional de Morena rechace la solicitud de dirigencia estatal de César Castro Ponce al frente del partido vino tinto.
Al parecer pretenden alargar el tema vía impugnación, para después postergar lo más posible el proceso hasta la llegada de la nueva dirigencia de Morena y con eso rescatarlo. Mientras tanto, se encomiendan a todos los santos habidos y por haber.
Lo curioso es que mientras siguen peleando por ser identificados como la verdadera dirigencia, la realidad es que, ante los organismos electorales, ni Burgueño ni Castro Ponce son reconocidos como dirigentes estatales.
