29 C
Tijuana
miércoles, octubre 2, 2024
Publicidad

Reedición de “Siete poetas jóvenes de Tijuana”

Publicada en 1974, el Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC) editó de nuevo la antología que reúne a algunos de los poetas tijuanenses que empezaron a escribir hacia finales de los 60 y principios de los 70

A 45 años de su primera edición en 1974, la antología “Siete poetas jóvenes de Tijuana” fue reeditada por el Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC) en 2019, como parte de la colección editorial del organismo en la administración 2016-2019 que encabezó Haydé Zavala Leyva.

Bajo la selección y compilación del escritor Alfonso René Gutiérrez, el poemario fue publicado en 1974 en la editorial Ibo-Cali por iniciativa de José Jesús Cueva Pelayo y Guadalupe Kirarte, e incluye obra de autores nacidos o radicados en Tijuana como Felipe Almada (1944-1993), Ruth Vargas Leyva (1946), Raúl Rincón Meza (1948-2019), Víctor Soto Ferrel (1948), Eduardo Hurtado (1950), Alfonso René Gutiérrez (1952) y Luis Cortés Bargalló (1952).

El antólogo de la obra, Alfonso René Gutiérrez, contó a ZETA los orígenes, el proceso y criterios de selección; además, compartió algunas características de los poemas incluidos y su importancia en la novel historia de la literatura bajacaliforniana, declaraciones importantes que no fueron incluidas tanto en la edición de 1974 como en la de 2019.

 

HACE 45 AÑOS

En entrevista con ZETA, Alfonso René Gutiérrez, maestro en Literatura Mexicana y con estudios de Doctorado en Literatura Iberoamericana, ambos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), contó cómo y por qué surgió la idea de una antología de poetas tijuanenses en 1974:

“Por esas fechas había una editorial nueva, con la que un grupo de amigos deseaba promover obras regionales. Esta editorial, Ibo-Cali, ya tenía publicados un libro de ensayo y otro de narrativa, de la autoría de los editores, los que luego pensaron en una antología poética de Baja California.

“La poesía venía siendo impulsada entre otras circunstancias por el taller Voz de Amerindia y su revista, que el maestro Rubén Vizcaíno había creado hacía poco, movido por su espíritu de californidad, al que era cercana la gente de Ibo-Cali. Ellos me propusieron en marzo de 1974 hacer la antología mencionada, lo que yo acepté con mucho gusto, sin pensar que solo estaría en la ciudad por unos meses”, recordó Gutiérrez, para continuar:

“Después de algún tiempo, cuando me di cuenta de que no iba a poder abarcar todo el Estado, les hice la contrapropuesta de que la obra fuera solamente de poetas jóvenes, y solo tijuanenses. En ese entendido entregué el trabajo en agosto, antes de regresar a México a retomar los estudios en la Universidad Iberoamericana. Pero cuál no sería luego mi sorpresa, al ver que la habían publicado sin darme crédito en la portada, y para colmo, puesto que era mía, exclusivamente, la selección, al ver que en una mínima presentación se afirmaba que esta era de Raúl Rincón y mía”.

─ Salvo Vargas Leyva y Rincón Meza, los demás poetas antologizados (Almada, Cortés Bargalló, Gutiérrez, Hurtado y Soto Ferrel) eran ajenos a Voz de Amerindia, el taller de poesía de la UABC en Tijuana. ¿Cómo fue el proceso de selección y cuál fue el criterio principal de inclusión en “Siete poetas jóvenes de Tijuana?

“El principal criterio fue el de atender tanto a la coherencia cultural como a lo propiamente estilístico, dos cualidades que se entrelazan en la obra literaria. Yo me había venido formando de algún modo en esa perspectiva dual, no solo en la carrera, sino en esas cátedras que fueron las reuniones sabatinas de un taller que hoy es famoso en el medio literario, al que había yo asistido desde sus inicios en 1971: el de mi maestro Huberto Batis. De esta forma procedí al acopio y a la revisión crítica de las publicaciones en periódicos, suplementos, revistas, y a la valoración de material inédito y de algunos libros, como los de Rincón y Hurtado, ante el reto de una selección adecuadamente decantada”.

─ Es de suponer que en la Tijuana de 1974 había otros poetas jóvenes que no fueron incluidos en “Siete poetas…”. En cuanto a su inclusión y exclusión, ¿qué fue en su momento “Siete poetas jóvenes de Tijuana”?  ¿Fue un panorama, una muestra, una obra crucial, una parte importante de lo que se escribía en Tijuana a principios de los 70?

“Puede decirse, desde la perspectiva de las dos condiciones indicadas arriba, que fue formalmente una verificación del valor literario de determinados escritos, valor que justificó su inclusión, en tanto que especialmente constituidos por la función estética del lenguaje (la llamada literariedad); mientras que conceptualmente, fue un documento cultural, en tanto que memoria de textos de sentido especialmente significativo para la comunidad (la coherencia cultural ya señalada)”.

 

LOS AUTORES

Alfonso René Gutiérrez también compartió con este Semanario algunas características o rasgos distintivos de las obras incluidas en “Siete poetas jóvenes de Tijuana”, empezando por Felipe Almada, Luis Cortés Bargalló y Eduardo Hurtado:

“Alfabéticamente, a vuelo de pájaro, en Felipe Almada percibo un sentimiento de religiosidad ante la naturaleza, como en este poema de dos versos: ‘Oh, tú, que sabes donde la magia se hace / oh, háblame semilla de ahuehuete’. Aunque Almada sobre todo era pintor, eventualmente plasmó ese sentimiento por escrito, con el ímpetu de la sinceridad”.

De Cortés Bargalló expresó:

“Muestra la sutileza musical que lo ha caracterizado siempre: ‘¡Ah!, es más luz el canto que voz’, exclama en una especie de jaculatoria. Su musicalidad es la del viento en ‘el bosque sin edad, ahí / como la monodia de un cuerno recorrido / por la exhalación sin fin de torrentes’; la de los reflejos en la ‘animula, vagula, blandula’, a la hora presentida en que ‘las estrellas serán vagos presagios / como mapas’ (‘Allá del conquistado horizonte…’).

“Eduardo Hurtado es el caso del poeta precoz, que ya cuenta con un buen poemario, ‘La gran trampa del tiempo’ (Injuve, 1973), con frescas resonancias de Gorostiza, Villaurrutia, Lezama Lima, Paz. Frescura que no está reñida con el tono filosófico, como en esa ‘promisión de la luz en otro espacio’: ‘Otra voz / no la voz que es mi voz pero es ajena / me cruza con la luz de su consciencia. / Es la voz / no es el alba inconsciente que despunta / un acervo soñar que no es el sueño: / volveré a conversar con los amigos’ (‘Nocturno en que todo se oye’)”.

Posteriormente, reseñó la obra de Raúl Rincón, Víctor Soto Ferrel, y, por último, Ruth Vargas Leyva:

“Además de las lecturas propiamente literarias, a Raúl Rincón lo influye Bob Dylan especialmente y la improvisación sabia del jazz. Su material lo tomé de ‘Poemas de santo y seña para descubrir un rostro’ (UABC, 1974), libro que había ganado el Premio Nacional de Poesía del Injuve, aunque para apreciar el juego de la composición habría que transcribir algún poema íntegramente. Veamos solo el principio de uno de ellos: ‘Es cosa de días / y decimos, compañera, / que es bueno encontrar una canción a medio camino / y poner cara de náufragos/ risueños en las tardes / y manos en común…’ (‘Canción del agua’).

“Con Víctor Soto Ferrel ocurre lo contrario: él forja con dos o tres golpes la unidad de una pieza, en dos o tres versos, con la fuerza que lo distingue desde entonces: ‘Terror que danza en los matices muertos / del idioma y los cantos’, ‘Sobre charcos de lodo / círculos perfectos / y borrosa imagen de los árboles’, ‘La escalera quedó colgada / en los transistores de la tarde. // Cierro la respiración del tanque de la noche / y empiezan a descender al pozo las estrellas. // En los huecos del viento lloran los perros”.

Finalmente, el escritor se refirió a la obra de Ruth Vargas Leyva:

“Es una expresión que ya ha madurado, que nos gana por el oído y el sentimiento vehemente, por la dicción exacta y natural: ‘Vuelvo a la niña que toca el sol con los dedos cerrados’, ‘Esta eres tú: calles ausentes de retorno’ (‘Retorno a la ciudad’); ‘Del color de la lluvia era mi corazón cuando partí en enero’, ‘Del color de la tierra es mi piel cuando vuelvo’ (‘Poema 2. De la ausencia’); ‘Hace tres años se me cambió la historia. No sé si es bueno todo este tiempo de soledad’; ‘Desde que me golpeó el recuerdo duramente / se me escondió la piel tras esta máscara.’ (‘Poema 1. Del encuentro’)”.

 

UNA GENERACIÓN DE POETAS

Hacia el final de la entrevista con ZETA, se le solicitó a Alfonso René Gutiérrez una valoración histórica o generacional de los autores en la antología “Siete poetas jóvenes de Tijuana”:

─ ¿En qué se diferencia esencialmente esa generación de autores incluidos en “Siete poetas…” con relación a los escritores tijuanenses de la década de los 50 y 60? ¿Cuáles son las diferencias primordiales de los poetas antologizados en cuanto a los tipos de versos o recursos estilísticos (forma) y temas abordados en sus obras (fondo) o intereses que se reflejan en sus obras?

“En el desenvolvimiento de la lírica moderna, los críticos suelen señalar una tendencia que, por ser general, se cumple en los poetas de estas latitudes: el alejamiento de la expresión libresca por la orientación a la naturalidad. Debido al relativo aislamiento del estado, subrayado por los estudiosos de sus procesos culturales, la atmósfera retórica de poetas como Jesús Sansón Flores, Miguel Ángel Millán Peraza, Miguel de Anda Jacobsen o Benjamín Trujillo es la del posmodernismo, la de los últimos celajes modernistas que prevalecían en los años 50 y aun en los 60. Esa retórica, con la aceleración de aquellos procesos y el cambio en la composición social, comenzó a modificarse en poetas como Rubén Vizcaíno Valencia, Horacio Enrique Nansen o Waldemar Jiménez Solís. Mas si la significación de estos autores es transicional, en ‘Siete poetas…’ la ruptura con la retórica anterior es algo ya visible, con la irrupción de los giros de la lengua cotidiana, entre otras cosas, y el consiguiente corrimiento a las formas conversacionales.

“En lo relativo al fondo, persistirán ciertos temas esenciales a la naturaleza humana, naturalmente, mientras que algunos otros más externos ya no serán tratados de acuerdo con la nueva retorización de manera ingenua; así los que Cortés Bargalló señala en su imprescindible antología de literatura bajacaliforniana, por ejemplo, que han sido recursos usuales de esa ‘vocación característica de esta literatura’, la de ‘incorporar el toponímico y el paisaje circundante a su expresión literaria’ (‘Piedra de serpiente’ I, 78)”, concluyó Alfonso René Gutiérrez.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
- Publicidad -spot_img

Puede interesarte

-Publicidad -

Notas recientes

-Publicidad -

Destacadas