Si la traición va de la mano al matrimonio,
qué caso tiene jurarse amor eterno
si pasarán toda la vida en el infierno
compartiendo el lecho conyugal con el demonio.
Porque la carne se calienta al rojo vivo
y busca en otros brazos la frescura que le
aplaque aquella insana calentura,
encontrándola en su amante consentido.
Mas el voto religioso, ayer urgido,
quedó tan sólo en pura conjetura.
Alberto Torres.
Tijuana, B.C.