El Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública, Protección de Datos Personales y Rendición de Cuentas de la Ciudad de México, (INFODF o INFOCDMX) en conjunto con la alcaldía Iztacalco, llevó a cabo durante los días 13 y 14 de julio eventos virtuales con la denominación “Jornadas Digitales por la Transparencia”.
El programa contempló la presentación del tema “Alcaldías Abiertas y Transparencia Proactiva”, donde me correspondió ser ponente, gracias a la amable invitación del comisionado Arístides Rodrigo Guerrero García, en nombre del INFODF.
Inicié la exposición de mi ponencia mencionando que, para entender el contexto de las alcaldías mexicanas en la actualidad, es conveniente estudiar su evolución, citando la frase “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, la cual se le atribuye tanto a Marco Tulio Cicerón como a Napoleón Bonaparte.
Referí la historia de los tlatoanis mexicas, los cuales (según arqueologiamexicana.mx), para la época de la llegada de los españoles, eran una entidad política que sobresalía por su poder sobre el resto de las que conformaban el amplio y variado mosaico cultural mesoamericano.
Su compleja sociedad y cabeza de un vasto imperio, se sustentaba en una suma de fuerzas con Tlacopan y Tetzcoco (la Triple Alianza). La política la dictaba el señor de Tenochtitlan y reservaba para sí y para la ciudad los mayores beneficios.
Al frente de los destinos de la hueitlatocáyotl (el “gran Estado”) de Tenochtitlan se encontraba Moctezuma Xocoyotzin. Él y sus antecesores ostentaban el título de Tlatoani, “el que gobierna”. Se trataba del máximo cargo en la jerarquía política, al que sólo tenían derecho aquellos que eran descendientes del primer Tlatoani.
Además de esta pertenencia al linaje, eran condiciones para aspirar al trono poseer, en opinión de un Concejo formado por otros miembros de la nobleza, las cualidades necesarias para ejercer con prudencia y eficacia el poder. A la muerte de cada Tlatoani, el Concejo se reunía y elegía a su sucesor.
El portal de Internet Yosoitú atribuye a Mónica del Villar en su artículo “La Educación en el México Prehispánico”, publicado para la revista Arqueología Mexicana, valiosas aportaciones: “En toda sociedad, por pequeña o grande que sea, una de las principales y más complejas tareas, es la de administrar y organizar, tanto a los habitantes, como a los recursos con los que cuenta la sociedad”.
“Cuanto más grande y compleja se vuelve la sociedad, esas tareas se vuelven más complicadas e importantes, recayendo la responsabilidad en un número reducido de personas, quienes deben ejercer el poder, para cumplir su tarea y responsabilidad con la sociedad”.
“Es justo ahí donde el poder se convierte en una fatal tentación, y las personas con cargos públicos oscilan entre lo correcto y el abuso”.
La clave es la prevención.
Los mexicas repudiaban todo abuso de sus gobernantes (los tlatoanis y la nobleza), aun cuando reconocían su origen divino (los nobles eran elegidos de los dioses). Los gobernantes daban el buen ejemplo a sus gobernados; en caso contrario, se volvían acreedores a duras penas.
Los castigos eran una de las medidas anticorrupción más eficientes; así, aquellos que optaban por corromperse, lo pagaban con mucho sufrimiento. Sin embargo, la sociedad mexica reconocía que los castigos severos no eran la solución para evitar la corrupción, la clave estaba en tomar medidas preventivas. Para ello, tanto la educación como las leyes cívicas, eran muy estrictas: estaban fundadas en valores como la rectitud, la obediencia y la honestidad.
Entonces, para lograr una sociedad funcional y justa, es necesario regular la forma en que se ejerce el poder; para que los funcionarios actúen para el beneficio social, y no para su propio interés.
Todo es cuestión de alcaldías abiertas y transparencia proactiva.
Continuará…
Alberto Sandoval es comisionado del ITAIPBC y fundador de Alianza Civil, A.C.
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