El Congreso de Baja California se ha mantenido bajo los reflectores nacionales; a los señores diputados del Estado no los ha detenido la pandemia -aunque alguno de sus integrantes se haya contagiado- y ya sea presencialmente o en sesiones virtuales, se han esforzado por sacar adelante sus proyectos. Lo mismo para promover nuevos impuestos a restauranteros, hoteleros o comerciantes, que para modificar la ley del agua, impulsar su propia reelección y la de los alcaldes, sin tener que pedir licencia para hacer campaña; o, en el colmo de los excesos, para generar más incertidumbre sobre la duración de la próxima gubernatura y el número de legisladores locales. Los diputados traen la temperatura alta, la fiebre y el afán los invaden para sesionar y sacar, como los magos a conejos o palomas de sus chisteras, nuevas leyes y decretos.
Y así como los ilusionistas generan la distracción del público para realizar sus trucos y que el respetable se los trague completitos, sin chistar ni decir pío, los diputados se han ahorrado la escenografía, las modelos y el uso de otros distractores usados por aquellos embaucadores, aprovechándose de que la preocupación de la inmensa mayoría de los bajacalifornianos (de los mexicanos, en general) se ha centrado en los últimos meses en dos asuntos: cuidar su salud y la de sus seres queridos, ante la amenaza del coronavirus SARS-CoV-2; y en segundo lugar, aunque no menos importante, en tener comida, pagar renta, agua, luz, telefonía y datos para las tareas de los hijos. En resumen, poder cubrir los gastos más indispensables y evitar que se deteriore más su situación económica.
Mientras al pueblo le preocupa no enfermar y no morirse de hambre, los diputados se ocupan de todo, menos de las ingentes necesidades -cada vez más graves- de la mayoría de la población. Ni por equivocación promovieron un punto de acuerdo para solicitar al Gobierno Federal o al del Estado algunas acciones específicas para apoyar a los que cayeron en el desempleo, para proteger las fuentes de trabajo generando esquemas de apoyo a las micro y pequeñas industrias, fuera de entregar unas cuantas micro despensas en sus distritos. Y eso solo algunos diputados, más pensando en las próximas elecciones que en las necesidades de sus representados.
Los diputados bajacalifornianos nos han dado lecciones que no debemos pasar por alto, que tenemos que registrar para sacar las conclusiones que más nos convengan. Nos demostraron cuán lejos están los llamados “representantes populares” (léase diputados) del sentir y de las preocupaciones de aquellos a quienes supuestamente personifican y cuyos intereses resguardan en el Congreso. Nos han dado pruebas palmarias de las ambiciones políticas y pecuniarias que los mueven a preocuparse más por seguir pegados a la ubre presupuestal, con sus afanes reeleccionistas, que a proteger a los damnificados por las crisis sanitaria y económica que nos azotan.
Igualmente dejaron prueba de la falsa independencia del poder legislativo respecto al ejecutivo; y, solo por exponer un caso más, de la similitud de conducta entre las legislaturas dominadas antaño por el PAN con la morenista actual que recurren a los albazos, a las sesiones en lo oscurito, pero que, sobre todo, se asemejan en su divorcio con los intereses y el sentir populares.
La actuación de la XXIII Legislatura, la de los cinco ayuntamientos y la de muchos funcionarios estatales, a los que la pandemia les vino “como anillo al dedo” (proporcionándoles la cobertura -como ya se dijo- para sus malabares legislativos a los primeros, y a los demás la coartada para negarse a recibir las peticiones de los que carecen de agua, drenaje, pavimento, los que demandan mejoras para las escuelas de las zonas marginadas; negándoles no solo audiencia, sino lo más importante, respuestas y soluciones), viene a poner ante los ojos de los ciudadanos de a pie, “los más sencillos”, como nos llama Neruda en su poema, la urgente necesidad de no dejar la política en manos de los políticos profesionales.
Esos que ya dijimos realizan actos de magia, malabares y que también son saltimbanquis que brincan de un partido político a otro, de una posición hacia la contraria, incapaces de ruborizarse por sus desvergonzadas trapacerías.
Necesitamos formarnos una ida lo más clara posible de la naturaleza económica, social y política de los diversos personajes políticos; aprender a orientarnos entre los múltiples sofismas y frases efectistas con las que encubren sus verdaderos apetitos e intereses de fondo; saber distinguir qué instituciones y leyes reflejan tales o cuales intereses y cómo lo hacen. Eso no lo aprenderemos en los libros, sino manteniendo los ojos bien abiertos y la mente despierta, para aprender de cuanto ocurre a nuestro alrededor.
Ignacio Acosta Montes.
Dirigente estatal del Movimiento Antorchista en Baja California.