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jueves, octubre 17, 2024
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Aullidos

Tengo un amigo policía. Lo conocí en 1985, cuando supe de una enorme bodega retacada de marihuana. Ya estaba en la Dirección de Seguridad Pública Municipal. Empezó desde abajo, ascendió a guardia de punto, siguió como patrullero y llegó hasta supervisor. Dos que tres veces se topó con la muerte y le sacó la vuelta. En algunas, disparó a los malandrines cuando no escucharon razones y quisieron dejarlo hablando solo. Le tocó lidiar muchas veces con hijos de papi e influyentes: “No sabes con quien estás hablando. Conmigo nada más no te metes. Y si me vas a levantar la infracción, ya te puede ir despidiendo de la placa”. O bien: “Nomás porque trais pistola te sientes muy, muy”.

La perversidad mafiosa le pasó de lado varias veces. Lo estremeció. Descubrió funcionarios o narcotraficantes en sus propios automóviles o en la cajuela, pero sin vida y con muchos balazos. Jefes han ido y venido, alguno asesinado, pero mi amigo sigue en la corporación. Alguna vez le soplaron al oído invitándolo a la Judicial Federal. Anduvo como todo aspirante, cargando con el fastidio de, “aspirina, ven para acá, aspirina ve para allá”. Sin sueldo. Con la promesa de recibir pronto su placa. Recibiendo migajas de los agentes formales, embilletados por pequeños, medianos y grandes narcos. Eso le asqueó. Regresó a la Municipal.

Alguna vez me platicó cómo le hacían cuando cambiaban de jefe o Gobierno. Todos se portaban excelentemente con el público. Nadie aceptaba mordida ni la pedían. Aparecían con la inocencia de un osito de peluche. Se convertían en guardianes de la decencia. Pero como misioneros en busca de pecadores, se acercaban al jefe. No le decían nada. Únicamente le echaban ojo. Necesitaban saber sus gustos: autos nuevos o antiguos, mujeres, armas, viajes, dinero… o lo que fuera. Cuando estaban seguros qué, le caían inmediatamente con lo de su agrado, sabiendo no serían rechazados.

En cuanto lo aceptaba, era como darle la vuelta a la llave y encender nuevamente el motor de los sobornos. Así, los regalos al jefe continuaban. Con eso lo convertían en cómplice y le cerraban la boca. Algunos jefes se resignaron. Otros prefirieron recibir el regalo por terceras manos dizque para no mancharse las suyas. Los hubo de apariencia e inicio tan rectos como un sacerdote y llegaron a ser los más exigentes con la concesión o dinero sucios. Por eso, mi amigo decía: “Nunca falla este sistemita”.

No me consta si lo mismo sucede en otras partes del Gobierno, pero sí he vivido personalmente y he sabido de los abusos en las infanterías y mandos de las oficinas municipales, estatales o federales. Hay muchos ejemplos reales:

Es obligada la pequeña o enorme gratificación, con tal de lograr registro o cambio de giro en Hacienda. Una corta en Salubridad para seguir vendiendo antigripales riesgosos. Visto bueno de Semarnap, de otra forma no se puede derrumbar un estorboso árbol en el jardín casero. El okey de Secofi, capaz de permitir la importación de cualquier auto. Una buena billetiza o poderosa influencia en Gobernación revalida la concesión de cierto hipódromo. Otra en la Reforma Agraria permitirá al pariente de un gobernador panista norteño vender terrenos ajenos y en alguna punta arenosa.

La tajada gigante en Conasupo para traer maíz podrido -destinado originalmente para alimento de animales- y venderlo aquí al consumidor humano. Un gran regalo con tal de vender todos los autos-patrulla de la federal caminera. Cierto maletín repleto de dólares a cambio de una Delegación de la Procuraduría General de la República. Tanto por ciento sobre el valor de cada casa construida para el Infonavit. Tal vez una cabaña en las sierras nevadas de Colorado como gratificación, en la compra a bajo precio, de un banco y no precisamente para sentarse. Depósito en Suiza luego de traspasar deudas al Fobaproa.

Publicar noticias a favor del candidato presidencial del PRI y censurar al del PAN, a cambio de no pagar impuestos o recibir créditos impagables. Torrente de dólares a funcionarios del Instituto Nacional de Migración por permitir la internación ilegal de chinos, centroamericanos e iraquíes. Los billetes necesarios, millonadas, ábrete sésamo, al libre desembarco de aparatos electrónicos de China y Japón destinados a Tepito, incluida la autorización aduanal. Tanto dinero como sea posible para adueñarse de una concesión de Pemex. Cheque no; efectivo y en dólares. Solo eso detendrá la orden de aprehensión contra cierto funcionario de Turismo. Parte de las utilidades si se concesiona alguna compañía telefónica. La influencia para obtener pasaportes falsos en Gobernación… En fin.

No me imagino la desaparición de los coyotes. Esa especie humana capaz de tramitar placas de taxi al mayoreo. Permisos para vendedores ambulantes. Condonar multas de tránsito o embargos latosos de Hacienda, sobre todo a periódicos. Neutralizar notificaciones del Seguro Social por no pagar cuotas patronales y enchalecarse las obreras. Convertir en pequeño el abultado recibo del agua. Actas de nacimiento, matrimonio, divorcio o fallecimiento. Conexión garantizada al que quiera irse derechito a los Estados Unidos sin documentos. Permiso para vender en el atrio de la Basílica aún contra la decisión eclesiástica. Desde una hasta las necesarias licencias con que operar discotecas, cubran o no los requisitos de seguridad.

En fin. No veo a este país sin coyotes. Viven entre nosotros y cada día se multiplican. He observado desde hace 11 años la llegada del PAN. supliendo al PRI en Baja California. Ni con el famoso cambio dejó de funcionar el coyotaje con precisión de reloj suizo. Se moderniza. Se supera. Y a veces ni deja notarse.

Suponiendo sin conceder: El nuevo gobierno de Fox no permitirá nada de eso. No sé a dónde irán, pararán y harán los miles y miles de coyotes en este país. Me inclino más a pensar en el ejercicio del sistemita contado por mi amigo policía.

Es un hecho: Desde esta semana habrá suspensión de esa tramitología milagrosa. Inmediatamente después, se cotizará, como en la bolsa de valores, a la alza, con la justificación de que “…hermanito, ahora está más cañón. pero no imposible de arreglar; tú sabes cómo”. Irá a la baja si las infanterías de la burocracia hacen las cosas como se debe para cuidarse a inicio de sexenio. Luego volverán a la transa.

Esto sucederá por una razón: No pueden cambiar a tantos miles de empleados en las oficinas federales del Distrito Federal. Allí está el ombligo de la corrupción y luego sigue a los Estados. La llamada base burócrata, contaminará a los nuevos mandos intermedios y poco a poco irá inoculando para arriba, para arriba, para arriba. Está probado: El PRD no pudo acabar con esa plaga en los gobiernos del Distrito Federal, Baja California Sur y Zacatecas; tampoco el PAN en Baja California, Chihuahua y Guanajuato.

Me da la impresión que los engorrosos trámites en el Gobierno tienen dos fines: Uno, darle trabajo a mas burócratas. Y dos, hacerle difícil al ciudadano el cumplimiento de sus deberes. Un empleado de Gobierno puede; pero a veces no se arriesga a exigir dinero extra a cualquier desconocido. Por eso los coyotes, intermediarios que todo lo facilitan. Creo que Vicente Fox necesitará algo más que un milagro para acabar con los aullidos a las puertas de su gobierno.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en noviembre de 2000.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Jesús Blancornelas Jesús Blancornelas JesusB 47 jesusblanco@zetatijuana.com
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