Don Jesús Blancornelas, fundador del Semanario ZETA de Tijuana, siempre reconoció en conferencias, charlas y en sus escritos, la importancia de la Fe (con mayúsculas, decía) en su vida periodística.
Narra cómo en San Luis Potosí su señora madre lo llevaba a la misa dominical en la tierra del José de León Toral, el caricaturista de Matehuala que ultimó al ex presidente Álvaro Obregón. Los potosinos son educados, pero valientes. No se doblegan ante las adversidades.
Blancornelas fue periodista investigador. Y no tanto mezclaba religión y periodismo, más bien lo asumía; integraba en su vida personal, familiar y profesional esa fe milenaria que recibió de la Iglesia (y en especial de su mamá). Los valores no se aprender en el catecismo ni en la escuela, es en la Iglesia Doméstica, el hogar en donde se aprende lo básico, lo fundamental. Digamos, la Fe religiosa de Blancornelas, tiene una raíz: encontró en Tijuana un sustento, que el mismo don Jesús, fundador del ZETA, compartía en sus columnas dedicadas al padre Arturo de la Torre, el primero de los sacerdotes que le tendió la mano en la comunidad de Santa Teresa de Ávila.
En Amnistía Internacional (AI), el periodista se apoyó para recibir asilo político, ante la persecución. Pues como él decía, ni en el templo lo dejaban rezar o estar en paz. Bob de la Madrid le mandaba sus sabuesos para hostigarlo. “Obligado a vivir en algún lugar del Condado de San Diego, California, lo único que me sostuvo fueron la fe con minúscula y la Fe con mayúscula”, nos compartía en las semanas de comunicación que organizaba el Seminario Diocesano de Tijuana.
Muchos de ustedes podrían ser buenos periodistas si no llegan a ser sacerdotes; los mejores periodistas han sido seminaristas, y citaba a don Julio Scherer, pariente del jesuita Enrique Maza, que fue jefe de información de la Revista Proceso y cofundador con Vicente Leñero, de quien recientemente su familia ha publicado “El Católico”, en referencia a la fe del dramaturgo y periodista autor de Los Albañiles y Los Periodistas.
Para Blancornelas, era incómodo ir a misa dominical rodeado de 10 guardias del GAFE (Grupo de Fuerzas Especiales del Ejército mexicano); con tremendas armas alrededor de don Jesús, la feligresía de santa Teresa o San Miguel Arcángel se incomodaba. Como miles de gentes, a Blancornelas le visitaba un ministro extraordinario de la Eucaristía, algo común en todo el mundo; solo que, con su capacidad de admiración, él agradecía la oportunidad de recibir el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía en su casa, sin incomodar a nadie. Ahí, su esposa o familia podían participar de la Celebración de la Palabra.
Jesús Blancornelas fue como Ryszard Kapuscinski, el periodista bielorruso, autor de Los cínicos no sirven para esto, “Sobre el Buen Periodismo” (Anagrama). Kapuscinski decía que para ser un buen periodista es necesario ser una buena persona. Si no se es una buena persona no se puede ser un buen periodista.
Don Jesús Blancornelas primeramente fue un buen hombre, buen amigo, un santo es un pecador que no se da por vencido; fue un buen católico. Expresó siempre su necesidad de Dios. Y esta expresión agustiniana es la humildad de sentirse necesitado en el alma, del alimento que es Dios que está contenido esencialmente en la Palabra de Dios y en la Hostia o Pan Eucarístico, del que hasta su muerte participó el fundador de ZETA.
“Dios tiene sed, de que el hombre tenga sed de Él”, expresa San Agustín. Y como expresaba el arzobispo de Tijuana, Rafael Romo Muñoz, en la misa fúnebre de Blancornelas en Santa Teresa: “Don Jesús ya está con Jesús (Cristo)”. El fundador de ZETA amaba al padre Arturo de la Torre, el primero en tenderle la mano amiga en las persecuciones contra el ABC y el Semanario; amigo también del padre Luis Velázquez, párroco de San Miguel Arcángel, de La Mesa
Su muerte, un crimen no esclarecido que también apunta sospechosamente al Hipódromo Aguacaliente. En especial a Francisco Castro Trenti, el de periciales de la PGJE de BC que asumió el caso, y a los seis meses ya era director de Seguridad Pública del trienio de Jorge Hank. Qué casualidad.
En la serie Tijuana, creo que Damián Alcázar hace un remedo de la figura de Blancornelas, incluso fumando mota con alguna de sus allegadas (no sé de quién se trate, ni me interesa). Lo que por ningún lado se ve, es alguna escena de la Fe de este buen hombre, periodista investigador; el de la voz bajita como detalla Sergio Sarmiento.
Blancornelas integró en su persona la libertad de conciencia y la de expresión. Si era católico el fundador de ZETA, eso no le impedía reprender -como lo hizo- al mismo obispo don Rafael Romo Muñoz, cuando en el proceso electoral, al arzobispo se le fue afirmar que para Tijuana cualquiera de los dos Jorges eran buenos: Hank o Ramos. Ahí sí que fueron Francisco Ortiz Franco y don Jesús quienes le corrigieron cortés, pero valientemente, la plana a la Iglesia.
En el holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial, hay mártires de la libertad de expresión, como el holandés Tito Bransma, un jesuita beatificado por el Papa Juan Pablo II. En México también lo hay: el beato Lic. en Derecho, Anacleto González Flores, fundador del periódico La Palabra, plataforma desde la que, como Blancornelas desde el ZETA, practicaba una de las obras de caridad espiritual más valiosas:
Enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesita; no mentir; orientar a los lectores; respetar a la ciudadanía. Eso fue lo que proyectó a Tijuana a nivel mundial, el servicio del Semanario, como dice Sergio Sarmiento en bien del país y más. Kapuscinski retomaba una expresión de Juan Pablo II: “Ser voz de los sin voz”.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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