Oficialmente la población de Tijuana asciende a 1.9 millones de habitantes (se calcula que en realidad en esta ciudad fronteriza viven 2.5 millones de personas), de esos, unos 750 mil residen en la Zona Este.
Y es precisamente en esa área donde no ha llegado el nivel de alerta y de alarma entre su población, para que se queden en casa como se mandató en la cuarentena, para evitar contagios de COVID-19, ampliada al 30 de mayo.
Reporteros que han acudido a esa zona, dan cuenta en sus historias periodísticas de cómo las familias siguen transitando por las calles incluso sin medidas de protección como el uso de mascarillas y guantes, aunado a que muchos comercios permanecen abiertos al público, provocando aglomeraciones.
Ciertamente la Zona Este de Tijuana es una de las que cuenta con mayor marginalidad social, en la cual familias de escasos recursos no tienen los medios para quedarse en su casa, requieren trabajar para poder mantenerse y atender a los suyos. En esas condiciones, quedarse en casa no suele ser una opción viable. Es entre eso y no tener para comer o pagar los servicios que en esta época de crisis sanitaria, los gobiernos no han dejado de cobrar.
Sin embargo, salir a la calle supone un riesgo para los ciudadanos de cualquier zona del Estado. Hace una semana, un epidemiólogo del Instituto Mexicano del Seguro Social comentó a ZETA que el virus se queda en el aire durante un tiempo, por lo que es necesario que las personas porten un cubre bocas para protegerse del mismo.
Pero la Zona Este no es la única en la cual la dinámica de la movilidad social no se ha detenido. En Playas de Tijuana ocurre lo mismo. Negocios de comida abiertos y dando servicio en el local a comensales pasajeros. Un puesto de tortas atendía hace unos días a seis jóvenes en un minúsculo espacio, al tiempo que otra parvada de adolescentes caminaba sobre Paseo Playas como si del Malecón se tratase y sin protección física alguna.
En el centro de la ciudad, el Parque Teniente Guerrero sigue atestado de personas, mayormente hombres y mujeres de edad avanzada, pero también de familias que persisten en la idea de no quedarse en casa y salir a gozar de horas de esparcimiento social.
En Zona Río, bueno… tráfico suficiente para que agentes de Tránsito apoyen para evitar congestionamiento. Aunque los centros comerciales están cerrados y el distrito gastronómico también, esa demarcación es un punto de encuentro y cruce para llegar a distintas zonas de la ciudad.
La Vía Rápida no ha dejado de tener el flujo vehicular en horas pico, ya que muchas empresas permanecen abiertas, incluso consideradas no esenciales, como aquellas de venta de cosméticos que obligan a sus empleados a salir a la calle y realizar su labor de ventas. Lo mismo con otro tipo de industria, despacho u oficina.
En áreas residenciales de la ciudad, no solo de Tijuana, también en Mexicali, las fiestas y reuniones no han dejado de celebrarse. Jóvenes reunidos en torno a una carne asada, otros departiendo en la acera, niños con sus madres en parques y jardines como si la cuarentena no se tratara de una contingencia de salud, sino de una etapa más de vacaciones.
La gente, pues, sigue en la calle. Y sin protección, además.
Quizá la dureza en las recomendaciones para la comunidad no esté en su gobierno, sino en sus comercios. La mayoría de los mercados, por ejemplo, no permiten el acceso a sus espacios a personas que no porten cubre bocas y guantes. Tampoco permiten más de 50 personas al mismo tiempo dentro de las instalaciones, obligando a los consumidores a auto protegerse y guardar la sana distancia para evitar los contagios y con ello una mayor dispersión del virus ahora que México ha entrado a la Fase 3 de la contingencia sanitaria.
Todos los días, el gobernador Jaime Bonilla Valdez habla de la situación y de cómo se va tornando grave en Baja California, pero no utiliza los medios de comunicación tradicionales para ello, ni la radio, ni la televisión (que no sean propiedad de él), periódicos o páginas electrónicas. Se ha limitado a transmitir vía Facebook un mensaje diario, en el cual –porque lo he visto casi todos los días- logra una audiencia de entre 3 mil y 7 mil usuarios de redes sociales atentos a su plática, que ante una población que supera los 3.3 millones de habitantes, se vuelve nada para el nivel de penetración en la sociedad que en estos momentos se requiere.
En el Gobierno de México, que también ofrece una conferencia por la tarde, los casos de contagios por coronavirus se cuentan poco a poco, minimizando la cantidad de real de contagios, aunque sí invitando a la población a quedarse en casa.
Al 23 de abril, Baja California acumulaba mil 047 casos positivos al contagio: 588 en Tijuana, 392 en Mexicali, 35 en Tecate, 17 en Ensenada, 11 en Rosarito y 4 en la región de San Quintín. Además, con 136 muertos por COVID-19 (89 en Tijuana), la entidad ocupa la posición número dos con más fallecimientos en el país.
La situación es tan grave, que médicos privados y del Hospital General confiaron a este Semanario que de seguir la gente en las calles, no habrá camas ni ventiladores para atender a los contagiados. Hoy día, de hecho, el Seguro Social ya está rebasado en su capacidad e improvisando en otros hospitales para atender a los enfermos, mientras aquellos privados se van llenando de contagiados y el Hospital General también.
Aun así, con el riesgo inminente que corre la población bajacaliforniana al no seguir la recomendación de quedarse en casa, sea porque no pueden, por falta de recursos, comida y atención gubernamental, o porque trabajan en empresas que continúan abiertas, o porque no consideran realmente una emergencia, el gobierno de Jaime Bonilla decidió reabrir unas empresas que habían cerrado, con lo que incrementará la movilidad en BC.
Y entre más gente en la calle, más riesgo y mayores contagios.
Pero algo sucede con la población bajacaliforniana (me queda claro que no es la excepción, pero acá vivimos Usted y yo), que eso de quedarse en casa no se le da, y bueno, el gobierno estatal, al cual le ha falta alcance, recursos, atención y comunicación. A ver cuándo.