De ahí la idea de abrir este espacio para conmemorar este aniversario de ZETA con la participación de voces críticas como Sergio Sarmiento, Imanol Caneyada y Diego Valadés, Denise Dresser, quienes reflexionan en torno a la libre expresión de las ideas en un México que enfrenta una muy difícil coyuntura política, social y económica, sin precedentes en nuestras generaciones.
Quienes trabajamos en ZETA, agradecemos de corazón este nutrido debate que se construye a través de posiciones muy distintas, expuestas aquí para compartir con quienes nos han acompañado desde el principio: Ustedes, nuestros Lectores, que semana tras semana dan a este Semanario su razón de ser y existir.
SEMANARIO ZETA:
El Papel de la Prensa Libre
Por supuesto que los medios cometen errores, como ha sido el caso incluso con The New York Times o Der Spiegel. Deben ser escrupulosamente profesionales. En esta era de “fake news” y bots y trolls, donde los datos no importan y la verdad es elusiva, el periodismo debe ser más auto-exigente y riguroso que nunca. Los medios hoy a veces sustituyen la información por la editorialización; a veces el sensacionalismo le gana a la sustancia; a veces el entretenimiento se impone sobre el entendimiento.
Qué inquietante es escuchar al presidente de México denostar de manera recurrente a la prensa. Pocas cosas tan perturbadoras como presenciar la embestida, repleta de adjetivos, llena de descalificaciones, donde emula a líderes autoritarios en cuya categoría no debería estar. Pocas cosas tan desconcertantes como verlo mimetizar las peores prácticas de quienes necesitan identificar a enemigos malos y lanzar al pueblo bueno tras ellos. Al denostar a la prensa de manera consuetudinaria AMLO exhibe lo peor de su temperamento político. La necesidad de la confrontación perpetua; el imperativo de la indignación incesante; la propensión a la rijosidad políticamente redituable pero democráticamente contraproducente. Al descalificar a medios incómodos, AMLO quizás gana algunos puntos pero se daña a sí mismo y al sistema político que quiere transformar. Muchos le aplauden por golpear a la piñata de la prensa sin entender qué pasaría si la rompe.
López Obrador merma su credibilidad al mentir de manera tan abierta. Es falso que medios como el Semanario Zeta hayan tapado las cloacas de gobiernos pasados, hayan callado sobre la censura a Carmen Aristegui, hayan guardado silencio sobre el saqueo sexenal, hayan ignorado la colusión entre politicos y narcotraficantes. Basta con examinar las primeras planas desde su fundación, las múltiples investigaciones desde su creación, los nombres de quienes dieron la vida para narrar las historias de la muerte. Durante cuarenta años y junto con Proceso, La Jornada, y Reforma, Semanario Zeta ha evidenciado la corrupción, ha desmenuzado las políticas públicas, ha abierto sus páginas a la pluralidad y complejidad del país.
El problema de los medios libres para la auto-denominada Cuarta Transformación no es su supuesto conservadurismo, es su talante opositor; no es su carácter carroñero, es su ánimo auscultador; no es su naturaleza “fifí”, es su vocación independiente en tiempos donde el poder premia lo contrario. El Semanario Zeta fue concebido como un espacio de libertad, para informar y analizar y evidenciar desde ahí.
Sigue siendo lo que fue desde su concepción y la democracia sobrevivirá si el Semanario sigue ahí, haciendo lo que nació para hacer.
Pero México es mucho mejor por su existencia y su persistencia; por su compromiso con la tarea que -según Orwell- le toca al periodismo, como lo entiende el Semanario Zeta. Publicar lo que algunos preferirían que no publicara. Decir lo que otros quisieran desoír. Hurgar, indagar, confrontar. Contribuir a una discusión civil y productiva sobre la cosa pública.
Preocupa que López Obrador y los suyos muestren tanta animadversión a la prensa. Consterna que inviertan tanta energía y tiempo atacándola. Eso sólo lo hacen los Erdogan y los Putin y los Orban y los Maduro y los Trump y los Duterte. Eso sólo lo impulsan quienes requieren atizar el resentimiento y el enojo y la división y la exclusión y la construcción del adversario para mantenerse en el poder. López Obrador tiene todo para ser distinto a aquellos con quienes comienzan a compararlo. Las peleas definitorias de su sexenio no deberían ser contra la prensa de investigación sino contra la corrupción de Peña Nieto. No deberían ser contra el periodismo libre sino contra el periodismo domesticado que todavía vive de la publicidad oficial, tan discrecional como siempre. No deberían ser contra la libertad de expresión sino contra aquello que la coarta, empezando por las diatribas del propio Presidente. No deberían ser para que un periódico revele sus fuentes, sino para que el periodismo pueda sobrevivir sin violencia.
Cuando AMLO agrede a la prensa da permiso para que otros lo hagan también, como se lo ha reclamado Artículo 19. Cuando el Presidente denuesta a un contrapeso lleva a que sus seguidores se sumen de manera inmisericorde. Cuando exige “derecho de réplica” lo hace desde el púlpito más poderoso del país. Y cuando miente, socializa la mentira; la vuelve verdad oficial. Como lo expresó Jorge Ramos: “llevo mucho tiempo trabajando orgullosamente en Reforma y eso no es cierto”. No es cierto que la prensa libre haya sido comparsa de gobiernos anteriores y adversario del suyo. No es cierto que la prensa “fifí” sea “enemigo del pueblo”. No es cierto que el Semanario haya guardado silencio sobre la corrupción, cuando denunciarla llevó al asesinato de sus propios colaboradores. La prensa sin adjetivos es amiga del ciudadano deliberativo, informado y exigente. Tratarla como piñata personal desmerece al Presidente, y exige la defensa por parte de quienes felicitamos al Semanario Zeta por ser uno de los contrapesos que el país merece y los tiempos exigen.