En medio de la crisis de salud más grave en el mundo -tras la llamada “gripe española” de principios del Siglo XX-, y México en particular debido a la falta de preparación, la pobre infraestructura y la poca inversión en el Sector Salud, el Presidente Andrés Manuel López Obrador está pensando en ser candidato en la elección de 2021.
Despreocupado por la pandemia del coronavirus, más allá del inicio de la segunda quincena de marzo de 2020, él andaba de gira provocando actos masivos, recomendando a la sociedad no tener miedo y salir a comer a fondas y restaurantes. Seguía tomándose fotografías y amenazaba con no detener su ritmo de visitas a los estados durante el fin de semana.
López Obrador ganó la elección en 2018, finalmente y después de tres comicios federales, logró la posición que tanto anheló, y además, de la mejor manera, con una votación histórica de poco más de 30 millones de votos a su favor. Pero es evidente que eso ya no le satisface, y todos los días en su conferencia matutina, evangeliza sobre su proyecto, ataca a quienes ve como sus adversarios, mayormente a la prensa, a algunos empresarios, y pocos partidos políticos y a Felipe Calderón Hinojosa, ex mandatario al que le concede una suerte de habilidades para seguir dictando política e ideología a una parte de sus críticos. Los maldecidos conservadores, diría el tabasqueño.
Esta paranoia política, gubernamental y electoral, lleva al Presidente a constantemente encabezar giras, discursos y acciones netamente propagandísticas para mantenerse en el ánimo electoral. En ocasiones parece que sigue en campaña, que tiene la necesidad de opositores -adjetivo que, por cierto, no utiliza- para probarse como ganador. En ocasiones está más pendiente de lo que dicen de él que en gobernar para todos y no nada más para los 22 millones de ciudadanos que integran sus padrones de ayudas sociales.
En una ocasión, cuando le preguntaron si interrumpiría su conferencia matutina por la contingencia del COVID-19, las recomendaciones de la Sana Distancia y de quedarse en casa, respondió con un exclamativo no y posteriormente sentenció luego del “brincos dieran”: “Si no tuviéramos esto, me bocabajean, nos tumban”. De ese tamaño la inseguridad.
Ahora, negado como está a adoptar estrategias financieras, fiscales y de servicios, para los mexicanos y no solo para quienes integran sus padrones, así como apoyar a las micro, pequeñas y medianas empresas, tal como ha sucedido en la mayoría de los países afectados por el COVID-19, AMLO continúa con sus planes como si la circunstancia mundial económica no hubiera cambiado. Destina más recursos a sus obras insignia (Dos Bocas, Santa Lucía, Tren Maya), y no al Sector Salud o a apoyar a las MiPyME, a las que apenas les arrojó esta semana créditos pírricos de 25 mil pesos.
Por supuesto que a la toma de decisiones, quienes ejercen el poder van perdiendo o ganando adeptos. Normalmente un presidente al tercer año de su gobierno ya cuenta con más detractores que al inicio, y es común, por lo menos lo fue en la era pre-Morena, que las elecciones intermedias de su mandato las perdía el partido del Ejecutivo federal, o si bien le iba, ganaba espacios sin mantener el control de la Cámara baja.
En 2021 serán las elecciones intermedias para López Obrador. Se renovará la Cámara de Diputados federal. Para ir en la boleta electoral, propuso hace meses que la revocación de mandato a la que se comprometió con el electorado, sucediera precisamente el día de la elección federal intermedia. Para ello envió una iniciativa que fue sumamente discutida no solo en el Legislativo, también en la capa intelectual mexicana, en los partidos políticos y entre analistas del país y del extranjero. La propuesta era avezada por parte del Presidente: en caso de estar en la boleta en 2021, ayudaría a Morena a mantener la Cámara federal, ayudando y llevando al triunfo a sus candidatos, tal como lo hizo con cientos de desconocidos en 2018.
Pero nada. Los diputados no le concedieron ese capricho político-electoral. Sí aprobaron la revocación de mandato, modificaron la Constitución mexicana y se lee que la revocación de mandato “se podrá solicitar en una sola ocasión y durante los tres meses posteriores a la conclusión del tercer año del periodo constitucional”. Además, que tal ejercicio “será convocado por el Instituto Nacional Electoral, a petición de los ciudadanos y ciudadanas, en un número equivalente, al menos, al tres por ciento de los inscritos en la lista nominal de electores, siempre y cuando en la solicitud correspondan a por lo menos 17 entidades federativas…”.
Es decir, la revocación de mandato va, pero no la puede solicitar el Presidente, sino los ciudadanos, y no se realiza en año electoral, sino después del tercer año del sexenio. Así está la Ley que se aprobó en un Congreso de mayoría morenista.
Pero el miércoles 15 de abril, López Obrador propuso en su conferencia matutina, para sus adversarios:
“A los conservadores, con todo respeto para que sepan de manera pacífica el que decida, les ofrezco adelantar la fecha, que la revocación de mandato no sea hasta el 22, que la hagamos aprovechando que van a haber las elecciones (2021), el mismo día, eso, una tarjeta adicional, se va a votar por diputados, por locales, por gobernadores, porque van a haber cambios en los estados y una boleta: ¿Quieres que continúe el Presidente? o que renuncie”. Luego soltó un “Y podemos hacer el cambio a la Constitución”, pues tan sabe de cierto que su propuesta está al margen de la Ley, como seguro está que -una vez más- puede modificar la Constitución.
Esta “oferta política” la hizo un día después que una encuesta del periódico El Financiero diera como resultado que la preferencia electoral de Morena está cayendo y se redujo hasta el 18%. Aunque los ciudadanos consultados no dieron su apoyo a otro partido, solo lo retiraron a Movimiento Regeneración Nacional, la mayoría del partido del Presidente en la Cámara de Diputados podría estar en riesgo.
Pero mientras ese tema es de los partidos, y salir de la pandemia de la mejor manera posible para los mexicanos es un asunto que debería ser prioridad del Presidente de la República, actualmente este se preocupa más por la elección del próximo año y que su nombre aparezca en la boleta electoral para influir en el voto. De qué otra manera se puede explicar, si no es así, que estando en medio de la crisis sanitaria, proponga su revocación de mandato el mismo día de la elección federal intermedia.
Resulta alarmante, preocupante, que el Presidente de la República quiera distraerse en una campaña política para no ser revocado su mandato, cuando lo que se requiere es un jefe del Estado Mexicano que conduzca de manera eficiente al país.
Ya ganó en 2018, abrumadoramente, López Obrador ya es y ahora debe probarse como Presidente no nada más ante los 30 millones de mexicanos que lo eligieron. No necesita seguir siendo aspirante a la Presidencia de la República ni proponer él mismo (considerando que fuese legal) la revocación de su mandato.
Andrés Manuel López Obrador fue electo para seis años y es lo que se espera de él, un sexenio de gobierno, de administración pública lograda, sobre todo en un momento en el que un virus ha puesto en jaque a un hombre que sabe ser un candidato ambicioso, pero todavía le falta probarse como el Presidente que México urgentemente necesita.