“El Necio”, canción que el cantautor surgido en la revolución cubana Silvio Rodríguez escribió en 1991, fue usada como una especie de himno en la campaña a la Presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador. Con esta, el actual mandatario expuso su “necesidad de vivir sin tener precio” y el sueño de “multiplicar panes y peces” para los mexicanos más pobres. Infortunadamente, en medio de una de las peores crisis de salud mundial, lo que pudo ser una productiva perseverancia, se transformó en irresponsable petulancia.
Frente al virus COVID-19, mientras funcionarios de salud del gobierno lopezobradorista hacían un urgente llamado público a la sana distancia, la higienización personal y la limpieza de espacios físicos comunitarios, en las mismas conferencias, el Presidente de los mexicanos se negaba a dar ejemplo como hombre de Estado.
Empezó por rechazar el gel antibacterial para limpiar sus manos previo a la conferencia mañanera del 17 de marzo en Ciudad de México. No conforme, la noche del 28 de marzo, en el Aeropuerto de Tijuana, previo a su viaje a Culiacán, Sinaloa, se negó a que le tomaran la temperatura en el segundo filtro de salud como a todos los usuarios, argumentando que ya lo habían hecho en el primer punto de revisión de la terminal.
Mientras el mandatario volaba hacia Sinaloa, dos video tomados en el Aeropuerto de Tijuana empezaron a circular en redes sociales. En el primero, un hombre le inquiere: “¿No teme poner en riesgo a la población, Presidente? Usted es sospechoso de tener coronavirus”. Y en el segundo, otro varón le pregunta: “¿Por qué no obedece las indicaciones de la Secretaría de Salud?”. A ambos les contesta: “No voy a caer en ninguna provocación”.
Una vez en su destino, AMLO grabó un mensaje para internet, en el que acusó, lo sucedido era un montaje en su contra y responsabilizó al periódico Reforma, medio contra el que ha iniciado campaña desde todos los foros a su disposición.
En ese contexto, “El Necio” de Rodríguez se transformó en un personaje de la película surrealista de humor absurdo llamada “Sopa de ganso” (1933), en la que uno de los hermanos Marx pregunta a su receptor: “A quién le va a creer usted, ¿a mí, o a sus propios ojos?”. Y definitivamente, López Obrador quiere que los mexicanos le crean más a él que a sus ojos mentirosos.
Los comunicólogos coinciden en una interacción: más del 60% de la comunicación es no verbal, así que al contradecir con acciones todas las recomendaciones sanitarias, el doble mensaje del mandatario dio a su pueblo una sensación de falsa seguridad ante la pandemia que se propaga a toda velocidad y con gran facilidad.
Tarde, considerando la inevitable propagación de la pandemia y la carencia de disciplina del pueblo mexicano, Hugo López-Gatell Ramírez, vocero y subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, anunció el 14 de marzo que la jornada nacional de Sana Distancia empezaría el día 23. Ese lunes, la Organización Mundial de la Salud informó que México entraba a la Fase 2 de acelerado contagio progresivo, local, comunitario. Y el lunes 30 de marzo, el canciller Marcelo Ebrard leyó el decreto de Presidencia para declarar la emergencia sanitaria nacional, día en que las autoridades de Baja California ordenaron la instalación de filtros y retenes en las vialidades para concientizar a la gente a regresar a sus casas.
Durante ese lapso, el Ejecutivo federal se negó a suspender las giras de fin de semana para “supervisión de obra”. Desde la segunda semana de marzo gobernadores y empresarios cancelaron conciertos, festivales y todo acto público masivo, aunque debieron atender los tres pasados fines de semana a López Obrador.
Como titular del Poder Ejecutivo, AMLO visitó en una semana comunidades en el Estado de Guerrero, la siguiente viajó a Oaxaca y recientemente, entre el 28 y 29 de marzo, Tijuana, San Luis Río Colorado, Sonora y Mexicali. En este municipio estaba cuando el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, quien había estado en contacto físico con él, anunció ser positivo al COVID-19. Esa gira, Andrés Manuel la concluyó en Badiraguato, Sinaloa. En ninguna de esas jornadas se respetó al 100% la sana distancia porque la gente insiste en acercarse o fotografiarse con el Presidente.
Su comportamiento no pasó por alto para analistas y organizaciones internacionales, como Human Rights Watch, al punto que el 26 de marzo, José Miguel Vivanco, director en América de ese organismo, publicó: “El comportamiento del Presidente López Obrador de cara a la crisis del COVID-19 es un ejemplo sumamente peligroso que amenaza la salud de los mexicanos”.
Las posturas públicas de periodistas y políticos, similares a la de Vivanco, han sido tachadas localmente por el mandatario como mentiras de los conservadores.
AMLO ciertamente enfrenta complejos retos y tiene adversarios políticos que maquilan campañas en su contra, las cuales reconoció de manera reciente, lo “fastidian, abruman y hacen daños”. Pero ninguno de ellos tuvo que ver con su falta de respeto a la cuarentena, las medidas de sanidad y su desafiante actitud ante el peligroso COVID-19.
A la fecha, nadie ha pedido que deje de gobernar, de trabajar y de señalar a los corruptos. Lo que le han exigido públicamente es frenar su mal ejemplo y limitar temporalmente los actos públicos, los saludos de mano, los besos y abrazos.
Pero López Obrador decidió ignorar las cifras publicitadas por la Secretaría de Salud: que una persona aislada al 75% solo contagia a tres personas en un mes; la gente resguardada al 50% infecta a 15 personas al mes; y el sujeto que no sigue las instrucciones de sana distancia, puede enfermar a 406 ciudadanos en un mes. Así, el Presidente se puso en riesgo y puso en riesgo a la gente a su alrededor.
Esta semana empezó a discursar respecto a la necesidad de quedarse en casa, pero de nuevo, sus palabras de poco servirán si no predica con el ejemplo. Al final, “Obras son amores, y no buenas razones”.