Le llevaron el mensaje a Guillermo González Calderoni. Entonces despachaba en la Procuraduría General de la República. No se extrañó cuando anunciaron quién lo buscaba. Inmediatamente recibió al enviado con “cierra la puerta” y advirtiendo a sus asistentes “…por favor no me pasen llamadas a menos que sea del Procurador o de la Presidencia”. Pidió café. No invitó nada a su huésped. Ni siquiera un “tome asiento”. Lo escuchó. Casi en voz baja. Respondió seguramente “…está bien, vamos a ver cómo lo arreglamos”. El mensajero se fue. González Calderoni le echó el ojo al entrar y confirmó al salir: A pesar de traer “charola” no llevaba pistola. Debió pensar: Seguramente la dejó con su compañero que afuera y en auto lo esperaba. González Calderoni no preguntó si venía de Sinaloa o Tijuana. Tampoco si llegó en avión o vivía en el Distrito Federal. Nada. Solamente le escuchó y punto. Cero socializar.
Desde su despacho llamó por teléfono. Debió utilizar otro nombre. Le contestó Joaquín “El Chapo” Guzmán o alguien de sus confianzas que llevaría el recado. Luego se comunicó a Tijuana con Benjamín o Ramón Arellano. Logró que aceptaran una reunión. Se trataba de llegar a un acuerdo. Acabar con enemistad y matazones. Los capos estuvieron conformes. No podían negarse a quien les protegía. Por eso quedaron de verse en casa de Ismael “El Mayo” Zambada. El merito Culiacán.
Benjamín, Ramón y Eduardo, decidieron matar a “El Chapo” Guzmán en esa reunión. Me imagino lo sabía González Calderoni. Pero él nada más estaba cumpliendo con la petición de uno hacia otro. Lo que sucediera en el encuentro no le importaba. Everardo “El Kitty” Páez, asociado y afianzado por compadrazgo con los Arellano, escuchó: “Que vaya Ramón y se lleve al ‘Kiki’ Fernández”. Protegidos por policías de Baja California, los hermanos treparon en dos autos y se fueron al aeropuerto. Los viajeros llevaban maletas deportivas con armas. Un agente federal cargó con ellas para evitar revisión de equipaje. Se las entregó antes de subir al jet de Aeroméxico. Benjamín y “El Kitty” Páez le recomendaron a Ramón: “No vayas a fallar”. Eduardo terqueó: “Es necesario acabarlo y muy importante asegurarse que lo van a dejar muerto”. Pero al otro día Ramón se comunicó por radio con Benjamín. “Los hechos no ocurrieron. Nos vemos más tarde”. Hasta allí la conversación. Cuando regresó y lo recibieron en el aeropuerto explicó: “Yo estaba listo”. El plan era que “Kiki” disparara primero. Pero “…le entró la paranoia” y todo se echó a perder. Ni ejecución ni acuerdo. Enojado, Benjamín le reclamó a su hermano “hubieras matado al ‘Kiki’ allí mismo”. Nada más respondió: “No te preocupes. Voy a matar a ‘El Chapo’ la próxima”.
Esa fue la segunda vez que fallaron. En agosto del 91 “El Mayo” Zambada los reunió para “…que ya se dejen de pleitos”. Pero Guzmán Loera, desconfiado, rodeó con sus pistoleros el lugar convenido. Aunque lo mataran. De allí no salían vivos los Arellano. Por eso cero disparos. En junio del 92 vino el tercer intento: “Nos vemos en la Ciudad de México”. Entonces Joaquín platicaría con Benjamín. Estaría acompañado de “El Mayel” Higuera. Pero a los Arellano les llegó el chisme: Antes de subirse o al bajarse del avión “El Chapo” los ejecutaría. Todos estos detalles aparecen en expedientes de cortes norteamericanas. Los vi. Así con Joaquín Guzmán Loera no valió aquello “de a la tercera va la vencida”. Menos a la cuarta. Quisieron matarlo en Guadalajara y se confundieron ametrallando al Cardenal. Ese pecado no se los borra nadie. “El Chapo” fue detenido y encarcelado. Tuvo paciencia para aguantar y escapar. Benjamín y Francisco Rafael tienen años embartolinados. No han podido salir por las buenas ni malas. Y ahora prófugo Guzmán se ha dado tres lujos: Corromper gobernícolas para no ser capturado. Darle la batalla a Osiel Cárdenas con tal de quitarle su cartel golfero. Y meter el pie en la puerta tijuanense a los Arellano. Hace tiempo le cargaron la mano a José Santiago Vasconcelos nada más por decir: “El Chapo es el narcotraficante más inteligente”. Es cierto. Pero le faltó explicar: “…gracias a tanto policía corrupto”. Como sea. Los hechos demuestran que a Joaquín Guzmán no pudieron matarlo sus enemigos. Tampoco tenerlo encarcelado. Menos capturarlo. Y ahora es el más poderoso capo. Por eso arregló en el Reclusorio Sur la fuga del notable capo guatemalteco Otto. Con otra: Expertos sicarios de Colombia están en México ayudándole.
Leí y se me enchinó el cuero: La PGR quiso y un juez no aceptó ordenar capturar 14 parientes de “El Chapo” Guzmán. Según eso por utilizar dinero mal habido. Entre mafiosos hay una ley no escrita: Nada de meterse con la familia. Ni siquiera de sus enemigos, policías o funcionarios. Pero eso sí, cuando les tocan a uno de su sangre se desata venganza tan rabiosa como salvaje. No me imagino policías deteniendo a parientes de capos. Por más encapuchados que anden. Fácil se sabrán sus nombres. Los mismos compañeros informarán a Guzmán Loera o a otros capos. Y entonces sí, la moneda con que pagará la mafia será peor: A ejecutar familiares de policías, jueces y funcionarios.
Me da la impresión que ya es capricho agarrarla contra parientes de “El Chapo” para ver si así lo capturan. Ese pretexto de que están recibiendo dinero mal habido es peligroso. Si les condenan por tal motivo, también deberían encarcelar a quienes aceptan ese dinero con tal de vender. Y hasta la Secretaría de Hacienda por cobrar impuestos que, ni modo de ignorarlo, sabe muy bien de dónde vienen. Hace tiempo leí en el periódico Noroeste de Sinaloa una entrevista sorprendente. El señor Herman Leuffer Mendoza lleva 35 años en la función pública y declaró: “¿Dónde quedó la moral empresarial? No se preguntan ¿a quién le estoy vendiendo y con qué dinero me están pagando?” Refirió: Nada más en una ciudad de Sinaloa se venden 10 mil carros de agencia al año. Nuevecitos. Aclarando: Hay estados donde no logran esa cifra ni en dos años. “¿A poco nuestros empresarios son tan boyantes como para producir todo eso?” El señor Leuffer fue claro: “Hay cosas que uno no puede decir directamente, pero mira, tanto la PGR como la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros, la Secretaría de Hacienda… te obligan a ti, a la institución bancaria, a cualquier negocio establecido a que reporten cualquier operación equivalente a 10 mil dólares. Pero dime: ¿Quién lo hace? ¿Qué banco lo hace y qué empresa lo hace? Cuando sabes tú que en maletas, y de todos es sabido, no estoy descubriendo el hilo negro, llegan a comprar vehículos, negocios, casas y se pagan en efectivo y en moneda extranjera. ¿Cuándo se reporta? ¿A quién conviene reportarlo? ¿Entonces quiénes están metidos en esto? Mucha gente… mucha, directa o indirectamente”. Luego-luego con tres palabras explicó los motivos: Impunidad, corrupción y miedo. Aparte no lo dice el señor Leuffer ni es imaginación. En los juzgados de todo el país reciben dinero mal habido. Muchas finanzas con billetes del narcotráfico. Y ni modo que no sepan. Por eso para mí, jeringando a la parentela de “El Chapo” no es forma para capturarlo. De veras, es tan inteligente como para comprar a muchos policías y funcionarios. Y quien a los de su sangre toque sin motivo se le puede voltear el chirrión por el palito. Así les pasó a los Arellano.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en agosto de 2007.