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viernes, febrero 16, 2024
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No es la mujer, somos las mujeres

Hablemos más del día de las mujeres.

Sí, de las mujeres, no de la mujer.


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Porque somos muchas y con diversas realidades, unas con mayores desventajas que otras, algunas con contextos que hacen que los riesgos de ser mujer se multipliquen; las niñas, las adolescentes, las que migran, la que vivimos con discapacidad, las que son mayores, las que están en zonas rurales, las de colonias y comunidades indígenas, las que viven con VIH, las que están privadas de la libertad, las que son víctimas de trata o de algún otro delito, las de la población LGBTI, las que se han tenido que desplazar por la violencia… y todas merecemos que se elimine la discriminación basada en género. Todas merecemos la igualdad sustantiva, las mismas oportunidades, una vida libre de violencia y el respeto de nuestra dignidad. Siempre.

La Agenda 2030, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, tiene un lema muy apropiado: “No dejar a nadie atrás”, y eso es recordar a las mujeres que se nos han olvidado también. El Objetivo 5 busca lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas, planteando algunas metas, como el poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas en todo el mundo, que representa la base para eliminar todas las formas de violencia y abonar a la paz social.

Cada uno de los grupos de mujeres que he mencionado enfrentan retos y complejidades para el ejercicio de sus derechos; sin embargo, dedicaré unas líneas para hacer visibles a las mujeres a cuyo grupo pertenezco, pues considero en congruencia seguir apostándole a la justicia por muchas de ellas, que constantemente me piden no dejar la lucha en la que inició mi compromiso por defender los derechos humanos hace un cuarto de siglo.


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De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018, existen 7.9 millones de personas con discapacidad en México; el 6.3 por ciento de la población total y 6.7 por ciento de las mujeres.

Del total de personas con discapacidad, 54.1 por ciento son mujeres; de estas, el 57.1 por ciento no pueden caminar, moverse, subir o bajar escaleras; el 40.8 por ciento de las mujeres no pueden ver (aunque usen lentes); el 19.9 por ciento no pueden mover o usar sus manos; el 19.5 por ciento de las mujeres no pueden aprender, recordar o concentrarse; y el 16.4 por ciento de ellas no pueden escuchar.

Muchas de esas mujeres no estarán presentes en las marchas y manifestaciones que se den a lo largo del país el próximo 8 de marzo, la mayoría por razones relacionadas con la falta de diseño universal de los espacios públicos y accesibilidad en el transporte o porque en las familias y las comunidades a las que pertenecen se les asume como objetos de cuidado o de asistencia (y les dirán que no pueden ponerse en mayores riesgos). Algunas no se estarán enterando de las convocatorias porque están en centros de internamiento, aisladas, más excluidas que las demás para participar en la vida social.

Pero el día 9 de marzo, en este gran movimiento silencioso de #UnDíaSinNosotras, si estarán sumadas, no se verán en las calles, ni en las escuelas, ni en los trabajos, ni en los centros comerciales, y eso no les representará nada extraordinario.

En el 2008, en México entró en vigor la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, cuyo Artículo 6 se dedica a las mujeres con discapacidad. Señala que “las mujeres y las niñas con discapacidad están sometidas a múltiples formas de discriminación. Los Estados Partes deben adoptar todas las medidas pertinentes para asegurar el pleno desarrollo, adelanto y potenciación de la mujer, con el propósito de garantizarle el ejercicio y goce de los derechos humanos y libertades fundamentales”.

En la última Observación General de la ONU, al respecto se señala que hay tres ámbitos de preocupación en relación a los derechos de las mujeres y las niñas con discapacidad:

La violencia física, sexual y psicológica, que puede ser institucional o interpersonal y que está basada en estereotipos y prejuicios; la limitación de los derechos sexuales y reproductivos, comprendidos el derecho a acceder a la información y la comunicación, el derecho a la maternidad y las responsabilidades relativas al cuidado de los hijos e hijas; y la discriminación múltiple.

El diagnóstico ya se tiene; las tareas pendientes están señaladas, pero nos siguen faltando políticas de igualdad que posibiliten que las mujeres y las niñas con mayores desventajas vivan con dignidad.

 

Melba Adriana Olvera fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Baja California.

Correo: melbaadriana@hotmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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