Miguel de la Madrid Hurtado llegó a la presidencia y quiso darle seriedad al gobierno de Baja California. Puso al veracruzano Xicoténcatl Leyva Mortera. Unos dicen que lo impresionó cuando le citó en Los Pinos para tantearlo, pero la leyenda política cuenta que una de las últimas voluntades del ex presidente Miguel Alemán Valdés, fue que hicieran gobernador a su sobrino Xicoténcatl, y De la Madrid se lo cumplió.
Pero el de Leyva Mortera fue un poder arrabalero, de pandilla. Desgobernó con los que fue a la primaria y a la universidad; y para tener contentos a los viejos políticos y ex gobernadores, invitó a sus juniors, aunque no supieran hacer nada. Les dio nombramientos y los puso a ganar mucho dinero. Cambió de jefes policiacos y procuradores como de camisa.
A todos les dio manga ancha y todos se embolsaron tanto dinero como pudieron. A unos los trajo del Distrito Federal, sin saber nada de Baja California. Uno de ellos, salió en medio del escándalo por raterías; y el otro, por corrupción y haber matado, con el viejo sistema de la “ley fuga”, a un joven acusado de violación, que, luego se comprobó, no había cometido el delito.
Los juniors encontraron en el gobierno de Xicoténcatl impunidad por la vía de la influencia; se abrazaron al narcotráfico para abrirle la puerta a otros imberbes que no podían caminar por no tener la complicidad federal: los Arellano Félix.
Recién llegados de Sonora, habitaron un departamento en edificio de cinco pisos, al pie del fraccionamiento Los Olivos. Luego empezaron a meterse con los jóvenes cercanos a Xicoténcatl Leyva Mortera, hasta llegar a su hermano Edgardo, conocido popularmente como “el Bombi”.
En 1985, sin lugar a dudas, Xicoténcatl abrió las puertas al narcotráfico y el crimen en Baja California.
Inoculado de poder hasta la congestión, Xicoténcatl llegó, cierto día, a cerrar una calle del Distrito Federal porque en ella estaba un congal; allí se quedó encerrado varios días, haciendo tanto ruidajo que hasta los vecinos se quejaron. Cuando llegó la grúa y tumbó la puerta, el gobernador salió a ver qué pasaba, sin darse cuenta, en medio de la orgía, que estaba desnudo. Algunos periodistas del Distrito Federal relataron el hecho con hartos detalles, como Félix Fuentes en Ovaciones. Y cuando el eco llegó a Baja California, el gobernador se llamó ofendido y calificó de mentirosos a los que dijeron la verdad.
Así, la impunidad, la influencia, el narcotráfico y el poder, terminaron en asesinatos y en riqueza. En tanto el padre del gobernador se apoderaba de cuanto terreno podía, el hermano se hablaba de tú con la corrupción judicial y el narcotráfico.
El poder mareó a Xicoténcatl a tal grado, que quiso imponerle candidatos a Carlos Salinas de Gortari, cuando ya era escogido del PRI para 1988. La tragedia empezó cuando el aspirante presidencial llegó a Baja California en campaña y enojadísimo suspendió los actos programados, porque ni priistas ni nadie asistieron.
Unos decían que fue maniobra del gobernador; otros, que una forma de rechazar al sistema y a los dos desgobiernos de Roberto de la Madrid y Xicoténcatl. Rechazo que retumbó en el centro de las urnas, cuando el voto bajacaliforniano le dio el triunfo a Cuauhtémoc.
Por eso, cuando Carlos Salinas de Gortari llegó a la presidencia, le cortó la cabeza a Xicoténcatl; utilizó a Manuel Camacho Solís para que “comisionara” al sobrino de Miguel Alemán a un cargo inexistente en el Banco de Comercio Exterior en Estados Unidos. Luego, lo mandó de agregado a la embajada de Portugal.
Maquiavélico, Salinas lo retiró de la función pública con el pretexto de que no rindió factura costosa, de por vida imborrable, que pagó Xicoténcatl por permitir la derrota priista de Salinas.
Así terminó un poder enloquecido. La pandilla se desbarató. Xicoténcatl tuvo después de su caída la noticia mala y buena: la mala, que su hijo fue calificado como el principal sospechoso de un crimen en la zona rosa del Distrito Federal; el muchacho, salpicado de cocaína, abandonó el hotel desnudo para treparse a un taxi y huir. La buena noticia, que Ernesto Zedillo lo invitó a participar en el principal acto de su campaña para la presidencia de la República.
Y en cuanto a la noticia mala, tuvo la fortuna de que el caso de su hijo, originalmente lo investigó el licenciado Juan Pablo Chapa Bezanilla, entonces en la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal. A pesar de las evidencias, el junior Leyva pudo escapar y, hasta hace meses, su padre pudo neutralizar la orden de aprehensión con un amparo federal y los buenos oficios de sus amigos magistrados, entre los que se encontraba el que fue presidente del Tribunal del Estado durante su gobierno.
Mientras estuvo Ruffo en el gobierno, Xicoténcatl no se paró en Baja California; temía, evidentemente, que lo detuvieran. Para su fortuna, el doctor Ernesto Zedillo lo invitó a un acto de campaña y eso fue suficiente para resucitarlo, hasta el grado de meterse a fondo en la elección de gobernador en el 95 y asistir a la XVII Asamblea Nacional del PRI.
De cualquier forma, el poder se le terminó. Ahora, su hermano, regordete y públicamente despreciado, se refugia en un periodicucho desde donde destila toda su amargura. Su padre desapareció entre las sospechas de los colosistas después de Lomas Taurinas. Y a su hijo poco se le ve.
Y el poder, como cuando se pierde la virginidad, nunca regresó.
Para completar el sexenio leyvista en 1989, Carlos Salinas escogió al chihuahuense Óscar Baylón Chacón, un enemigo de Xicoténcatl. Le dio poder para perseguir a los funcionarios leyvistas y encarceló a dos que tres, mientras una docena huyó a Estados Unidos.
Algunos regresaron el dinero; otros se la pasaron varios meses en prisión. Y hay todavía que están prófugos. Solamente a uno de ellos, el licenciado Miguel Torre, se le detectaron tres mil millones de viejos pesos que logró mediante sobornos.
Baylón Chacón es un milusos político. Alcalde y diputado, oficial mayor y senador; presidente del PRI local y administrador de la aduana; senador suplente y luego titular; delegado nacional del PRI. De todo y a donde lo mandaran, aunque no quisiera, siempre obediente al jefe en turno. El clásico priísta disciplinado.
Cuando quiso ser candidato a gobernador no tuvo el poder para lograrlo; ni pudo convencer a Miguel de la Madrid, cuando éste lo llamó a Los Pinos para calibrarlo. Y el día que menos lo esperaba, el poder le cayó para hacerlo gobernador sustituto. Quiso hacer en meses lo que lleva sexenios, y por andar pisándole los talones a los leyvistas corruptos, atender las órdenes de Salinas y querer reelegirse, se le fue el tiempo.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en diciembre de 2009.