Por supuesto que sí afectó el nuevo horario de verano, impuesto el día 8 de marzo de 2020, cuando debía ser el último domingo de abril.
Claro que duerme uno menos tiempo; las noches son cortas y los días serán largos.
Se adelantó 50 días. ¿Quién dio la orden que “autorizan” nuevo horario? ¿Cómo se recupera ese tiempo de no dormir las ocho horas o más?
El planeta sigue girando igual, hace su ciclo y nos sigue dando las cuatro estaciones del año; pero sí dicen por allí que es para ahorrar luz. La luz que ahorras en horario veraniego, la consumimos en el tiempo de invierno, donde los días son más cortos; ya nomás falta que quien autorizó o propuso este abrupto adelanto de 50 días -para que rija el verano “obligado”- se atreva y atrofie los días exactos de cada estación, que existen desde hace siglos (dígase primavera, verano, otoño e invierno).
El hombre quiere controlar el giro del planeta, que es de 24 horas, y adelantar… que salga más rápido el sol, y aparezca la luna y alumbre en dúo con este. Eso es insólito e imposible.
La semana tiene siete días; la Tierra gira alrededor del sol. La Tierra tiene dos movimientos: transición y rotación; 365 días tarda en dar la vuelta al sol. La inclinación da origen a las cuatro estaciones; eso es natural y universal.
Nos podremos quitar la edad, cambiar los días festivos, pronosticar el tiempo; pero ganarle tiempo al tiempo, hacer adelantos que antes no se hacían (se respetaba el último domingo de abril y el último domingo de octubre); querer inclinar el eje terrestre para que por arte de magia haya más luz natural… Allí no, señores indicados.
¿A quién le gustaría adelantar su cumpleaños, para así tener más añitos? A nadie.
Cierto que la ciencia lleva la delantera, pero el reloj del tiempo hace tic tac por la rotación del planeta, junto a su satélite llamado luna. Lo prematuro no es bien hecho y viene fuera de normalidad. Como dice el dicho, “todo a su tiempo”.
Pero el ser humano tiene sed de cambios y experimentos que muchas veces son nocivos para sí mismo. Ya nadie va al espacio desde el “Challenger”, en 1986, o el “Endeavour”, en 2003; eso costó vidas.
Hoy, en el cambio de hora en B.C. puede dañar la salud y hasta costar vidas.
Pues, yo imaginaré nuevo horario de verano hasta el último domingo de abril. No comparto tal salvaje cambio de hora. De ya.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.