Que me amas dijiste
-la tarde de un febrero-
y besaste mis labios
con magia de artista.
Tus dedos deslizaste
por la arcilla de mi cuerpo
y declamaste en mi oído
los versos de un poema.
El fuego atizaste
de la sangre en mis venas,
con tu ardiente mirada
susurrando mi nombre.
Hoy recuerdo tus besos
y de mi cuerpo el temblor,
cuando hicimos derroche
de amor y candela.
No ha podido ni el tiempo
de mi mente borrarte,
le repito al espejo
que refleja mi rostro.
Yo quisiera rosarte
palmo a palmo esta noche,
ir besando tu cuerpo
como el mar a la arena.
Ser la luz de la luna
que a través de la ventana,
te cobija del frío
es mi eterno deseo.
Este mes de febrero
te he sentido a mi lado,
-y hasta percibo tu aroma-
cuando en mis aguas
navega tu barca.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California