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martes, octubre 1, 2024
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De la Brevedad de la Vida

Lucio Aneo Séneca nació el año 4 antes de Cristo; muere en el 65 d.C. Como Jesús Nuestro Señor, en lo que toca a la comunicación con el hombre de su tiempo, buscó hablar con la verdad sencilla. Y aunque Séneca no era cristiano, su filosofía es verdaderamente útil para todos.

Séneca purificaría al estoicismo de Zenón y otros, y traería una filosofía despojada del aparato técnico de sus antecesores; más enérgico y más auténticamente reflexivo en la esperanza de encontrar, sobre las exigencias de la misma vida, el camino personal de su liberación.

La Filosofía de la Vida en Séneca, se desarrolla en ciudades como Roma, aunque es un español de Córdoba que viaja por los pueblos aprendiendo a vivir, bajo normas morales en las que sobresale el esfuerzo de la voluntad de que todo hombre puede hacer si quiere ser verdaderamente feliz.

Una de las obras fundamentales de Séneca es precisamente De la Brevedad de la Vida. Diga usted si el cordobés no estaba en lo cierto; razonablemente sus pensamientos son de actualidad:

“No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho. Larga es la vida, y más que suficiente para consumar las más grandes empresas, si se hiciera de ella buen uso; pero cuando se desperdicia en la disipación y en la negligencia, cuando a ninguna cosa buena se dedica, al empuje de la última hora inevitable sentimos que se nos ha ido aquella vida que no reparamos siquiera que anduviese”.

Y es así. No recibimos una vida corta, sino que nosotros la acortamos; ni somos de ella indigentes, sino manirrotos.

¿Por qué nos quejamos de la Naturaleza? Benignamente se comportó; es larga la vida, si de ella sabes hacer buen empleo. A uno, insaciable avaricia le señorea; a otro, hacendosa diligencia en tareas inútiles. El uno rezuma vino; el otro languidece en la inercia. Fatiga a un tercero la ambición colgada siempre del juicio ajeno; a un cuarto, la temeraria codicia de un negocio, que con el sueño de la ganancia le lleva por todas las tierras y todos los mares.

A algunos atormenta la prisa de las batallas y nunca cesan de preparar peligros ajenos y de ansiarse por los propios; y no faltan quienes, en el ingrato obsequio de los superiores, se consumen en servidumbre voluntaria. A muchos abrevió la vida la envidia de la fortuna ajena o el afanoso cuidado de la propia. Etc.

Vivimos como si tuviéramos que vivir siempre. Que nunca nos viene a la memoria la idea de nuestra fragilidad, que no medimos el tiempo que ya ha transcurrido… lo perdemos como si tuviéramos un repuesto colmado y abundante. Cuando, por ventura, aquel mismo día de que haces donación a un hombre o a una cosa, será para nosotros el último.

Tememos todas las cosas como mortales, y todas las deseamos como inmortales.

Oirás a muchos que dicen: “A los cincuenta años me retiraré al descanso, y a los sesenta dimitiré mis cargos”. ¿Y qué garantía tienes de tan larga vida? ¿Quién te autorizará para que esto pase como te propones? ¿No te avergüenzas de reservarte los desperdicios de la vida y destinar al cultivo de la cordura no más del tiempo que a ninguna otra cosa puede ya consagrarse?

¡Oh, cuán extemporáneo es comenzar a vivir cabalmente cuando ha de dejarse de vivir!

¡Qué necio olvido no es de nuestra mortalidad diferir para los cincuenta o los sesenta años los sanos consejos, y querer datar el comienzo de la vida desde una fecha a la cual pocos llegaron!

Entre los primeros, cuento a aquellos que a ninguna otra cosa se dedican, sino al vino y al placer; nadie hay tan vergonzosamente ocupado como ellos.

¡Cuánto tiempo dilapidan en banquetes, que ya vienen a ser deberes para ellos, y verás como no les dejan lugar a respiro ni los males ni los bienes!

El espíritu ajetreado no profundiza nada, sino que todo lo refiere como hombre harto. El hombre agobiado de quehaceres, en nada se ocupa menos que en vivir; y eso es que la ciencia de vivir es la más difícil. Pero de vivir se ha de aprender toda la vida. Lo que acaso te sorprenderá más, toda la vida se ha de aprender a morir. Por tanto, no has de decir que Fulano vivió mucho que porque tiene canas o arrugas; no vivió mucho, sino que duró mucho.

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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