Las redes sociales y las aplicaciones para enviar mensajes se encuentran saturadas de buenos deseos, emitidos por sus inspirados emisores. La Navidad es una época que, como ninguna otra, hace surgir bellos pensamientos de generosidad y fraternidad; pero más allá de las expresiones típicas de estas fechas, hace falta llevar a la práctica nuestras buenas intenciones.
No precisamente materializadas solo a través de comprar regalos para la familia, amigos y uno mismo, sino de beneficiar de alguna manera a personas para las cuales diciembre es apenas una hoja más del calendario y a quienes quizá, lejos de que les haga sentir alegría, les provoque depresión.
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En primera instancia, y tomando en consideración que estadísticamente está comprobado que en el fin de año se producen más suicidios que en el resto de los meses, es sumamente importante estar alerta ante signos de una fuerte depresión, preludio de muchas muertes.
Pero, por otra parte, ese altruismo y compasión que aparece en la época navideña puede ser el impulso para que nos hagamos presentes -aunque sea solo por una vez- en la vida de los que menos tienen, ya sea en lo material, en la salud o en lo espiritual.
Prácticamente todos sabemos de una persona o varias, o de una o diversas instituciones de asistencia social que requieren de nuestra ayuda. Puede ser esa vecina de la tercera edad que no tiene quien le proporcione alimentos o que necesita protección en su casa a causa de las lluvias, o esa casa hogar o asilo al que no solo le vendría bien una aportación material, sino que sus beneficiarios gozarían enormemente de la visita que se les haga.
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Si el tiempo de que se dispone es mínimo, otra opción es acudir a uno de los diversos medios de comunicación u organismos de la sociedad civil que constantemente -y en especial a fin de año- convocan a la comunidad a llevarles cobijas u otras aportaciones en especie para, por su conducto, hacerlas llegar a los más necesitados.
Si no sabemos a quién ayudar, podemos acercarnos o revisar los portales de Internet de las dependencias encargadas de asistencia social en el gobierno (municipal, estatal o federal) y allí nos pueden dar una amplia lista de oportunidades para demostrar que nuestras buenas intenciones no son solo eso.
Por supuesto, no se trata en todos los casos de hacer donaciones que nos cuesten dinero -por lo que ese argumento no sería pretexto-, ya que podemos entregar ropa u otros artículos que ya no nos sean útiles; incluso, el mejor regalo que podríamos hacer sería dedicar algo de nuestro tiempo para acompañar a personas que, aunque tienen alguien que se hace cargo de ellos, se verían sumamente beneficiadas con nuestra presencia, como sería el caso de quien esté enfermo, discapacitado, de quienes viven en orfanatorios, estancias, asilos y muchos otros lugares que podemos visitar con el maravilloso efecto de hacerlos sentir mejor y el de -al mismo tiempo- sentirnos también mejor los visitantes. Como dicen por allí, es “ganar-ganar”.
Con la llegada del nuevo año, típicamente nos hacemos los tradicionales propósitos relacionados con nuestro propio beneficio, como el de cuidar la salud mediante dieta y ejercicio, o el de planear/emprender un viaje, así como otras actividades para nuestro bienestar personal o familiar; sin embargo, agregar, en un lugar prioritario de metas, el ayudar a los demás, les mejorará la calidad de vida a quienes nos necesitan y aumentará notablemente nuestra autoestima, así como el ejemplo que les podemos dar a nuestros seres queridos y a la sociedad.
Sin duda, hacerle un regalo a un ser querido nos dará gusto, pero ayudar a los más desamparados nos hará mejores personas.
Todo es cuestión de querer ganar-ganar.
Alberto Sandoval es comisionado del ITAIPBC y fundador de Alianza Civil, A.C. Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: www.AlianzaCivil.Org Facebook: Alberto Sandoval. Twitter: @AlSandoval
