Comentario obligado las dos historias que impactaron a la sociedad estos días: la tragedia en la escuela primaria privada de clase alta Cervantes, en la ciudad de Torreón, y su explicación magistral en la exhibición de la película “Joker”, en la Sala Carlos Monsiváis del CECUT.
Un privilegio de cine que tiene Tijuana y que aún no valoremos la oferta cultural del Estado en una sociedad hambrienta de inteligencia emocional. Una sala regularmente semivacía, pero este fin de semana casi se llenó de espectadores. “El Guasón” es una película reveladora de las consecuencias de la miseria material, moral y de salud pública que vivimos en el mundo. Los críticos ponen al presidente Trump como ejemplo de crueldad emocional y política.
La violencia es producto directo e indirecto de la profunda y crónica insatisfacción de necesidades sociales, emocionales, afectivas, intelectuales y materiales de grandes franjas de la población. Genera ceguera ética, ignorancia, insensibilidad y los arrebatos de la brutalidad donde la vida “no vale nada”…siendo el bien supremo.
La desgarradora historia del niño de 11 años que agrede a maestra, maestro y lastima de gravedad a algunos inocentes que se encontraban en una escuela “modelo”. Estamos frente a semilla venenosa de “guasones” que, por el abandono, la orfandad múltiple -no solo de padres responsables, sino de los mejores ejemplos humanos-, todos los días ciegan la vida de 100 personas en México.
Los “guasones” están creciendo. Y no se ponen de acuerdo los poderes facticos y el Estado en una fórmula efectiva y creativa para evitar el abismo social que significa el abandono, la precariedad y mediocridad de la salud y la educación pública, como resortes que fortalecen el crimen en todas sus capas.
Los monstruos avanzan y se extienden a los infantes. Eso es una señal de la penetración y gravedad de las variables que causan estos cuadros, noticias amarillista y mórbido en muchos casos, que deben servir para rectificar desviaciones y errores. Se rompen las fronteras de violencia extrema, causada por la vida miserable en expresiones infrahumanas. Se aplasta los sueños y esperanzas, por cualquier minoría insaciable de concentración del poder económico. Se enciende el odio social, la burla a los pobres, los débiles. Es la violencia institucionalizada, que aplasta al 99 por ciento de la población mundial.
Este es uno de los puntos clave de “Joker”, de cómo el amor natural sufre las presiones y distorsiones de condiciones socioeconómicas y culturales: de cómo desfiguran los abusos, resentimientos, dolor, crímenes sin nombre la naturaleza humana.
La injusticia social, con las políticas del modelo concentrador, es una fábrica de millones de familias disfuncionales, donde los niños son abusados por sus padres, abuelos, tíos, “amigos” y hermanos.
Cuántas niñas, niños y jóvenes, lo primero que anhelan en su vida es salir del infierno familiar: huir, buscando y encontrando -las más de las veces- salidas deslumbrantes, pero equivocadas, con padres, hermanos, esposos alcohólicos o drogadictos. La salud física y mental es una variable crítica extremadamente precaria en México. Solo hay que asomarse a la calle, a los hospitales generales, del Imss o psiquiátricos para conocer enormes deficiencias, que se traducen en estadísticas de suicidios y desdicha en una población tierna.
Uno de los temas que rescata la cinta (que ya es premiada por su pertinencia) es el abandono de los servicios sociales, de la medicina pública. Pero el acento aquí es que se ha deteriorado tanto la salud, al grado de que la realidad y la fantasía -patológica y claramente enfermiza- se confunden, y ese fenómeno ayuda a la dominación social. Cualquiera podría pensar que hay una ingeniería en ese descuido capital.
La educación de las mujeres es capital porque son madres, maestras y las más castigadas en salarios y en atropellos laborales de toda índole. Si algo brilla en el acontecer social, es la ausencia de derechos sociales y de respeto a la dignidad humana de género.
¿Cómo hacerle entender a la cúspide social, política, de la urgente necesidad de abrir pronto y bien las mayores oportunidades a los de abajo, de formar conductas para la convivencia?
¿Cómo neutralizar a los fabricantes de armas y de actitudes agresivas que se siembran en los medios de comunicación y la inmundicia de la cultura chatarra?
¿Cómo acabar con la inmoralidad en la sociedad capitalista criminal, donde el lucro avasalla valores humanos?
¿Y en la educación, en medios, en sindicatos, aduanas y maquinaria del Estado?
Ya sabemos el por qué, ¿pero cómo, quiénes y cuándo?
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es Académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com