Segmentación de cárteles y diversificación de delitos, causas de la violencia
Miguel Ángel Vega/Ríodoce
Vivir en Tamaulipas en los últimos años es haber respirado la muerte. Al menos así lo considera una joven originaria de Matamoros quien, sin temor a equivocarse, opina que todo tamaulipeco que reside en su estado ha sido víctima de la violencia, por lo menos una vez en su vida.
“A mí me ha tocado un par de veces, pero la más fuerte fue en 2013, en Ciudad Mante, cuando mi esposo y yo manejábamos rumbo a la casa, y en la calle había varios hombres que nos hicieron la parada, pero nosotros temiendo algo peor, aceleramos y los sicarios se vinieron tras de nosotros”, recuerda la joven mujer, quien prefiere mantenerse en el anonimato.
Pocas cuadras más adelante fueron alcanzados, y mientras los sicarios golpeaban salvajemente a su marido, ella tomó a su bebé de 3 meses de nacida del asiento trasero del vehículo, y trató de huir, pero a media cuadra fue alcanzada.
“¡No me mate, por favor no me mate!”, recuerda la joven haber suplicado.
El destino quiso que los sicarios les perdonaran la vida, pero no todos las personas que han sido víctimas de falsos retenes en esa entidad han vivido para contarla, y muchos han terminado asesinadas a tiros o bien, desaparecidas.
De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (INEGI), el 2012 ha sido el año más violento en toda la historia de Tamaulipas, cuando se registraron mil 557 homicidios dolosos, y desde entonces las cifras han ido a la baja, y raramente superaron los 900 asesinatos, hasta 2017, cuando se registraron mil 198 homicidios.
“Si a eso le agregas las desapariciones forzadas, y que muchos asesinatos los amigos y familiares no los reportan como homicidios dolosos por temor a represalias, pues los números se disparan”, dijo una periodista de esa entidad, quien también solicitó no se revelara su nombre.
Ioan Grillo, analista de seguridad y autor de varios libros que abordan el crimen organizado en México, dijo que la violencia de los últimos años en Tamaulipas se ha disparado por una serie de reacomodos dentro de las organizaciones criminales que operan en esa entidad.
“Se fraccionaron los Zetas, y ahora hay un grupo que se autodenomina el Cártel del Noreste, pero también surgió otro grupo que se le conoce como Nueva Sangre, y también está la Vieja Escuela, pero también están los Talibanes, que en su momento formaban parte del Cártel del Golfo, y la ruptura en esos grupos criminales es lo que ha provocado una alza en la violencia”, explicó Grillo, autor del libro El Narco.
A los mil 198 homicidios de 2017, le siguieron mil 73 registrados en 2018, hasta que en 2019 los números dieron un ligero bajón, pues hasta el 31 de octubre de este año, se habían registrado 736 asesinatos, principalmente en las ciudades de Matamoros, Reynosa, Mante y Nuevo Laredo.
“Y seguramente serán estadísticas que se van a mantener durante varios años, porque no sólo se han fraccionado esos dos cárteles, sino que también se han diversificado pues ya no sólo es el trasiego de drogas, sino que tienen años controlando el robo de hidrocarburos, prostitución piratería, tráfico humano, venta de droga al menudeo, pero además la extorsión o cobro de cuota, como le llaman”, observó Grillo.
Sin embargo, hay un rubro que la Fiscalía del Estado de Tamaulipas no registra ni reporta como homicidios, y éstas son las desapariciones forzadas, que según algunos analistas debe alcanzar números alarmantes.
Hasta mediados de 2019 se han encontrado decenas de fosas en todo el estado de Tamaulipas, siendo la más conocida la de San Fernando, donde se encontraron 193 osamentas.
Hasta el 31 de Agosto de este año, la Fiscalía de Tamaulipas tenía en su poder más de 2 mil osamentas sin identificar que habían encontrado en los últimos tres años, y en muchos casos se habían identificados restos gracias a la presión de los familiares.
Eso provocó que activistas del norte del país se avocaran a buscar a personas desaparecidas en predios donde podían estar sepultadas, como fue el caso de Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez, que buscaba a su hija desaparecida desde 2014, pero tras algunos años de buscar infructuosamente, y de ejercer una fuerte presión hacia las autoridades de ese estado, la activista fue asesinada a balazos afuera de su casa, en San Fernando Tamaulipas.
“Es peligroso ejercer ese tipo de presión ante el gobierno, y llega el momento que no sabes de quién cuidarte, si del gobierno o del crimen organizado, que muchas veces son los mismos”, dijo una periodista de ese estado.
Cuando la persona enfrenta al gobierno, o a los narcos, está muerta. Invariablemente. Tal fue el caso de un ranchero del poblado de Padilla, cerca de Ciudad Victoria, don Alejo Garza Tamez, quien en noviembre de 2010 se resistió a ser extorsionado por los Zetas, e indignado decidió enfrentarlos.
El ranchero, de 77 años, se parapetó en su rancho, y enfrentó a los delincuentes, llevándose a cuatro por delante e hiriendo a dos, antes de ser masacrado a balazos por los pistoleros, que para entonces le habían lanzado con granadas y bazucas.
“Sin duda es un estado muy peligroso, y la prueba está en que nadie de nosotros (como periodistas o escritores), queremos ir ahí, por el alto grado de inseguridad que se siente”, observó Grillo.
Incidencia de homicidios dolosos en Tamaulipas en los últimos diez años
HOMICIDIOS AÑO
736 Al 31 de Octubre de 2019
1,073 2018
1,198 2017
807 2016
682 2015
910 2014
882 2013
1557 2012
1097 2011
963 2010
Fuente: INEGI