Mi apreciable lector:
Durante el transcurso de nuestra vida, son innumerables las veces en las cuales debemos afrontar y dar solución a problemas o situaciones, que después de analizarlos, para poderlos aquilatar, elegimos la mejor opción para tratar de solucionarlos favorablemente.
Sin embargo, no siempre sucede así.
Y nos preguntamos, “¿por qué motivo no obtuve los resultados esperados? Si ya estaba seguro de que todo se iba a resolver perfectamente bien”.
No todos sabemos que son varios los factores o las causas que lo determinan; pero una razón de ello, quizá la más importante, es por carecer del don de sabiduría.
Es cierto, cometer errores es parte del ser humano. Si nuestra actitud es positiva, los tomamos como experiencias para evitar que nos vuelvan a suceder; pero si nuestra reacción es pesimista, dos o más veces “tropezaremos con la misma piedra”.
Dos factores más que considero igualmente importantes, es cuando actuamos de forma egoísta o guiados solo por el gusto y el sentimiento, por lo que nos conduce a cometer torpezas.
Lector mío: La sabiduría es un don que Dios regala a quien se lo pide.
Si tú eres creyente en Él, consulta -si gustas- tu sagrada biblia en el libro de Reyes y lee sobre el rey Salomón; no pidió a Dios ni riqueza ni poder, sino sabiduría para gobernar a su pueblo. Esto sí es digno de admiración.
Imaginemos si los gobernantes de cualquier país, los políticos, los líderes religiosos, nosotros los ciudadanos, así como los padres de familia, fuéramos poseedores del necesario y muy importante don de sabiduría. ¿Cuántos errores en nuestra existencia podríamos haber evitado donde hoy sufrimos las consecuencias, o muchísimas cosas favorables y benéficas podríamos estar gozando?
El papel importante de padres de familia -en la educación y atención a los hijos- es necesario hacerlo con sabiduría. Claro que no hay padres perfectos y que todos cometemos errores, pero no debe ser pretexto para la irresponsabilidad. Papá y mamá actuando sabiamente y con discernimiento en la familia, con Dios en el centro de sus vidas, evitarán muchos dolores de cabeza y serán más felices. Garantizado.
Por falta de gobernar con sabiduría, los gobiernos de distintos países cometen innumerables torpezas que van en contra de la paz, la justicia y el bien común; así también nosotros los ciudadanos, al no hacer la parte que nos corresponde, porque así como tenemos derechos, también tenemos obligaciones. Y tú ya sabes cuáles son.
Un triste ejemplo es la contaminación ambiental, donde egoístamente y por apatía hemos causado muchísimo perjuicio a nuestro hogar común: el planeta Tierra. Por falta de sabiduría y actuar irresponsable y egoístamente, estamos pagando las graves consecuencias.
No quiero ser pesimista, sino que procuro ser realista; y como veo, creo que ya es demasiado tarde para acabar con este problemón. Si acaso, solo se logrará quitar un poco (y eso si se trabaja con perseverancia).
Bien se dice que Dios perdona; el hombre, no siempre; pero la naturaleza, jamás.
Todo esto nos pasa, lector mío, por carecer del valioso don de sabiduría.
Son varios los ejemplos que se podrían mencionar, y quiero compartir contigo uno más que suele ocurrir bastante en la actualidad.
Cuando un hombre y una mujer están mutua y perdidamente enamorados, muchas veces se dice que están ciegos; no de amor, sino de gusto, atracción y mucho sentimiento. Suele ocurrir que algunas o muchas veces, uno pierden la razón, se vuelve oídos sordos y “tira a lucas” los consejos o sugerencias que les dicen sus respectivos padres o amigos verdaderos, sobre que no es conveniente la relación por problemas de adicción al alcohol y las drogas de alguna o ambas partes. O porque tampoco es la persona correcta simplemente porque es una persona ya casada, o padece serios problemas psiquiátricos o emocionales; y hasta lo muy común hoy en día, que es la gran diferencia de edades.
Es aquí donde, antes de cometer una torpeza de consecuencias nada favorables para nuestro bienestar, debemos arrancar de raíz ese sentimiento, esa pasión, y aunque a veces duela -y duela bastante-, el pensar con la razón y no con el corazón será lo más acertado y sabiamente elegido para nuestro propio bien.
Lo ideal sería que nuestras decisiones, en estos casos, fueran guiadas por la razón y el corazón de la mano; pero sucede que la voz del corazón, del sentimiento, te dice “¡sigue adelante!”. Pero la razón te grita “¡no sigas más!”.
Lector mío, lo menciono por experiencia propia.
Bueno, quiero desearte muy feliz Navidad en unión de tus seres queridos y un venturoso año 2020 de bienestar y sabiduría divina para bien de tu vida.
Atentamente,
Eduardo A. Velarde Vázquez.
Tijuana, B.C.