Doña Rosario Ibarra de Piedra tiene 92 años de edad y esta semana el Senado de la República le otorgó la más alta condecoración de ese Poder Legislativo: la Medalla Belisario Domínguez. La recibió y la entregó en resguardo al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Lo hizo en congruencia. Desde 1973, cuando su hijo Jesús Piedra Ibarra fue desaparecido por el Estado, Rosario ha luchado -dentro y fuera del poder- contra los gobiernos federales que no le regresaron a su hijo vivo, como tampoco han dado cuenta de los miles de desaparecidos forzosos cuyas familias les lloran en este país.
En 1977, después de buscar incansablemente a su hijo -lo sigue haciendo-, fundó el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados políticos, conocido comúnmente como Comité ¡Eureka! Lo hizo en lo que conocemos como la guerra sucia en México que iniciaría con represiones militares y de integrantes mayormente de la fuerza pública -pero no de manera exclusiva- en los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo. Cuando jóvenes, activistas, políticos de oposición y mexicanos de ideología comunista fueron reprimidos, asesinados, desaparecidos.
En ese contexto, en pleno apogeo de la Liga 23 de Septiembre, el hijo de doña Rosario Ibarra de Piedra fue desaparecido y, desde entonces, sexenio tras sexenio, ella ha luchado ideológicamente por encontrar a los desaparecidos.
Por eso, cuando hace unos días la Medalla Belisario Domínguez, la cual no pudo asistir a recibir pero envío a sus hijas en representación, Rosario Ibarra de Piedra extendió un mensaje:
“Por más de cuatro décadas el Comité ¡Eureka! ha transitado azorado del terror oficial, sintiendo el dolor de saber cautivos y torturados a nuestros seres queridos, recibiendo como tremendas bofetadas en la cara la palabra hueca, la declaración engañosa o el discurso falso. El mal gobierno mexicano, transgrediendo todas las leyes, privó de su libertad, de su dignidad y de justicia a nuestros familiares, los desaparecidos políticos. La violencia alcanzó a nuestras familias completas, arrasó con poblados enteros, donde se detuvo a todos los hombres y mujeres viejos, a los que la casualidad los llevó a portar el mismo apellido de alguno de los insurrectos que eran buscados y perseguidos. Atestó los caminos de soldados y retenes, donde también se hicieron cientos de detenciones injustas de gente inocente. Llenó de presos políticos las cárceles de todo el país”.
Al final de su alocución, después de revivir historias de horror, tortura, terror, de una sociedad indefensa y un Estado abusivo, doña Rosario refirió sobre su reconocimiento:
“Esta presea que lleva el nombre de un gran revolucionario, don Belisario Domínguez, y con la cual hoy me honran, traen consigo un gran fardo moral ineludible para mi conciencia y que me alienta aún más a continuar luchando para liberar a esa justicia que fue amordazada y llevada a una cárcel clandestina hace ya tantos años”.
Se dirigió al Presidente: “Señor Presidente Andrés Manuel López Obrador, querido y respetado amigo: No permitas que la violencia y la perversidad de los gobiernos anteriores siga acechando y actuando desde las tinieblas de la impunidad y la ignominia, no quiero que mi lucha quede inconclusa”.
Y le dejó en resguardo y en busca de un compromiso por parte del Jefe del Estado Mexicano, la medalla recibida, con las siguientes palabras:
“Es por eso que dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares, con la certeza de que la justicia anhelada por fin los ha cubierto con su velo protector. Mientras la vida me lo permita seguiré mi empeño hasta encontrarlo. ¡Vivos los llevaron! ¡Vimos los queremos! Rosario Ibarra. ¡Vivos los queremos! ¡Vivos los llevaron! ¡Vivos los queremos!”.
En México no hay un recuento oficial de los desaparecidos. Funcionarios de la Secretaría de Gobernación refieren más de 40 mil, pero nada es de cierto. El día que doña Rosario Ibarra de Piedra dejó su medalla en resguardo del Presidente, lo comprometió a luchas por encontrar a los desaparecidos. A todos, no solo a los estudiantes, a los políticos, a los jóvenes con ideologías distintas al poder político de esta nación. También a quienes las garras del crimen organizado han desaparecido producto de su poderío, impune en las calles de México.
Andrés Manuel López Obrador está obligado a responderle y regresarle la medalla a doña Rosario Ibarra, a ella dio su voto el 1 de julio de 2018, cuando él mismo ganó la Presidencia de la República. A ella y a las miles de familias que cuentan con uno, dos o más desaparecidos entre los suyos, debe respuestas y acciones López Obrador.
Dos veces candidata a la Presidencia de la República, una vez diputada federal y otra senadora, y siempre de la mano de la ideología de la izquierda mexicana, Ibarra de Piedra actuó en consecuencia con su lucha y su pensamiento. El gobierno al que tanto ha confrontado le hace un reconocimiento cuando la institución está en las manos de uno de sus seguidores y seguidos personajes, Andrés Manuel López Obrador. Pero también representa a ese Estado mexicano que ha reprimido a tantos mexicanos y que no termina por transformarse en una institución de respeto a los Derechos Humanos y a los mexicanos todos.
Doña Rosario recibió la medalla y la dejó en resguardo hasta que el Presidente le dé respuesta sobre los desaparecidos de México. Con ella, muchos también esperan saber dónde están los suyos.