No se cedió lugar, campo, zona, mojonera, coordenadas, etcétera, para dar cabida a la tristeza, dolor, odio, coraje o irritabilidad en el Zócalo de la Ciudad de México durante el hoy tradicional Grito de Independencia, número 209 de su gesta heroica nacional. Ese lugar se abarrotó del pueblo que sentó como Presidente constitucional a Andrés Manuel López Obrador; el común denominador era la continuidad de volver a celebrar el triunfa de AMLO, como cuando ganó en julio de 2018.
¿Quién es capaz de vitorear y celebrar a su verdugo? Pues… ¡nadie! (excepto a Hitler).
Esta noche, 15 de septiembre de 2019, se llegó lo esperado: el Grito de Independencia diferente, diferentísimo a los pasados. Se acabó el besa-manos presidencial en Palacio Nacional, las personas “invitadas” para quedar bien con el Ejecutivo, los halagos, abrazos y saludos que se veían el año pasado, la ventana de Palacio con los hijos del Presidente y parentela haciendo presencia innecesaria, etc. Todo eso se acabó.
El Grito de este 15 de septiembre fue para el pueblo y por el pueblo; el mismo pueblo quiso pasar y vivir tal júbilo en Palacio Nacional. Un grito histórico, y tan democrático como nunca jamás. El pueblo acudió a la explanada de Palacio para ratificar la postura y desempeño de AMLO hasta hoy.
Se vio una era de mexicanidad, una voz de contestación fuerte, contundente y real; los ojos de los asistentes, de brillante alegría, en cuerpo alma y corazón. Todos fueron por su propia invitación. Se rompió la manipulada tradición de décadas en tal cumpleaños de la Independencia mexicana. Hoy todo fue distinto: un Ejecutivo seguro, fuerte, feliz, contento con sus gobernados, sin rechiflas ni abucheos, pues está haciendo las cosas lo mejor que puede, para pasar a la historia como el mejor Presidente del México moderno.
El pueblo cumplió y el Presidente respondió; juntos otra vez, pero en esta no hay boleta electoral, sino ratificación y presencia en ambas democracias para continuar con lo que apenas empezó (hacer las cosas bien, si no que el pueblo que acudió hoy se lo demande. Un pueblo no sometido, no robado, no traicionado, no manipulado, se manifestó en el Zócalo, y millones de televidentes secundaron tal celebración.
Un grito de más de 30 minutos, un pueblo que no quería que su Presidente se fuera y un Ejecutivo que sintió a su gente (que lo quiere, lo aprecia y está con él). Un grito que incluyó frases nunca oídas o dichas por un Ejecutivo en turno. Fue la diferencia; se rompió la tradición del Grito como jamás se vio y se escuchó [antes].
Un Presidente orgulloso con su pueblo; una esposa trasladada al pasado, de no ser igual como antes (Primera dama); una pareja presidencial que irradiaba felicidad, sin sus hijos ni funcionarios. Una fiesta del pueblo y para el pueblo se vivió esta noche de septiembre, pues la diferencia llegó; el pueblo la manifestó y hubo saludos en ambas partes, constructoras de la democracia mexicana, que jamás se había visto.
Un pueblo lleno de algarabía y jolgorio con su pareja democrática, el Presidente.
Felicidades, pueblo y Ejecutivo.
Viva México, siempre.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.