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miércoles, octubre 2, 2024
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Solyenitzin, literatura subversiva

“Todo parece indicar que Rusia ha ganado estabilidad. Una monstruosa estabilidad bajo la que nadie acude a buscar justicia a unos tribunales que alardean sin tapujos de su servilismo y su parcialidad”. Anna Politkóvskaya. La Rusia de Putin.

 

Una sola persona, un hombre humillado por el sistema comunista soviético, cual David contra el Gigante; así es considerado el Premio Nobel de Literatura 1970, Aleksandr Solzhenitsyn.

Ni de izquierda comunista, ni derechista neoliberal. Expulsado sin identidad rusa por el Gobierno de Breznev. Vivió en la soledad del bosque en Estados Unidos, despreciado por los escritores “liberales” que poco entendieron la profundidad de su pensamiento, y sobre todo, de su vida y testimonio existencial.

Alabado y editado por millones, su obra Un Día en la Vida de Iván Denísovich, gracias a Nikita Kruschev, Solzhenitsyn es un héroe ruso indiscutible. Tan grande anota los que saben, como Dostoyevski.

Al leer un poco y ver más sobre lo abundante que hay de él en Youtube o redes sociales, en torno a este noble y heroico literato subversivo, no cabe duda que sus escritos y su vida misma son una transparente y honesta emancipación contra el miserable sistema soviético, y de paso -como él mismo dice- aquello era el materialismo dialético; acá en Estados Unidos se vive el materialismo consumista. De alguna manera, el Nobel ruso ni se aviene al comunismo ni acepta el consumismo occidental. ¿Qué quiere, pues, entonces, este escritor y pensador ejemplar, humilde y profundo? Expulsado de su patria y despreciado en Estados Unidos. ¿Qué es lo que quiere un personaje así?

A través de su discurso en la Universidad de Harvard (cfr. Youtube) o el de su recepción del Premio Nobel en Estocolmo -al que no asistió, pero leyó un mensaje-, en una de esas intervenciones, increíblemente Solzhenitsyn acusa a Europa y Estados Unidos de haber perdido el “coraje” necesario para vivir y gobernar. Se vive, dice, la calamidad de una conciencia desespiritualidad y un humanismo irreligioso; con claridad, el incomprendido literato ruso propone una vuelta de las naciones a Cristo como única solución.

El Nobel de Literatura  lo expresó en las Naciones Unidas. Roberto Carlos, en su canto Estoy Aquí dirá: “Cristo mi amigo, espero por la gloria y por la paz de tu venida; eres la verdad en el camino eres la vida, solo en ti está la solución”.

Durante el mandato de Mijaíl Gorbachov, se le reabrieron las puertas a Solzhenitsyn y le devolvieron la ciudadanía rusa -que Brézhnev y sus sabuesos le habían despóticamente quitado para expulsarlo-, volvió a Rusia, vivió en su patria y, poco antes de morir, Vladímir Putin le visitó en su casa.

Como Octavio Paz, nuestro Nobel de Literatura 1990, Solzhenitsyn es poco conocido (por poco leído). Gracias a las redes sociales es posible escuchar, en español, subversivos discursos en los que afirma que el modelo occidental o norteamericano, agonizante y sin sustento -por cierto, no conoció a Mr. Trump-  no es recomendable para la sociedad rusa contemporanea (1970’s) en el sentido de que el sufrido pueblo ruso ha sabido acudir a la vida espiritual (cristiana) para resistir ya casi un siglo (desde 1917) de sufrimiento. “A nadie, en su sano juicio, se le ocurre ir a buscar protección a las instituciones encargadas de mantener el orden público, porque están corrompidas por completo. La ley del más fuerte es moneda común, se ha enraizado en la mente de las personas y domina su comportamiento. Ojo por ojo, diente por diente. El propio presidente (Putin) ha dado buen ejemplo de ello al desmantelar nuestra mayor compañía petrolera, Yukos, después de haber enviado a la cárcel a Mijaíl Jodorowski, su director ejecutivo.” (Escribe Anna Politskoskaya sobre la Rusia de Putin). Considerada la reportera periodista más libre en Rusia, desafortunadamente el 7 de octubre de 2006 Politkoskaya fue asesinada, de dos tiros en el pecho, al llegar a su casa.

Por varios años -y a pesar de haber sido un soldado ejemplar en el campo de batalla durante alguna de las guerras rusas- Solzhenitsyn fue condenando, en varias ocasiones, los campos de trabajo y exterminio siberiano en las ostrov o islas Golovki por esos rumbos. El propio Alexander reconoce que alguien sostuvo sus manos y su vida para lograr Archipielago Gulag, publicado inicialmente en Francia gracias al apoyo de un embajador danés; pero precisamente es admirable escuchar en la red cómo fue el milagro de la redacción de su obra mundial, antes de que la temible KGB encontrara un original, de varios que ya habían salido providencialmente de la URSS con destino al mundo libre.

En alguna ocasión, Carlos Castillo Peraza, entrevistando a Octavio Paz le preguntaba si creía en Dios, a lo que el poeta respondió: “Yo solo sé que hay alguien más grande que yo, que me deletrea”. Solzhenitsyn expresa en uno de sus mensajes sobre Archipielago Gulag: “Alguien sostuvo mis manos para que yo pudiera escribir esta obra”. Considerada la más influyente del siglo XX, con más de 10 millones de ejemplares y 30 traducciones, con toda su sapiencia y sufrimiento en su vida, Solzhenitsyn ve en el cristianismo honesto el camino de un verdadero humanismo (tras el fracaso evidente de comunismo y consumismo). Hay que progresar en lo material, dice, pero con autocontrol.

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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