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martes, octubre 1, 2024
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“El siguiente paso: conseguir y asegurar los fondos indispensables para su operación”: Eduardo Hurtado sobre la Casa de la Poesía

El poeta Eduardo Hurtado fue uno de los distinguidos con el Galardón al Mérito Cultural “Rubén Vizcaíno Valencia” 2019, en una ceremonia llevada cabo en la Galería Internacional del Centro Estatal de las Artes (CEART) de Tijuana, el viernes 16 de agosto por la noche.

El Galardón al Mérito Cultural fue instituido en 2018 con el objetivo de “reconocer a miembros clave de la comunidad artística y cultural de la región con una trayectoria de más de dos décadas”.

Concedido por el Instituto de Cultura de Baja California (ICBC), a través del CEART, la empresa SMK Electrónica SA de CV y la Asociación de Mujeres Empresarias de Baja California, el Galardón al Mérito Cultural “Rubén Vizcaíno Valencia” fue otorgado este año a Minerva Tapia, Enrique Gamboa Núñez y Eduardo Hurtado Montalvo; y Francisco Chávez Corrujedo recibió una mención honorífica.

Durante la gala, cada uno de los distinguidos recibió un galardón de la autoría de Juan Ángel Castillo, además de una medalla conmemorativa que los acredita como merecedores del Galardón al Mérito Cultural “Rubén Vizcaíno Valencia” 2019.

 

Tras recibir su reconocimiento, cada personaje distinguido compartió algunas palabras al público congregado en la Galería Internacional del CEART. A continuación, el discurso íntegro que comparte con los lectores de ZETA el poeta Eduardo Hurtado, fundador de la Casa de la Poesía en la Frontera Norte, mismo que leyó el día en que recibió el Galardón al Mérito Cultural “Rubén Vizcaíno Valencia” 2019:

 

“Todos somos migrantes

“Todos somos migrantes: seres en busca de un lugar habitable. Como muchas familias que hoy se presentan con orgullo como tijuanenses, la mía llegó a esta ciudad desde el centro de la República, con el afán de hallar y procurarse mejores condiciones de vida. Más temprano que tarde, los miembros de nuestra pequeña tribu (mi padre, mi madre y mis cuatro hermanos) encontramos aquí lo necesario: una comunidad generosa y un entorno propicio al bienestar. Hacia los 18 años de mi edad, luego de haber cursado estudios en la escuela secundaria federal y en la preparatoria de la UABC, viajé de regreso a la Ciudad de México, a cursar la carrera de Letras Hispánicas en la UNAM.

“Siempre he sostenido que los seis años de mi estancia inicial en Tijuana fueron los de mi educación sentimental. Aquí descubrí, junto a muchos otros aspectos vinculados a las emociones, la importancia de vivir atento a la poesía en el mundo. Aquí, mi disposición al asombro se alimentó de cosas tan elementales que sólo alcanzan su significado de fondo a la luz del gentilicio que las singulariza: el mar tijuanense, los cielos tijuanenses, el aire, los olores, la luz, los horizontes, los cerros, las calles, las casas y los bares, los hombres y las mujeres tijuanenses.

“Hay otros mundos, pero están en éste.” Luminosos o terribles, esos mundos otros son la materia de toda poesía, y contra lo que muchos piensan están siempre ahí, al alcance de quien sepa detenerse y observar lo que a golpe de vista podría parecer banal. Esta especie de credo personal se me reveló en Tijuana poco antes de viajar a la capital del país, donde entre aspiraciones, fracasos y ganancias, me distraje a tal grado que cuando pude hacer cuentas habían transcurrido 50 años. Durante esas cinco décadas volví asiduamente a la ciudad de mis hallazgos iniciales. Aunque bien visto, ahora lo descubro, nunca me separé de ella, tal como el esforzado Ulises jamás abandonó su Ítaca entrañable.

“Acá, en Tijuana, mi morada más interior, murió Fita, la abuela materna que sembró mi infancia de palabras y sabores campechanos. Acá también murió mi padre, Eduardo Hurtado Ruiz, luego de haberse reinventado, como tantas personas venidas a esta región pródiga en visiones y portentos. Acá, desde hace más de 40 años, vive mi hermano José Antonio, literalmente inmerso en el ejercicio de la medicina. Acá, frente al mar de Calafia, pasé ocho veranos junto a mi segundo hijo, Juan Miguel, que describe aquellas estancias de forma escasamente idílica: “Los días transcurridos en playas casi siempre vacías, con paréntesis de sopa Campbell’s y galletas de animalitos”.

“Tijuana no ha dejado de habitarme, como horizonte y como presencia. Hace poco más de un año, en buena parte movido por el vivo deseo de restituirle a la ciudad un poco al menos de lo que me ha dado, decidí volver a esta orilla del territorio con un ambicioso proyecto en las alforjas: la fundación de una casa consagrada a alojar, promover y difundir la poesía en lengua española. Para Friedrich Hölderlin, el gran poeta alemán, la especie humana habita el mundo poéticamente. Hoy, nos hace ver el argentino Roberto Juarroz, la poesía es nuestra última fe. Nada más justo y urgente que dotarla de espacios destinados a ponerla al alcance de todos. Mi deseo y el de los colegas que me acompañan en esta tentativa es crear uno en Tijuana, ciudad que ha probado su aptitud para hospedar empresas culturales de altos vuelos.

“La Casa de la Poesía en la Frontera Norte, como la hemos bautizado quienes hoy promovemos su fundación (mis colegas Ruth Vargas, Jorge Ortega y Víctor Soto Ferrel), ha organizado ya, de la mano del IMAC, una serie de actividades, entre ellas un encuentro de poesía de alcance nacional. Ahora estamos determinados a dar el siguiente paso: conseguir y asegurar los fondos indispensables para su operación y, asunto primordial, “ponerle casa a la casa”, un edificio propio con salones para talleres, un auditorio, una biblioteca y una fonoteca especializadas. En un futuro próximo, la institución organizará un par de actividades orientadas a extender su presencia en el mundo de habla hispana: una bienal que convoque a los poetas más destacados de Iberoamérica y un premio de poesía dirigido a los creadores de nuestra lengua.

“Tijuana es, entre todas las ciudades mexicanas, la más representativa de la pluralidad cultural del país. En gran medida, es la tenaz marea migratoria lo que nutre sus raíces y garantiza su persistencia. Esto se percibe de manera especial en el español tijuanense. En él resuenan voces que arrastran formas muy variadas de rezar, discutir, cortejar, comer o mercar. En este puchero sustancioso (al que se suman la influencia del español hablado por los migrantes de otros países y la necesaria convivencia con el inglés), rehierve la vocación poética de toda lengua. Desde hace décadas, los bajacalifornianos han visto en la actividad artística uno de los pilares del desarrollo plenamente humano de la polis. Contribuyamos a que la poesía, esa especie de lengua franca, ocupe un sitial destacado entre los afanes constructivos de nuestra región”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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