Marko Cortés Mendoza no ha ganado una elección en su vida.
Ha sido en tres ocasiones legislador federal, dos veces llegó a la Cámara de Diputados por la vía plurinominal (2003 y 2015), y una fue senador de la República por primera minoría (2006). Fue derrotado en dos ocasiones (2011 y 2012) por un priista cuando intentó ser alcalde de Morelia, Michoacán.
De 42 años de edad, Cortés Mendoza es presidente del Partido Acción Nacional gracias también a una derrota. En este caso de su amigo Ricardo Anaya Cortés, quien intentó ser Presidente de la República en la elección de 2018, en la que el PAN perdió por segunda vez consecutiva esa posición, y Anaya fue avasallado por los votos del morenista y hoy Presidente, Andrés Manuel López Obrador.
El dirigente nacional del PAN llegó en una época en que su partido ya estaba sumido en la derrota. Tomó posesión del cargo partidista en noviembre de 2018, y en 2019 perdió dos gubernaturas que estaban en juego. La de Puebla, que en la inmediata anterior estaba representada por el PAN, y la de Baja California, que durante los últimos 30 años estuvo en manos de panistas.
Pero como hacen los dirigentes de los partidos derrotados o pequeños, Marko Cortés llegó al PAN negociando con Movimiento Regeneración Nacional. Antes de que perdiera las dos gubernaturas en 2019, el albiazul negoció con la dirigente de Morena para quedarse con el gobierno interino de Puebla luego que había fallecido la gobernadora panista Martha Erika Alonso en un accidente aéreo. En aquel entonces la prenda fue Baja California.
El PAN mantendría el gobierno interino de Puebla y en Baja California, donde tenían mayoría relativa en el Congreso del Estado, aprobarían una reforma constitucional para modificar el periodo de la siguiente gubernatura, de dos años, extenderlo a cinco.
Pero los de Morena no le dieron nada a Cortés en Puebla. El Congreso del Estado eligió un afín al PRI para ser gobernador interino y convocar a nuevas elecciones, que ganaría el 2 de junio de 2019 Miguel Barbosa, precisamente de Morena.
La cuestión fue que en Baja California, Marko Cortés ya había dado la instrucción de votar a favor de la ampliación de mandato. De hecho el gobernador Francisco Vega de Lamadrid, quien tenía el poder sobre los legisladores albiazules, había “bajado la orden”, hasta que se enmarañó lo de Puebla y los panistas recularon.
Por eso ahora que el dirigente nacional del PAN le dice hipócrita al Presidente Andrés Manuel López Obrador, porque este llama así a la oposición que votó -ciertamente a instancias de representantes de Morena- para ampliar el periodo de la próxima gubernatura en Baja California, Marko Cortés peca de aquello que señala.
Aunque asegura que los diputados del PAN que votaron a favor la reforma constitucional ya no están en ese partido, no todo es verdad. Por lo menos tres de ellos no renunciaron, y comentan que no lo harán. Darán la batalla al interior del partido una vez que sean notificados del proceso de expulsión, pues seguros están que simple y llanamente, recibieron órdenes de votar como lo hicieron.
Incluso uno de los legisladores ha dicho que cuando vio venir el cochinero que se haría si votaban como lo hicieron, intentó comunicarse con Cortés para advertirle del costo político que asumirían y este ya no le respondió las llamadas. La realidad, dicen los diputados hoy tachados de corruptos, es que Marko Cortés no supo negociar y terminó lanzándolos.
Fueron en lugares públicos las reuniones que sostuvo con sus legisladores, algunos incluso lo desairaron, dados los mensajes encontrados que enviaba, donde le reclamaron que en primera instancia él había acordado la ampliación de mandato a cambio del gobierno sustituto de Puebla, y de cómo después de venírsele abajo el acuerdo, intentó cambiar de opinión y dictar una nueva línea.
A ese escenario se sumó la presión de personajes de Morena que estarán en el próximo gobierno de Baja California, para en términos y tono gansteriles, amenazar a los legisladores en caso que no votaran a favor la infame reforma que hoy tiene a la democracia bajacaliforniano pendiendo de un hilo.
Cada que Marko Cortés critica a los de Morena por querer agandallar tres años más en el gobierno de Baja California, escupe para arriba. Ahora se niega a solicitarle a su amigo, el gobernador Francisco Vega de Lamadrid, que publique la reforma constitucional para abrir la puerta a la presentación de acciones de inconstitucionalidad, que incluso su partido puede presentar, siempre cuando entre en vigor la Ley. Pero al no querer presionar al gobernador, obstaculizan las acciones.
La Cámara de Diputados de Baja California, de mayoría panista al momento de la reforma, y los representantes de Morena que promovieron la iniciativa o los recursos ante tribunales para cambiar la Constitución local, han sido desde el 8 de julio de 2019 la vergüenza nacional, pero a ellos se suma Marko Cortés, el dirigente que primero dijo que sí a la ampliación, y luego que siempre no, y después ya no pudo “controlar” a sus legisladores, porque de liderazgo no tiene más que los impactos mediáticos que la propia dirigencia nacional trae consigo.
Sin liderazgo, ligado a la derrota y a la negociación frustrada, no parece que Marko Cortés tenga el talante para sacar al Partido Acción Nacional del atolladero en que lo ha metido a partir de su llegada. Aunque ciertamente lo recibió en la lona, no ha podido levantarlo ni un ápice. Y con esos dobles discursos, menos.
En Baja California inicia el hoyo de las derrotas de Marko Cortés. Así que andar de altanero, no le va. Para nada.