Faltaban unas siete millas náuticas para que el vuelo 5473 de Volaris, proveniente de Chihuahua, arribara por la pista de aterrizaje 27, de Este a Oeste, en el Aeropuerto Internacional de Tijuana el jueves 20 de junio. Eran aproximadamente las 10:45 am. En ese momento, los pilotos observaron a poca distancia un dron profesional, de esos utilizados para grandes grabaciones. Frente a su trayectoria, el peligro y la alarma para los pilotos en cabina fueron inminentes. Una colisión a esa altura, a esa velocidad y contra una aeronave no tripulada de esas dimensiones, auguraba una catástrofe sin precedentes. La pericia y experiencia de los pilotos se impusieron, fue necesario desconectar los controles automáticos a una altitud de 2 mil 600 pies para evadir el dron en una maniobra delicada. El vehículo aéreo no tripulado, manejado desde tierra, pasó a metros del fuselaje y las alas del Airbus A320 en que viajaba aproximadamente a unos 200 o 150 kilómetros por hora en velocidad en tierra. A esa distancia, el avión disminuye su velocidad para perfilarse al aeropuerto. El incidente ocurrió sobre los cielos de las zonas de El Florido Cuarta Sección, El Encino o La Morita, cerca del Bulevar 2000. El hecho fue reportado a los mandos de las delegaciones policiacas para ubicar en tierra al operador del dron. En cuestión de instantes la información llegó a la Dirección General de Aromática Civil por medio de su comandancia en Tijuana que ocupa Marco Santillán, quien ya ha tenido conocimiento de varios drones que sobrevuelan las áreas críticas del aeropuerto. Mientras tanto, en cada vuelo, el riesgo seguirá latente frente a la irresponsabilidad de unos cuantos.