El Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, vendrá a Tijuana para hacer de una manifestación un acto oficial. Congregará a los tres poderes que integran el Estado Mexicano, Ejecutivo -representado en él-, Legislativo y Judicial, en un templete en Calle Segunda y Avenida Constitución en Tijuana.
La tradición política de los ochenta en Baja California indicaba que los actos de campaña se cerraban con un mitin en Calle Segunda y Avenida Constitución. Ahí, a un ladito de donde se ubicó por años el Palacio Municipal que hospedaba al Ayuntamiento de la ciudad.
Era tanta la atracción de los políticos por esa emblemática esquina de la ciudad, que con la ayuda de un ingeniero, don Jesús Blancornelas realizó un “gentómetro” para medir la convocatoria que cada candidato atraía hasta el primer cuadro. Cualquier ex candidato a la Presidencia de la República que al Lector le agrade -a excepción de Enrique Peña Nieto y José Antonio Meade- pasó por ahí. Igual panistas como Clouthier, Diego Fernández de Cevallos, y por supuesto los de la izquierda, desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta Andrés Manuel López Obrador.
Hace unas semanas fueron los cierres de campaña en Baja California, y llamó la atención que ninguno de los candidatos tomó la calle Segunda y Avenida Constitución. Prefirieron el lugar cerrado, el lote vacío, el parque, el auditorio. Quizá porque sabían de su poca capacidad de convocatoria, pero nadie se atrevió a honrar la tradición del templete en Calle Segunda que hace treinta años llevó al triunfo a Ernesto Ruffo Appel y al hoy Presidente de México a lograr carro completo en Baja California.
Aun con la capacidad de movilización al cien, como ahora le dicen al acarreo, los panistas se fueron al Parque Morelos y el propio Jaime Bonilla Valdez, de Movimiento Regeneración Nacional, prefirió un terreno vacío a un lado de las oficinas del partido. Cuando se les preguntó por qué no en la calle Segunda, dijeron que por motivos de logística y movimiento. Que sería muy difícil llevar a toda la gente hacia el centro, que obstruirían demasiado el tráfico, que no querían conflictos viales.
Pero el Presidente de la República sí mide su fuerza en Calle Segunda y Avenida Constitución. Lo hizo como candidato y ahora como mandatario nacional, pero no la tomará solo. Quiere que vengan gobernadores, senadores, diputados federales, ministros de la Corte y líderes empresariales; quiere que lo arropen todos en su mitin contra las amenazas de su homólogo en Estados Unidos, Donald Trump, quien ha dicho que si México no controla el flujo de migración centroamericana y el narcotráfico, subirá los aranceles a productos provenientes de esta nación.
Antes de los exabruptos del Ejecutivo norteamericano, que han sido criticados incluso por integrantes de las cámaras de Estados Unidos, empresarios de aquel territorio y políticos, la gira de AMLO por Baja California comprendía dos actos el sábado 8 de junio. Uno en Ensenada a las dos de la tarde y otro en Tijuana a las seis.
En ambos -ciertamente el de Tijuana programado en Segunda y Constitución- el Presidente había pedido que se juntasen todos aquellos que estaban por recibir una tarjeta de cualquiera de sus programas integrales, y de paso a quienes ya la recibieron, para hacer no un acto público del mandatario, sino un mitin político de los programas sociales del Gobierno Federal. Muy oportuno, además, para celebrar el triunfo de su amigo y ahora virtual gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez.
Sin embargo, ante la falta de una respuesta firme, contundente y soberana por parte de López Obrador a las bullerías de Donald Trump, el jueves 6 de junio decidió que su gira del sábado 8 de junio sería en Tijuana y convocó “a todas las fuerzas políticas” del país para hacer un “frente” de dignidad contra los dichos del Presidente norteamericano.
De esta manera, AMLO confirma que lo suyo es el mitin, que su campaña es permanente y que la manifestación está convertida en una política pública que abona a su causa, pero definitivamente no soluciona los conflictos internacionales.
El de Morena ha decidido no viajar al extranjero, no acudirá a Washington, adonde ha enviado una delegación encabezada por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón. Tampoco acudirá a la Cumbre del G-20, donde precisamente los mandatarios de 19 países (entre estos México) y un representante de la Unión Europea, analizan y acuerdan políticas públicas económicas y para el desarrollo.
El mandatario mexicano no ha sabido hacer frente a la diatriba del norteamericano, que amenaza las relaciones binacionales. Han sido más críticos los propios poderes estadounidenses con su líder que el Presidente de un país como México, al que le exigen solucionar un problema que nadie en el mundo ha podido controlar, como es la migración, o un fenómeno criminal como el narcotráfico. En ambos casos, temas de alcance binacional, no solo en la esfera mexicana, como pretende el republicano Trump.
Dado a los mítines y las consultas populares, AMLO aprovechará que tiene una clientela cautiva, aquellos a quienes ha dado tarjetas con dinero o a quienes se las dará, para enviar un mensaje a la Unión Americana. Aspira a que le acompañen los otros poderes de la nación y de los estados, en un acto que no aportará a la convivencia oficial y armoniosa entre los dos países, cuanto sí distraerá a los titulares de los poderes de sus labores por el bien del país.
Tal parece que López Obrador no ha superado sus años de campaña, ni se ha asumido como el mandatario que es, con el poder de convocar a los países al diálogo, al acuerdo y el entendimiento en mesas de trabajo, con resultados que generen políticas públicas, iniciativas y acuerdo internacionales.
En definitiva, nada de lo que México necesita en este momento surgirá de un mitin en Calle Segunda y Avenida Constitución de Tijuana, Baja California.