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viernes, febrero 16, 2024
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No les gusta, pero no se van…

De Trez en Trez

 


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Uno.- Como cada vez que alguien habla mal de Tijuana, va de mi parte, primero una defensa y luego una atenta invitación…


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No voy a repetir los hechos que dieron origen a esta ciudad –espero los conozcan y si no, pues a leer– pero sí resaltaré  algunas particularidades de mi ciudad natal que la hicieron crecer y con el transcurso del tiempo atraer a decenas de miles de migrantes provenientes de muchos estados del país para convertirse en una de las ciudades más importantes del país.

Por mucho tiempo Tijuana fue una ciudad tranquila hasta donde cabe, con sus asegunes en cuanto a sus visitantes que venían –y vienen– a hacer lo que en USA no pueden hacer; con su “leyenda negra” a la que se le dio más importancia de la debida, además de no ser exclusiva de aquí, sé de ciudades más “negras” que mi Tijuana.

Lo he comentado en anteriores entregas: dejabas tu vehículo con las ventanillas abiertas, podías cruzar la calle con toda la calma pues los conductores estaban acostumbrados a manejar al estilo “gringo” de aquel entonces; aquí circulaban solo los dólares como moneda diaria, no había cadenas de mercados nacionales, se iba al “mandado” al “otro lado”, los vecinos se conocían y se saludaban, había respeto y cortesía. Para los demás

Tijuana era, en suma, una pequeña ciudad relativamente tranquila y que empezaba a ofrecer muchas oportunidades, integrada en sus inicios por migrantes agradecidos, trabajadores y de buena fe.

Por ello, mis padres con mis hermanos llegaron aquí hace más de 60 años y ya no se fueron…

Doz.- Pero, otros miles pensaron igual y al paso del tiempo, en busca legítima de mejorar sus condiciones de vida, comenzaron a llegar a Tijuana muchas personas, la mayoría con la idea fija de cruzar a Estados Unidos, muchísimos lo lograron y se quedaron allá (antes era más fácil), residentes de Tijuana también lo hicieron, alternando su residencia entre esta ciudad y las cercanas a la frontera con Estados Unidos. La economía creció.

Pero llegó la década de los 70’s. La devaluación del peso frente al dólar en tiempos de Luis Echeverría y su mal recordado sexenio, luego siguió otro igual de malo, lleno de corrupción y mentiras como lo fue el de José López Portillo; más devaluación y se acabó el uso de los dólares como moneda cotidiana; los tijuanenses tuvimos que acostumbrarnos a la “moneda nacional”, los pesos, esos que en mi infancia y parte de la adolescencia nos negábamos a traer en los bolsillos por pesada y porque no se usaba. Ahora valía menos que antes.

La mala situación económica en el interior país incrementó el movimiento migratorio hacia esta ciudad, a la que también contribuyó el sismo de 1985 en la ciudad de México. Llegaron más personas, unas con buenas intenciones, otras no tanto y por desgracia, llegaron también las peores. También los pillos del narco que, si bien es cierto ya existían años atrás, entre los 70s y 80s se asentaron aquí, para al parecer no irse.

Tijuana, por su estratégica ubicación geográfica, era antes ciudad de paso de la droga y se convirtió entonces a ser de paso y consumo. Se fregó la paz y la tranquilidad, el respeto, la seguridad, la tranquilidad. El dinero abundante y fácil fue una tentación que no pudieron resistir algunos servidores públicos que se aliaron a la delincuencia. Los crímenes y la violencia llegaron entonces, la hemos padecido en forma intermitente, ahora sin códigos ni la etiqueta que antes acostumbraban y cada vez más cruel.

Y si le agregamos a lo anterior la ineficacia y/o complicidad en algunos casos de los gobernantes que por estas tierras hemos padecido, pues el resultado es este que estamos padeciendo. Situación agravada ahora por la migración de miles de centroamericanos, misma que merece otro comentario aparte.

Trez.- Ahora, va la amable invitación: a todos aquellos que critican y califican a Tijuana, mi ciudad, diciendo que es fea, gris, mal hecha, corrompida, sin planeación, “jodida”, entre otros adjetivos, los invito a que se regresen a su añorado terruño, que dejen de vivir aquí, que se resignen a no ir de compras “a Estados Unidos” –así dicen ellos, nosotros seguimos diciendo al “otro lado” y cuando regresan presumen, escupen de lado, mascullan y maltratan el inglés y el español.

Invitación cordial también, para dejar de vivir en esta “fea ciudad” donde han encontrado trabajo y forma de proveer para ellos y sus familias, dejarán sí, de tener que viajar distancias cortas para disfrutar del mar de Ensenada, de Rosarito y si nos vamos un poquito más lejos, de las playas del Golfo de California, porque, en “su tierra”, muchos conocen la playa y el océano solo en imágenes.

Es cierto, Tijuana no es una ciudad bonita, bien planeada, con áreas verdes, y excelentes servicios públicos, tal vez el clima social que ahora prevalece no es el óptimo, así que por su bien –y para el nuestro–-regresen a sus lugares de origen para que no extrañen nada y dejen de hablar mal de una ciudad que, con todo y sus desventajas, les permite vivir mejor, de lo contrario y como decía mi siempre sabia –y ahora olvidadiza nonagenaria– abuela: “Ya llevarán dos días de camino y el rastro borrado”… que les vaya bien.

P.D.- Escuché a alguien hablando pestes de Tijuana y añorando su “tierra”, por ello hoy nos olvidamos de los políticos, la violencia, los candidatos, los partidos, las promesas y de la luna de miel de AMLO y sus gobernados que, poco a poco va siendo menos dulce…

 

Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana. Correo: profeohe@hotmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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