Un árbol necesita agua, oxígeno y cuidados de su sembrador.
Da flores, hojas, ramas; se robustece, pasan los años y se seca. Pero muere de pie.
Se alimenta de minerales a más de 10 metros de profundidad por sus raíces, de ahí saca su vida, no se movió; pero sus tentáculos de raíz dieron con la fuente de la vida bajo tierra y creció frondoso. Dio sombra, embelleció el panorama, aportó oxígeno para los humanos, fue “selfie” y postal, y por fin murió, pero alguien debió sembrar retoños para multiplicar su especie.
Así es un ser humano responsable, una persona, hay muchos, contados, mueren de pie aunque postrados en cama. Cuando uno está en cama con X enfermedad, se vienen proyectos, próximos planes de cosas por hacer, por ello digo yo, el hombre, el ser humano también muere de pie, con fortaleza y queriendo cumplir con sus pendientes, que pasan por su memoria, por su mente. Hay humanos que fueron fuertes y se pueden comparar con un árbol llamado roble.
Así transcurre la vida, en el pasar por este planeta llamado y hecho para nosotros, según el Génesis.
El roble significa robustez, fuerza, dureza, dureza, etc. Muchos hombres de bien y hartamente trabajadores hasta sus últimos días se les puede hablar y compararlos con un roble. Bien por ellos, que son muchos. Mueren de pie, con fuerza y ganas de seguir en este mundo colapsado de trabajo y de retos.
Que la enorme tarea se acaba hasta el último suspiro, aunque todavía haya fuerza mental de seguir manos a la obra.
El roble se agrieta en su tronco, sus ramas se disecan y la polilla es presa de ello. Igual uno; los gusanos en el humano. Hombre y roble, sinónimo de fuerza.
No todos los hombres pueden ser comparados con un roble, solo los luchones con ganas de vivir.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez
Tijuana, B.C.
